María García, madre multípara
La joven cordobesa que siguió, sin saberlo, un tratamiento hormonal y perdió a sus nueve hijos en un parto prematuro
María García Vacas, 26 años, siete de noviazgo y dos de casada, menuda, femenina, con acné casi juvenil en el rostro, pasó hace unos días por la excepcional experiencia de alumbrar, uno tras otro, nueve hijos de su vientre. Ayer, María y su esposo, un trabajador de Motor Ibérica en Córdoba, tomaban el aire en una casilla a dos kilómetros de Bujalance, el pueblo cordobés materno. Allí, los jóvenes se han refugiado en el entorno familiar, huyendo de su destino de padres noticia. Ayer, cuando, al cabo de los meses, la lluvia reciente levantaba de los olivares el vivificante olor a tierra mojada.
Hace 17 días, en un parto ubérrimo, María García Vacas alumbró, uno tras otro, nueve niños prematuros. Andaba por el quinto mes de embarazo y el escaso peso de las criaturas lo hizo inviable, falleciendo todos a poco del alumbramiento. "No, no tuve ninguno muerto en el vientre. Nacieron vivos, pero ya me habían dicho que tuviera poca esperanza de que alguno sobreviviera".Nos ha costado un largo camino el encontrarla. Dada de alta, a los siete días del parto, de la maternidad de la ciudad sanitaria Reina Sofía de Córdoba, se retiró a su pueblo natal, Bujalance, en la campiña olivarera, a la casa de sus padres, en compañía de su esposo, Alfonso Algaba, alejándose de su domicilio en la capital cordobesa, "para descansar". Ayer, cuando fuimos a verlos, María y Alfonso habían salido al campo. "Quiere tomar un poco el aire", explicaba su hermética madre, Isabel, desde el quicio, como las mujeres tipo de las tragedias de García Lorca. Con la puerta entreabierta y sin ganas de hablar. "No va a dar usted con el sitio, porque hay que ir campo a través por los olivares". Pero sí los encontramos. Olía el campo a tierra mojada.
En una casilla semiderruida, María, inconcebiblemente recuperada, estaba a la recacha del frescor de la mañana, sentada junto a su esposo. Mientras, su padre, Francisco, un campesino jubilado que labró por 30 años aquellas tierras ajenas, encendía una parva candelilla.
"Debieron advertirme que me estaban aplicando un tratamiento hormonal. No lo hicieron. Sólo me dijeron que eran unas inyecciones para la ovulación. Para los ovarios. Yo había ido al ginecólogo porque me habían hablado muy bien de él. Uno particular. Atendió a una amiga de aquí, que luego tuvo mellizos. Pero la verdad es que nunca supimos que las inyecciones pudieran precipitar un embarazo múltiple. Ni se nos advirtió de este riesgo".
La pareja se conoció hace diez años y se hicieron tilín. Siete años del largo noviazgo andaluz abrieron paso a la boda, celebrada hace dos años. "Yo nunca he pensado que fuera estéril, solo que, como no me quedaba encinta, acudí al médico". Éste recetó 10 inyecciones de HMG Lépori y tres de HCG Lépori. "Me quedé en seguida embarazada".
Misterios de la ecografía
Al segundo mes acudió a la consulta de ginecología y obstetricia de la Seguridad Social. Recomendaron su ingreso en la maternidad, para observación, por el anormal crecimiento del vientre. Después de un período de control, al dársele de alta, se le informó de la sorprendente noticia: iba a tener cuatrillizos. Misterios de la ecografía. De regreso a su hogar, concibieron que sus hijos se llamarían Alfonso, como el padre, y una hija, María como la madre. Los demás, momentáneamente, quedaron innominados. Tiempo, niños y nombres habría. Poco a poco, en el curso del embarazo, los cuatrillizos previstos fueron aumentando, a cada reconocimiento, a cinco, seis y siete hijos. Pero no fueron siete, sino nueve, los que el pasado día 14 de agosto comenzó a alumbrar uno Iras otro."Cuando rompí aguas fui en seguida al hospital". Al término del cruento esfuerzo, nueve fetos, entre 180 y 280 gramos, dejaron casi exangüe el claustro materno, sin posibilidad, de sobrevivir. "Ninguno llegó a las incubadoras. Yo tenía la esperanza de que alguno sobreviviera... pero ¡otra vez será."
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