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Una vendedora de pelucas y un estuchista fabrican los capirotes de Semana Santa en Sevilla y Málaga

Concepción Rodríguez y Salvador Pérez, que durante el año son vendedora de pelucas y estuchista, respectivamente, regentan, la primera en Sevilla y el segundo en Málaga, dos talleres de capirotes de nazareno, industria fugaz vinculada a la Semana Santa, que en Andalucía tiene manifestaciones tan peculiares. Casa Rodríguez, en la calle de la Alcaicería de la capital hispalense, y el, taller tradicional de Salvador Pérez, en la calle de los Álamos de Málaga, fabrican los cucuruchos de cartón. En La primera trabajan Concepción Marín, una hermana suya y cinco obreras; en su homóloga malagueña, Salvador Pérez y media docena de familiares. Quizá por esta diferencia de lazos de sangre, en Casa Rodríguez el capirote cuesta alrededor de las 400 pesetas, y en el taller de Málaga, 225. Los sevillanos hacen un cucurucho entre cinco y ocho minutos; Salvador Pérez tarda exactamente seis. Ambos artesanos, al hablar del negocio, dicen que da "para ir tirando", y las gentes de alrededor hacen comentarios referentes a la necesidad de que "los de Hacienda" no vayan a pensar que encapuchar nazarenos da para un chalé en la playa.

Además de la intensificación de industrias tradicionales, como la hostelería, y el relanzamiento del arte de la orfebrería o el bordado, la Semana Santa de Sevilla pone en movimiento- una artesanía modesta y fugaz que no mueve tanto dinero, pero también es imprescindible para que las procesiones se desarrollen con el esplendor que se espera: la fabricación de capirotes, una industria cartonera y casi familiar que nace cada octubre y fallece de muerte natural cada Jueves Santo.El capirote es un cono de cartón que se coloca en la cabeza del nazareno y sirve de soporte a la túnica que éste viste cómo símbolo de su cofradía. En Sevilla, según in forma José Aguilar, hay algunas empresas que se dedican a fabricarlo, pero ninguna tan antigua como Casa Rodríguez, en la calle de la Alcaicería que viene dedicándose a tan honrada labor des de 1816. Su actual propietaria, Concepción Marín, es viuda del biznieto del fundador.

Conforme se acerca el momento de los desfiles procesionales -nada menos que 56 desde el domingo de Ramos al de Resurrección- Casa Rodríguez es un pasillo estrecho de febril actividad, lleno de cartones, hilos, pegamentos, voces y tijeras. Los clientes acuden a todas horas a hacer sus encargos o a retirarlos y las seis empleadas alcanzan velocidades increíbles para terminar las piezas previstas.

El proceso de elaboración es simple y estrictamente manual. Aquí no hay máquina alguna. Se empieza por la -cabeza, -es decir, tomando la medida de la cabeza del cliente y preguntándole la longitud que desea para su cucurucho, extremo éste que depende de la cofradía con la que vaya a salir a la calle. Esta operación la suele hacer Manoli, una sevillana avispada que se caso con un jornalero y a la que el paro casi permanente de su marido obliga a aprovechar los meses de faena que el capirote da de sí cada año.

La dueña, Concepción Marín, y su hermana se dedican a pegar el cartón en la forma adecuada, mientras otra s cuatro obreras lo cosen y una quinta le adhiere la cinta blanca que habrá de ocultar la costura. En total, ocho personas trabajan en Casa Rodríguez, que empieza a laborar en octubre, aunque es a partir de enero cuando se entra en plena producción. De entonces acá se fabrican alrededor de 4.000 capirotes.

Los grandes aliados de la prosperidad de esta industria son el Auge cofradiero -cuantos más nazarenos salgan, mejor- y el descuido de los usuarios o sus familiares, ya que el capirote se estropea normalmente si, una vez acabada la procesión se le arroja sin contemplaciones al baúl de lo no recordado hasta un año. después. También hay aliados naturales, como la climatología: si hace mucho calor, el sudor del cofrade agrietará el cartón; si llueve,, el estropicio, es también seguro. No obstante, ya se fabrican capirotes con badana o con forro, más caros, pero más duraderos.

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El Jueves Santo buscan el capirote los nazarenos de las últimas hermandades, y algún que otro despistado que se presenta con la ropa puesta y el antifaz en la mano, mirando compuliívamente el reloj y exigiendo un esfuerzo final paria que se le haga el cono que necesita para el inminente desfile.

Los esnobs del capirote

Estos no son de los más fervorosos y precisamente el diccionario cofrade, porque aquí hay hasta un diccionario tal, los define como capiroteros, o sea, "individuos inscritos en una porción de hermandades, para en los días de « la semana mayor realizar la salida en una cofradía, no ocupándose más ni de su formación espiritual ni de las necesidades de la corporación". Unos esnobs, vamos.Casa Rodríguez, que paga a sus empleadas 1.300 pesetas diarias, excepto a Manoli, que cobra 2.500, porque hace funciones de encargada, se dedica el resto del año a la venta de pelucas postizas.

En Málaga, Salvador Pérez es la única persona que se dedica a hacer. capirotes para los 7.500 nazarenos que cada año desfilan con los sesenta tronos que durante los días de Semana Santa se procesión nan en la ciudad., Su profesión es estuchista y hace más -de veinte, años que trabaja en esta actividad. Como en el taller sevillano de Concepción Marín, aquí también, se encargan los capirotes a medida. El mismo se ha hechó 140 capirotes "porque durante veinte años he saflido vestido de nazareno to dos los días. de la semana y todos los años me hacía un capirote nue vo para cada día".

Este año, informa José Antonio Frías, Salvador gastará 2.500 kilos de cartón, tres resmas de papel lito, y 1219 kilos de pegamento en la confección de capirotes cónicos, pieza fundamental del traje de nazareno en Málaga desde 1917, año en que su padre la introdujo en los desfiles procesionales, Salvador. siguió la tradición familiar en el viejo taller de calle Álamos, donde ahora aprende el oficio uno de sus sobrinos. Para esta Semana Santa, Salvador calcula que hará unos 3.000 capirotes, aunque los vecinos aseguran, que, por el movimiento de clientes que tiene, serán por lo menos 5.000. "Lo que pasa es que con la cosa de Hacienda, todo el mundo es moderado con las cifras", comentan.

A pesar de que en hacer un capirote el maestro tarda sólo seis minutos, los clientes tienen que guardar colas de hasta una hora para ser atendidos. "Es que la gente se acuerda del cucurucho cuando ve salir las primeras procesiones y, claro, así se amontona el trabajo". Para. responder con rapidez, Salvador, además de contar con la ayuda de media docena de familiares, trabaja hasta quince horas diarias. "Ayer vine a las siete de la mañana y me fui a las diez de la noche. En todo ese tiempo, sólo tomé un café y un té, porque me lo hice aquí mismo".

El diestro Antonio Ordóñez es uno de los famosos a los que Salvador recuerda haberle hecho un capirote, al igual que a gobernadores, alcaldes y dos ministros "que no me acuerdo como se llaman, pero vino al policía y despejó todo esto y luego llegó el ministro con muchos coches, detrás y delante con sirenas". El capirote de mayor diámetro de los miles que ha confeccionado era de 64 centímetros, y el más pequeño, de 42.

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