La política del partido comunista
AbcLa estrategia revolucionaria de máximos por parte del PCE entra con el mes de agosto en una nueva fase. A corto y medio plazo, el objetivo na parece ser otro que el de frenar primero y evitar después, a toda costa, que sea políticamente operativo, nacionalmente responsable, el contacto con la realidad por una parte de la izquierda que gobierna. El cálculo comunista, a estos efectos, puede partir de dos premisas de igual importancia: la división política del PSOE, entre moderados y radicales -división que también se expresa en el sindicalismo socialista-, y la consecuente porosidad de la parte radical y dura para asumír como propios los planteamientos y las demandas del PCE.La agitación comunista comenzó con la explotación de la crisis económica en Ferrol, Gijón y Sagunto, como muestras más expresivas de las consecuencias que en la industria de base tiene la misma crisis. Y la campaña sigue ahora en Andalucía, de forma más sistemática que en las semanas precedentes; como exponente de las consecuencias de la crisis en la economía agrícola. Y es aquí, después de los ensayos ya realizados con ocupaciones de fincas, donde los comunistas intentan dar el do de pecho. Al fin y al cabo es el marco agrícola de Andalucía aquel que puede aproximarse más a los supuestos de actuación histórica del comunismo, y del anarquismo, en España. La ocupación de los predios rústicos ofrece, aparte de lo que acabamos de señalar, un componente cierto, e incluso literario, para la liturgia revolucionaria del comunismo.
Y esto que decimos de Andalucía tiene, en el mismo sentido, parecida validez para otros ámbitos de la España meridional y agrícola. Sus condiciones de desarrollo económico no industrial aportan, tal como apuntamos, coaartada retórica en la que ocultar el PCE su desfase histórico respecto del general conjunto de la sociedad española.
La izquierda más arcaica, además de haber nutrido ideológicamente al abertzalismo vasco, no renuncia a constituir al campo andaluz en escenario de desestabilización nacional, y en rémora para la modernización definitiva de la izquierda democrática española.
Sociológicamente, el desafío comunista en Andalucía puede presentarse como ataque a la derecha española, pero el ataque real, en lo político, está dirigido contra el socialismo. No renuncia el PCE, conforme advertimos, a capitalizar en propio beneficio la división interna del PSOE y de la UGT; pero, al propio tiempo, el comunismo aspira a poner en cuestión la credibilidad del Gobierno en lo que concierne a sus capacidades para mantener el orden público en los concretos desarios revolucionarios de las ocupaciones de fincas y Ayuntamientos, además de los cortes, asimismo programados, de las comunicaciones ferroviarias y por carretera. El PCE sí ha hecho su cambio. Su retrocambio leninista y soviético.
4 de agosto
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