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Campeonato de Europa de selecciones de baloncesto

Por segunda vez España ganó en los instantes finales

Luis Gómez

ENVIADO ESPECIALEspaña juega un baloncesto no apto para cardíacos. A los jugadores españoles les gustan las emociones intensas y los encuentros que se dilucidan en medio minuto de juego. Ayer, España se quitó a Francia de encima porque Solozábal, el más bajo sobre la cancha en esos momentos, cogió un rebote y no encontró mejor práctica que disputarlo en el suelo.

En la selección española se preparó en cuatro minutos de la primera parte el escenario para lo que se apuntaba iba a ser una tragedia que finalmente no acabó con la muerte del protagonista. Lo malo es que la cosa no iba de película porque tampoco llegó el séptimo de caballería, sino que más bien apareció la virgen en los últimos segundos.

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Esta vez el papel de hombre providencial le tocó a Sibilio, con una actuación muy completa y seria. Si no es por él, España no lo hubiera contado. Su actuación y la inferioridad de recursos técnicos de los franceses evitaron la catástrofe. Como si se tratara de un rito inconsciente, la selección francesa acostumbra a atravesar baches cíclicos en su juego. Sus jugadores fallan una y otra vez sin interrupción y ello permitió ayer que España recobrara el mando del partido (65-63), a falta de 6.36 minutos, aunque con las fuerzas muy justitas. Toda una agonía.

Porque la primera parte acabó con una selección española en trance suicida, al dejarse arrebatar gran parte de su ventaja y encima regalar moral al rival francés. Fueron los cinco últimos minutos digna representación de lo que no debe hacerse para ganar un partido. En justa correspondencia a errores anteriores, la selección española donó a Francia 10 hermosos puntos para que recobrara resuellos durante la segunda parte. El parcial de 14-4 era como para aplicar un torniquete.

Díaz Miguel se mostró muy conservador en todo este primer período, quizá porque no deseaba dejar suelto ningún cabo. Sacó al cinco titular y lo mantuvo en la cancha durante 13 minutos. Espafía había adquirido una cómoda ventaja de nueve puntos (29-20) y sólo faltaba administrarla bien para que fuera produciendo intereses. Entró Iturriaga y la ventaja se amplió (33-20). Sin embargo, Corbalán caminaba hacia su tercera personal, al igual que Romay, y el equipo sufrió cierto vacío de imaginación, se perdieron balones por precipitación y el técnico se resistió a meter el torniquete. Así, al descanso, con 37-34. Francia podía aspirar a dar la sorpresa y tuvo quince segundos para intentarlo.

Por eso, el final resultó otro espectáculo cardíaco. España se había colocado con un 71-65 a favor que podía haber dejado sentado que Francia no podía aspirar a la victoria. Se intentó una nueva canasta durante unos largos dos minutos en los que ningún jugador de ambas selecciones acertó con el aro. A 1.15 las cosas estaban en 75-73 para que el marcador no se moviera.

Finalmente, los últimos 30 segundos fueron para escribir un libro. Díaz Miguel sacó a dos bases Solozábal y Corbalán, con la idea de controlar el balón y buscar la personal o el pitido final. Pasaron dos personales y otras tantas alteraciones en el juego para que a 15 segundos Francia recuperase la pelota. Otra vez un fallo del rival resolvió el encuentro, pero nadie aconseja a Díaz Miguel, nombrado ayer como el técnico más simpático del torneo, que vuelva a tentar la suerte. La cosa está para recoger las fichas, pasarse por caja, y abandonar la ruleta.

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