Vicente Soto, historia de tres pesetas
El veterano premio Nadal explica el curioso origen de su última novela
Lleva un bigote levemente respingado en los extremos, tan cano como el cabello, porque Vicente Soto debe acercarse ya a la sesentena, y todo él despide esa sensación de energía reposada que tienen las personas de su edad cuando continúan cultivando el amor por la vida. Vicente Soto, que fue premio Nadal hace una veintena de años, más o menos, con La zancada, autor también de Bernard, uno que volaba y de El gallo rojo, además de varios volúmenes de cuentos -uno de ellos, Casicuentos de Londres, le supuso el premio Novelas y Cuentos 1973-, acaba de publicar en Argos Vergara su última novela, Tres pesetas de historia, cuyo origen resulta, como veremos, harto curioso.
Soto reside en Londres desde hace 29 años, y tiene allí una existencia hecha, aunque no le falte la esperanza de volver a España algún día. Entre tanto, escribe de y sobre España: que es una forma de estar entre nosotros."El hecho de que ya en el título lleve la palabra historia no quiere decir que yo haya intentado hacer una novela histórica, género por el cual siento un tremendo respeto. Pero no es lo mío. Esta novela, sin embargo, está determinada por acontecimientos concretos, por unas fechas, unos datos que nadie puede mover ya: por historia. Llamo al libro novela, y lo es porque yo creo que la realidad es una imagen desvaída del arte y muy especialmente de la verdad artística generada por la palabra".
Todo empezó cuando en uno de los viajes a Madrid que suele hacer con su mujer, ésta compró en el Rastro un cuadro de la Virgen del Carmen. Ya en Londres, al tratar de limpiarlo, por detrás descubrieron un atadito minúsculo: al abrirlo vieron que en su interior se encontraba una antigua insignia de la UGT -tan antigua que entonces era UGTE todavía-, tres pesetas expedidas durante la guerra por el municipio de Castellar, provincia de Jaén, más otras monedas de la República, una carta y las señas de una mujer en Cheste, Valencia.
"Yo en seguida tuve el presentimiento de que aquello estaba relacionado con un hecho dramático de la posguerra, y de que tenía que ver con un fusilamiento, porque la carta estaba dirigida a la viuda de un hombre, a la que se devolvían 3 pesetas que habían pertenecido a su difunto esposo, que en paz descanse, decía la persona, que tenía una firma ilegible y ningún respeto por los acentos".
Vicente Soto habla parsimoniosa y claramente, y va siguiendo los trazos de mi taquigrafía con gran atención, como si lo entendiera.
"A mí me espoleó tanto la curiosidad", prosigue, "que empecé a hacer averiguaciones, primero en Cheste, en donde encontré al primer personaje de verdad -y personaje literario-, y luego en Villacarrillo y Castellar. El primer pueblo tenía gran importancia, puesto que, por ser cabeza de partido, desde allí se cordinó toda la represión rural de la zona. Gracias a todo esto averigüé que el fusilado en cuestión era José González, Brazo Hierro".
Lo que hubiera podido quedarse en un maravilloso reportaje se convirtió en el tema de una novela: "O mejor dicho, de dos novelas que se entrelazan. Porque el hecho de recoger los datos de esta historia objetiva me removió o hizo despertar mi propia historia dormida, mis vivencias de la guerra. Yo fui un adolescente y estuve en el frente de Madrid. Y en mí se despertó la necesidad de hablar de los orígenes de la guerra, y de aquí nace la segunda novela de que hablo, que va discurriendo junto con la primera, entrelazándose, a manera de un Guadiana que sale o se oculta, y al final, las dos se unen y se confunden en una sola".
Dice Vicente Soto que él fue un perdedor de la guerra, y la ha escrito como tal, pero se trata de una novela absolutamente conciliadora, más bien triste. "En suma, no es la de nadie que quiere ganar una guerra por el hecho de que la perdió".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.