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Los periódicos

Los editores de diarios españoles, en Asamblea anual, nos dicen que aquí cada día se venden menos periódicos. Esto me parece peligroso para la salud de quienes no sabemos hacer otra cosa (si es que sabemos) que escribir en los periódicos, pero, en cambio, me parece sociológicamente claro. Y aquí hay que meter la frase del otro: "Mejor periódicos sin democracia que democracia sin periódicos". Aparte que la opción es sofistica, pues ha habido más democracia sin periódicos que la griega, y, actualmente, una democracia sin periódicos sólo sería un asambleísmo de pioneros, o cosa así. Lo cual que cierto colaborador de la Prensa épica me envía fotocopia de un artículo suyo donde acusa a la democracia de la muerte de Sócrates. Me gusta el artículo, tío, sólo que yo hubiese apurado la tesis (el secreto del género, con perdón, está en un cierto punto de exceso, de exageración, que es como la cabeza atómica del missil literario: literatura es exageración). Hubiera yo exasperado la tesis llegando a denunciar, comoculpable de la muerte de Sócrates (y hasta de los marqueses de Urquijo, que tampoco los casquillos de lo de Sócrates se han encontrado nunca), no sólo a la democracia en general, sino al PSOE en particular. Desde los taxistas vil y espantosamente asesinados por delincuentes comunes hasta la cicuta on the rocks que se tomó Sócrates, yo creo que el PSOE es culpable universal de todo, protagonista de la Historia universal de la infamia que escribió Borges. ¿Ve usted cómo la tesis queda así más brillante, querido colega, y el artículo más en punta? Es que son, oiga, veinticinco años de oficio, o sea. Para que luego digan los editores que no se venden periódicos. Lo que hay que hacer, troncos, es dar en primera la noticia de que a Sócrates lo mató el PSOE, y no dejar esa cover story perdida entre la prosa mazorral de un colaborador underground (lo digo porque le ponen abajo de la página) de la prensa véspero/épica.Al joven parlamentario de derechas José Antonio Primo de Riverale preguntaron una vez en las Cortes por lo de Mateotti, asesinado por el fascismo en Italia. José Antonio, que tenía más instinto literario que mi corresponsal, replicó: "¿Y lo de Caín y Abel?". Se ve que lo de la derecha es el salto atrás, el remitimos al pasado, la Historia o la leyenda, diluyendo culpabilidades concretas en "la culpa original de la especie" que es una cosa que le gusta mucho a monseñor Yanes. Pero he dicho arriba de esta columna que la baja venta/lectura de periódicos me parece sociológicamente explicable, y ahora tengo que explicarlo. Durante los 40/40, el habitante de un bloque mudo de tiempo ahistórico, buscaba alguna locuacidad en los periódicos, alguna verdad no consagrada, algún diálogo mudo con un informador anónimo, de español a español. Antes de que Bradbury idease la prodigiosa metáfora de los hombres/libro, los españoles, que vivíamos de ciencia/ficción, fuimos los hombres/periódicos. Cada uno se aprendía de memoria una cosa que había cogido entre líneas (elespañol no es que no lea, sino que sólo lee entre líneas), para pasársela a otros hombres/periódico en la oficina, el café o la cárcel. El Parlamento de papel primero fue implícito y luego casi explícito. La clandestinidad tiene más vicio que la claridad. Lo que muere no es la Prensa, que no puede morir, pese a la competencia obvia y letal de la tele, y pese a Mac Luhan, aquel tecnólogo con cara de almacén. Lo que ha muerto es el éxito fácil de las entrelíneas. De eso mismo han fallecido en vidá muchos y famosos hombres del teatro, el cine, la novela, la poesía y el articulismo, desde Fernando Arrabal hasta Cuadernos para el Diálogo. El grande y perdurable Gabriel Celaya lo ha dicho ayer en un recital: "Cuando entendía la poesía como instrumento de lucha, no respondió a lo que yo esperaba". Sí respondió, Gabriel, sí respondiste, y quizá el más ninguno. La Prensa tenemos que inventarnos un periodismo que, como quería Artaud, "huya lo claro por aclarar lo oscuro". Que aún es mucho.

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