Tres despistes derrotaron al Atlético en Groningen
Renza Devries, el presidente del Groningen es comerciante, exporta ganado porcino. Es un hombre simpático, agradable, bonachón. No tiene nada que ver con las características de duros de western de sus muchachos, que han exhibido tanto en Madrid como en su propio estadio una violencia tremenda. Algunos dieron la impresión, sobre el césped, de estar más cerca de la actividad industrial que de la bondad de carácter de su presidente. Una pena que un Atlético técnicamente superior encajase tres goles en otros tantos despistes defensivos que le dejaron en la cuneta en la primera eliminatoria de la Copa de la UEFA. El equipo madrileño aguantó las tarascadas primero, y cuando se decidió a devolver caricias ya tenía un gol en contra, muchos nervios encima y le faltó además capacidad de remate. El Atlético pierde 30 millones y cada jugador 200.000 pesetas de prima. Una mala inversión la de Groningen.Luis Aragonés tenía miedo, auténtico pánico, a los primeros 20 minutos del Groningen. Machacó una y otra vez a sus jugadores que debían estar atentos al continuo juego aéreo que emplean estos larguiruchos holandeses, pero ni Ruiz ni Mejías pudieron evitar que la torre McDonald les ganara en uno de los saltos y pusiera un balón en bandeja a Hans, que éste no desaprovechó.
La mentalización de Luis había consistido también en otro objetivo primordial, el evitar a toda costa la guerra, por el procedimiento filosófico de que dos no pelean si uno no quiere. Para ello se precisaba mantener la calma y no responder a las tarascadas locales, 14 en la fase inicial, y armarse de la paciencia de Job aplicando otro concepto, éste evangélico, de poner la otra mejilla cuando se abofetea la primera. La mejilla la tuvo que poner contra su voluntad el mexicano Hugo Sánchez, que recibió dos monumentales tortas de su marcador Waalterbosch; la segunda le tuvo tendido en el césped un par de minutos. El nombre de Christov permitía albergar ciertas esperanzas, pero el checoslovaco no debe tener muy clara la historia evangélica.
Al margen del gol y de los achuchones del Groningen, la realidad es que el Atlético controló bien el partido, con el fallo atrás de un Balbino voluntarioso que, por cuestión táctica, tuvo que emparejarse con el extremo Hans, lo que le dejó en situación desfavorable, pegado al lateral derecho; Ruiz se encargaba de McDonald y cumplió, salvo en el fatídico tanto, mientras Clemente buscaba a Brocken. Votava, Prieto, Landáburu y Quique formaban el parapeto medular con Pedraza y Hugo como auténticos kamikazes: dos fueron incendiados, pero más de una vez rodaron por los suelos. Un par de acciones del mexicano y un disparo alto de Pedraza y otro remate que salió fuera del campo, también del extremo, dieron sensación de mayor consistencia técnica del equipo madrileño. Para el minuto 38, Luis se jugó su primera gran carta ofensiva sacando del campo a Balbino, y dando entrada al pequeño y hábil Marina. Hubo reestructuración necesaria, y así mientras Ruiz seguía con su tanque escocés, Clemente pasó a vigilar a Hans, y Quique a Brocken. Pero el Atlético llegó al descanso con la eliminatoria perdida.
Luis no tuvo más remedio que jugarse su segunda y definitiva carta ofensiva a poco de iniciarse la segunda mitad, con la inclusión de Cabrera, el salvador de Pamplona, por Pedraza. El Atlético se lanzó como un poseso en busca de empate, y atrincheró a un rival que iba a apuntillarle, paradójicamente, con la tradicional arma rojiblanca: El contraataque. Pero antes de que llegara la doble sentencia final, el Atlético pudo haber marcado, en disparos de Julio Prieto, un cabezazo de Hugo Sánchez que salvó un defensa bajo los palos, un remate posterior de Ruiz, y ya muy al final, con todo perdido, en un durísimo remate de Hugo que se paseó, sin recibir ninguna patada -algo digno de destacar- de ningún jugador holandés.
Otras diez faltas del Groningen en este período fueron vistas por el colegiado, que se tragó, lamentablemente, una agresión a Arteche dentro del área holandesa, por parte de Van Dyk, qué incluso debió ser penalizada con penalti, pese a que el balón discurría por otra parte. Entre el entusiasmo del chillón, pero correcto esta noche -la victoria le sonreía- público holandés, llegaron los desaciertos defensivos rojiblancos que dieron al traste con la esperanza de nivelar un resultado y pasar la eliminatoria. Al menos, el mexicano del Atlético de Madrid, que había recibido lo suyo, puso en práctica "la venganza de don Hugo". Al manito puede irle lo de colocar una mejilla, pero las dos ya habría sido demasiado.
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