Francisco Rico, medievalista sarcástico
El profesor barcelonés publica un libro para carcajearse de la erudición al uso, y se lo dedica a sí mismo
Francisco Rico, cuarenta años bien cumplidos, con una alopecia bien llevada que compensa con su sabiduría inagotable y la amenidad de su labia clásica, que tiene fama de duro con los estudiantes, más duro aún con las estudiantes, y durísimo con los colegas, pero que es amigo de los amigos, y fiel a los maestros como a los discípulos, ha publicado un libro que es noticia.
Este profesor de Literaturas Hispánicas Medievales en la universidad de Bellaterra publica libros y artículos con frecuencia, le traducen al inglés en Cambridge La novela picaresca y el punto de vista -y qué bien suena eso de Point Of Wiew and the Picaresc Novel-, recibe correspondencia a borbotones, consultas, artículos y separatas que le citan, y encima gasta su tiempo disertando en latín en Gerona sobre su memoria amorosa.No sería, pues, noticia la publicación de un libro más -no lo sería, por ejemplo, este nuevo volumen de la Historia y Critica de la Literatura Española, dedicado a Siglos de Oro: Barroco- de este monstruo de la historia literaria, que duerme de día y trabaja de noche, que tortura a sus amigos con citas cada vez más sabias, cada vez más graciosas.
Pero lo es porque Rico ha pagado el libro de su bolsillo, lo ha pensado en sus más mínimos detalles, lo ha acompañado de notas privadas y epistolarios a la antigua usanza, que ha ido repartiendo entre allegados, parientes y amigos, y para colmo se lo ha dedicado a sí mismo. A Pacolete, reza la dedicatoria. Como Walt Whitman, a sí mismo. Y de forma insolente lo ha titulado Primera cuarentena y Tratado General de Literatura, en una clara y sana manifestación de intenciones: piensa seguir publicando libros de este tipo con motivo de cada una de las próximas cuarentenas que le vayan cayendo. Se dispone así a emular, como mínimo en voluntades, a ese viejo inmortal que es Elias Canetti, que gracias a su propósito de no morir jamás es ya superviviente de muchos desastres y hundimientos.
El orden literario
No es, empero, extraño. Francisco Rico vive sumergido en la literatura, que tal como suele explicar con citas de T. S. Elliot, es un orden simultáneo, en el que conviven Homero y Ausias March, el Arcipreste de Hita y Doris Lessing, Bernat de Ventadorn y el propio Francisco Rico. Por eso puede dedicarse al intercambio epistolar, quererse inmortal y gustar y hacer gustar de toda pieza literaria como contemporánea.El fibrillo está lleno de humor a raudales. Como bien explica, hacer historia literaria es también literatura, entre otras razones porque las propias obras literarias son explicación también de cómo han sido escritas, son ellas mismas historia literaria. Así, en el prólogo agradece "las censuras que contra la presente obrecilla ha dirigido Baltasar de Céspedes", aún antes de que hubiera sido publicada. En un estudio sobre la poesía de Jaime Gil de Biedina, atribuye inffluencias sobre el insigne poeta barcelonés a un tal Francisco R. Manrique, es decir, él mismo.
Y cuando entra en materia de las especiales jergas universitarias, en las que por lo demás tan versado es el autor, y por lo mismo tan capaz de ironía, entonces aparece como un vendaval demoledor. Un capítulo se anuncia como tesis, memoria de oposición o gran tratado magistral: Contribución a la bibliografia reciente sobre el origen y el sentido del esperpento valleinclanesco. El texto del artículo entero está bien claro: "Estúdiese también el grand-guignof', y para más regodeo es totalmente cierto. En el Tratado propone como ejercicio el estudio de la influencia de César Vallejo en los sonetos de Quevedo. Lo cual, visto lo del humor, es también rigurosamente serio, desde que Borges nos dijera que cada escritor crea sus antecedentes, y también desde antes, claro. En otro lugar, Rico ha propuesto también estudiar la influencia de los Proverbios y Cantares de Machado sobre Campoamor, las de Valle Inclán en Francesillo de Zúñiga, y las de Cien años de soledad en el Amadís de Gaula.
La Primera Cuarentena es también como un libro cabalístico: Cuarenta sylvae, y no capítulos,uno por cada año, y el Tratado como corona. A cada siglo de la literatura castellana le dedica una sylva. A Nebríja cinco. Citas con truco, laberinto y a veces misterio o dedicatoria que sólo unos pocos iniciados comprenderán. Cada capitulillo es además como un pequeño lujo, un tema de ensayo que desperdicia y se regala a sí mismo, convirtiéndolo en una pequeña pieza de erudición que hubiera ocupado centenares de páginas de otro estudioso sin sarcasmo. Con todo ello consigue, tal como explicaen esas sus misivas, carcajearse del encastillamiento académico y de una cierta esterilidad del "hispanismo al uso" -dicho en sus palabras.Item más, así es como la crítica accede al mismo rango del objeto de sus reflexiones, con rigor pero lejos de complejos cientifistas. La literatura es entonces institución en la que participan unos y otros, autor, lector y crítico, y en ella Rico actúa, sin duda, como uno de los máximos oficiantes.
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