Estafador enamoradizo
W. R. Burnett es uno de los novelistas que mejor pintó, la ética de los tipejos del hampa, sus leyes de supervivencia sin contemplaciones. Durante el período de la Ley Seca, el delito por tráfico de placeres etílicos no era sentido como algo grave, el ciudadano era el primer compinche de los traficantes al consumir su mercancía. Desaparecida la prohibición de comerciar con bebidas alcohólicas, el gángster se recicló profesionalmente y pasó a negocios mucho más límpios y mucho más sucios al mismo tiempo. Eran los mafiosos del cohecho, de la corrupción y de los negocios inmobiliarios en connivencia con el gobernador del Estado. Burnett vió cómo sus personajes perdían carisma épico. La novela en que se basó Nadie vive para siempre (1946) es el resultado de esa nueva tipología del delinetiente. Burnett, recoge en este filme una figura tradicional de la novela de serenos y ladrones, alejada de lo que se entiende por novela negra.
Nadie vive para siempre se emite hoy a las 15
35 horas por la primera cadena.
John Gardfield -que aquel mismo año rodaría El cartero siempre llama dos veces- interpreta a un estafador muy acreditado dentro de su propio gremio. Tras la guerra, en la que ha intervenido activamente, decide reemprender sus actividades y escoge como víctima a una rica millonaria que acaba de afincarse en Los Ángeles.
Se trata de un asunto cuyos beneficios debe compartir con el socio que le ha brindado el inocente pichón. Pero no se puede ser un buen ladrón y, a la vez, enamoradizo. La viuda (interpretada por Geraldine Fitzgeraid, una actriz a quien Hollywood no le perdonó su fuerte temperamento) resulta encantadora y el romance entre ambos es interpretado por los socios del estafador como una treta más del ilustre delincuente.
Más que Burnett, es James M. Cain el novelista que menos indulgencia ha tenido con el amor. Tanto en Doble indemnización como en El cartero siempre llama dos veces no perdona la debilidad criminal de la carne, en especial la mascuána.
Los desastres de la guerra
La película se rodó en 1943 pero no se estrenó hasta tres años más tarde. El drama de la repatriación de los G.I., de los soldados, fue un tema abundante en aquellas fechas y era frecuente que su regreso a un hogar poco acogedor los condujera al delito cuyo único perdón, en algunos casos, era la tara psicológica. Ahí están filmes como Sangre en las manos, Acto de violencia o Try anf get me. La dirección es de Jean Negulesco, cuyo cine se despacha en todas las historias del ramo con la cortesía de considerarlo "un buen artesano". Realizador con tendencia a los sabores azucarados, resuelve los encargos con discreta corrección.
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