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Crítica:El cine en la pequeña pantalla
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La tragedia de ser espía

Tomàs Delclós

Asheden, un personaje de W. Somerset Maugham que se hacía pasar por escritor, le respondió un día a un tal R. que le contaba una historia de pelirroja seductora que enreda a un espía: "Debo decirle, señor, que si eso es todo lo que pueden ustedes ofrecer en el servicio secreto, me temo que, como fuente de inspiración para un escritor de obras de ficción, de nada sirva".Y esto es lo que ha sucedido en el género de espías, tanto en su soporte literario como cinematográfico. Al final, sólo las rocambolescas argucias tecnológicas de Misión imposible intentaban sorprender al espectador. Al me nos los James Bond de Ian Fleming, igualmente beligerantes en el espíritu de guerra fría, tienen la modestia de ironizar sobre su propia apostura y la vergonzosa garantía de su éxito. Por esta razón, por verosimilitud, sólo sobreviven aquellos autores que únicamente pretendieron descifrar enigmas cerebrales o aquellos, como Graham Greene, que se interesan más por la tragedia del espía asalariado (a quien sus propios clientes venden sin remordimientos) que por los ardides del oficio.

La carta del Kremlin se emite hoy a las 22

30 horas por la primera cadena.

John Huston no podía coger la novela de Noel Belin sólo para relatar minuciosamente cómo se cumple un encargo en la inteligencia secreta. Los disturbios emocionales que rodean la intriga, la corrupción política, la degradación de los personajes, el erotismo y la ironía, acercan este filme al espíritu del cine negro.

En La carta del Kremlin, Charles Rone (Patrick O'Neal), un frío oficial de la inteligencia naval norteamericana se reúne con una variopinta tropa de espías para intentar rescatar de la Unión Soviética un comprometedor documento en el que soviéticos y norteamericanos plantean la hipótesis de un ataque a China.

Muñecos

Un filme rodado en plena presidencia de Richard Nixon debía tratar con miramientos al peligro amarillo que ya no llevaba tanto riesgo ni era tan limón. En el grupo hay astutas expertas en el vicio, homosexuales y siniestros profesores. La artimaña principal del equipo es la corrupción, tanto moral como económica.

Algo falla, sin embargo, y el grupo, salvo Rone, cae en una encerrona. Secuestros y torturas se convierten en el pan de cada día de un filme que combina la compasión por los muñecos con el espectáculo circense de su actuación, la desesperación con la impasibilidad un tanto existencialista, la guerra fría con la tragedia.

La película tenía que estar protagonizada por Steve McQueen. Su ausencia se compensó con un reparto all stars con Bibi Andersson, Richard Boone, George Sanders, Raf Vallone, Max von Sydow, John Huston y Orson Welles.

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