Manolo, 'supermanuel', Orantes
El tenista español asegura que nunca sufrirá el 'síndrome Borg'
Empezó siendo Manolo, pasó a ser supermanuel tras ganar en Forest Hills y ahora es simplemente Orantes. A sus 34 años -edad en la que muchos deportistas ya han abandonado-, sigue codeándose con los mejores, con esos chavales de 17 años que intentan convertirse en mitos en tan sólo quince días. La retirada de Bjorn Borg ha hecho reflexionar a Manuel Orantes. El tenista español comprende las causas que han motivado que el campeonísimo sueco arrojara la toalla. Piensa que a él nunca le afectará el síndrome Borg porque su vida deportiva ya no se basa en ser el número uno. Sigue en el tenis porque es lo que le gusta, porque aún tiene ilusión.
Su vida actual tiene muy poco que ver con la que llevaba en la década de los setenta, cuando estaba en la cima de su carrera. Va vestido de tenista la mayor parte del día, se desayuna y come con la raqueta en la silla de al lado, sigue con los bolsillos llenos de billetes de avión y tiene las inaletas a medio hacer, porque siempre tiene dudas sobre el torneo a elegir. Pero ahora vive más tranquilo, con menos tensión, más relajado. "Lo que acaba con un tenista no es la edad, es la ilusión. Bjorn. lo ha ganado todo en esta vida, menos Flushing Meadow claro, y ya no jugaba motivado. En ese momento, tienes que dejarlo. La gente lo veía como el número uno y para mantenerse a ese nivel hay que sacrificarse durante las 24 horas del día. Bjorn no estaba dispuesto a ello y lo ha dejado. Bjorn jugaba sin ilusión y así no se puede seguir".Está sentado en uno de los sillones del salón de lectura del Club de Tenis La Salud, su club, el club que le ayudó a ser tenista, a triunfar, a ganar Forest Hills. Manolo nació el 6 de febrero de 1949 en Granada "y el día que cumplía dos años llegué a Barcelona con mi fainilia". Se instalaron en el Carmelo. Un día sus amigos le dijeron que fuera con ellos al Salud "porque nos ganamos unas pelas fácilmente y además nos divertimos". Manolo, con nueve años, se apuntó al oficio de recogepelotas. "El club nos montó un colegio para nosotros al que íbamos a estudiar por las noches". Al mediodía, cuando los socios entraban en el comedor o regresaban a sus casas, ellos, los recogepelotas, se metían en las pistas para practicar "con unas raquetas que nos fabricábamos nosotros".
Manolo parecía ser el preferido de todos, porque incluso se convirtió en el recogepelotas oficial del entrenador del club. "Me pasaba muchas horas junto a él y no perdía detalle de sus enseñanzas. Luego, cuando tenía cinco minutos libres, me iba al frontón y me hinchaba de repetir contra la pared los golpes que practicaban los alumnos del club". Eso le convirtió en campeón de los recogepelotas. El club se fijó en él y, después de hablar con su familia, inició el despegue. A los once años le buscaron un pequeño trabajo en la empresa de un socio. De siete a nueve de la mañana iba al gimnasio, después acudía al trabajo, por la tarde se entrenaba y de siete a nueve de la noche estudiaba en una academía.
Los campeones suelen abandonar su club de origen cuando están en la cima, fichando por otros más conocidos, más poderosos, más importantes. Manolo ha sido fiel al Salud, pese a las numerosísimas ofertas que ha recibido. Al día siguiente de ganar en Forest Hills, en 1975, estaba entrenando en su pista preferida del Salud. "Gracias a este club soy quien soy. Gracias a sus dirigentes soy alguien en la vida. Ésta es mi casa y únicamente puedo ofrecerles gratitud". Orantes saltó a la fama en 1966, conquistando la Orange Bowl, campeonato del mundo juvenil, frente al francés Georges Goven. En el 67, con 18 años, jugó la final de la Copa Davis, en compañía de Manolo Santana, en Australia, perdiendo por 4- 1. En 1969 y 1971 ganó el Godé. En el 72 triunfó en Roma. En el 74 alcanzó la final en Roland Garros. En el 75 arrasé a Jimmy Connors en la final de Forest Hifis por 6-4, 6-3 y 6-2. Ese mismo año conquistó el Masters de dobles con Juan Gisbert. Y en 1976 ganó el Masters, derrotando a Fibak.
"Sigo porque el tenis es lo que más me gusta del mundo. Porque lo más importante es hacer lo que te gusta. Cuando vea que me arrastro por las pistas lo dejaré. Me han retirado muchas veces durante los últimos años, pero no me importa. He sufrido cinco operaciones, tres de ellas en los últimos tres años. Ahora me lo planteo de forma distinta. Sé que nunca volveré a ser el número uno. No me importa. Ahora juego cuando quiero y donde quiero. Sí gano, mejor. Si pierdo, mala suerte". Mientras habla va saludando a los socios, que dan la sensación de sentirse orgullosos de que el jugador siga todavía en su Salud.
Orantes tiene el doble de años que los nuevos ídolos del tenis mundial. "El tenis ha ganado en dedicación y profesionalidad. Aquí, en España, seguimos pensando que los chavales no pueden salir al extranjero hasta que estén maduros. Por eso pasa lo que pasa, que de pronto surge un chaval como Wilander que, con 17 años, gana en Roland Garros, mientras nuestras promesas, como Sergi Casals, a los 21 años, todavía no saben lo que es jugar en París. El tenis ahora es muy duro, cuesta mucho llegar arriba. Nuestros métodos siguen siendo los de hace veinte años. La Federación sigue pensando que no puede quemar a los chavales metiéndolos en el circuito europeo y cuando salen ya son viejos para el tenis".
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