Thomas O. Enders
Un 'duro de modales finos' para la Embajada de EE UU en España
Thomas O. Enders, de 51 años, futuro embajador le Estados Unidos en España, ha sido víctima de la radicalización de la política centroamericana le la Administración del presidente Ronald Reagan. Como compensación a este diplomático de carrera, la Casa Blanca lo envía a Madrid para ejercer las funciones de embajador, en sustitución de Terence Todman.
Enders matiza su salida del puesto de secretario de Estado adjunto para Asuntos Interamericanos como un "asunto de rotación" en el cargo. Tal es la versión oficial en el momento de dejar su sillón en el Departamento de Estado al hasta ahora embajador de EE UU en Brasil, Langhorne Motley. En realidad, Enders ha sido desplazado en un momento de capital importancia para la política exterior de EE UU hacia Centroamérica. Según algunos, porque era "demasiado flojo" y partidario de entablar negociaciones con la oposición en El Salvador. Lo cierto es que, en los círculos diplomáticos de Washington, Enders tiene mejor imagen entre los representantes latinoamericanos de países democráticos que entre los "autoritarios", como denomina sutílmente la, embajadora Jeane Kirkpatrick a las dictaduras de derecha en Latinoamérica.Thomas Enders, alto y rubio, conoce poco España, pero sigue el camino hacia la Embajada de EE UU en Madrid que recorrieron otros predecesores suyos, los embajadores Robert Woodward y Terence Todinan, que también ocuparon el puesto de secretario de Estado adjunto para Asuntos Interamericanos.
Enders pasa por ser muy cortés, pero bastante frío en las relaciones. "Como es tan alto, impresiona un poco", dicen diplomáticos que coinciden periódicamente con Enders en el circuito de recepciones de la capital norteamericana. Tan alto, que es el único funcionario con un cargo importante en la Administración que supera en la talla al presidente Ronald Reagan. Durante la reciente gira de Reagan por Latinoamérica, Enders tuvo que dormir, en Brasilia, en la cama especial que habían fabricado los brasileños para la visita del general De Gaulle. Las demás le quedaban cortas.
En lo político, Thomas Enders pasa por ser un niño prodigio, con brillantes diplomas y doctorados en Historia y Economía, en las universidades de Yale, París y Harvard. En 1970 recibió el Premio Arthur Flemming, que recompensa a los 10 jóvenes más destacados de la Administración federal. Desde entonces, su carrera en el servicio exterior norteamericano ha discurrido por puestos en el Departamento de Estado y cargos diplomáticos en las embajadas de EE UU en Estocolmo, Belgrado y Pnom Penh, puesto en el que, entre 1970 y 1973, tuvo particular importancia por la existencia de la guerra del Vietnam. Fue también embajador de EE UU en Canadá (1976-1979) y embajador de EE UU ante las Comunidades Europeas, antes de pasar al cargo de secretario de Estado adjunto para Asuntos Interamericanos.
Conocido como uno de los miembros del clan de los Vietnam boys, como el actual embajador de EE UU en Honduras, John Negroponte, Enders quizá intentó marcar una política en el bepartamento de Estado que evitara, precisamente, la creación de otro Vietnam para EE UU. Pero su estrategia fracasó -algunos dicen que por falta de habilidiad-, y prepara las maletas para Madrid, en un relevo que no se efectuará, probablemente, hasta después del verano, aunque el nombramiento oficial es inminente. Su esposa, Gactana Enders, de origen italíano, pasa por conocer muy bien Espifía y habla perfectamente el espa¡lo¡. El matrimonio Enders tiene tres hijas y un hijo. Directoia de la revista Courrier Diplomatique, Oaetana Enders dedica la totalida del último número a la vida española, con entrevistas y reportajes sobre los Reyes de España, el presidente Felipe González y numerosas personalidades de la vida política, periodística, cultural y económica, con las que utilizará, sus cualidades diplomáticas el nuevo embajador de Estados Unidos en España.
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