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Tribuna:
Tribuna
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La enemiga

Un nuevo sentimiento de culpa se ha instalado entre nosotros. El cuarto de baño, ámbito de gozo hace unos días, sede para evacuar las rémoras, centro simbólico de purificación, ha sido trasformado en una presunta pieza delictiva. La sequía frente al cuarto de baño. Todos los cuartos de baño rozagantes de agua y de frescor se izan hoy en desafío contra el bárbaro ardor de la sequía. El agua ya no es inocente.Allí donde quiera que el tacto del agua se plasma, queda evocado, por contraste, el rostro de la sequedad. Allá donde abunde y enseñe su bruñida musculatura, aparece, por diferencia, la penuria y el paraje enjuto. Toda agua, y no sólo la que se consume con dispendio, está cargada de una insidiosa opulencia que, con su contacto, nos culpabiliza. Bien, restrinjamos el consumo de agua. Pero ¿hasta qué punto debemos rebajar esa dosis para sentirnos exculpados? ¿Quién puede erradicar totalmente la duda de que sería todavía posible consumir un poco menos? Imposible hallar la paz.

La sequía -decimos- es la culpable de nuestros males. Pero no es así: la sequía es solamente el efecto de la actitud del agua. La sequía es la víctima, y la mezquindad del agua su verdugo. No estamos tiranizados por la sequía, sino exactamente, junto a la sequía, aterrados por la actual estrategia del agua. El caudal de agua -que siempre pareció nuestro bien- es hoy nuestra sevicia y, así, todo vestigio de agua que encontramos pasa, cada vez más, de ser una bendición a convertirse en una odioso signo de ese imperio que nos sojuzga. La batalla está declarada: luchamos para "apresar" el agua, nos batimos como comandos domésticos para confinarla en en las bañeras y, como gran objetivo, somos aleccionados para soslayarla. Lejos de ser nuestro aliado, el agua ha pasado a ser nuestro enemigo. Chapotear, tirar de la cisterna, abrir las llaves de paso y entregarse a la exultación acuática es claudicar. Alta traición.

Día a día y durante incontables momentos al día nos vemos tentados por esa antigua relación feliz con el agua, pero es ahora ella, desde su escasez, la que clamorosamente, al complacernos, nos cubre de culpa y de ignominia.

Inversamente, nuestra patria es la sequía.

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