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El extraño 'ejército' del 'ultra' arrepentido

Manuel Reinéro Banda, en la frontera entre la delincuencia común y la política, formó en 1979 un grupo, bautizado con los nombres más variados, que realizó atracos y atentados contra partidos

El pasado 9 de marzo, Manuel Reinero Banda entregó a la Audiencia Nacional una minuciosa confesión explicando una trama ultra que durante 1979 y 1980 había actuado en el Vallés y que fue conocida con el nombre de Ejército Español de Liberación (EEL). Reinero Banda, jefe local de Fuerza Nueva en Polinyà, fabricante de velas y padre de cuatro hijos, empezó ese día a ser conocido como el ultra arrepentido. Con su confesión intentaba conseguir los beneficios de una ley aún no aprobada: la del terrorista arrepentido. Hoy, los datos aportados por Reinero Banda están siendo investigados por la Brigada del Interior, que ha asegurado que llegará hasta el fondo de la trama. Las primeras investigaciones han llevado al encarcelamiento de dos policías municipales de Ripollet, acusados de haber inspirado tres de las acciones del grupo terrorista.

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Todos le llamaban el Comandante, pero su verdadero nombre era el de Manuel Reinero Banda. Ni siquiera era guardia civil, pero le gustaba el apodo porque su padre y su hermano habían pertenecido al cuerpo y porque él siempre se había sentido atraído por los uniformes, por las armas y por esos conceptos que como el honor, la amistad, la camaradería y la unidad se repetían sin cesar.Su primera acción la llevaron a cabo en el mes de junio de 1979. En ella intervinieron tres guardias civiles de Ciutat Badia, siempre según la versión del arrepentido. Fue una operación de represalia contra los familiares de un atracador que había asaltado una armería de un compañero, en Sabadell. Planearon la operación con minuciosidad, incluso modificaron la matrícula de uno de los vehículos que tenía que proteger la retirada. Uno de los guardia civiles, de paisano, disparó con una pistola Astra, de 9 milímetros larga, propiedad de uno de los compañeros, que no la tenía declarada. Dispararon contra los muros de la vivienda, sin causar más daños que unos orificios en la pared. Nada más. Después salieron huyendo.

Volvieron a salir a la calle tres meses más tarde, para tirotear la fachada de la sede del partido socialista en Sentmenat. Fue a finales del mes de septiembre, después de pasarse toda una tarde conversando sobre el avance de las izquierdas y el auge del marxismo. Estaban excitados y se sentían desilusionados; por eso la discusión prosiguió después del tiroteo. Así surgió el proyecto de una nueva acción. Esta vez el escenario escogido fue el bar Carrión, de Polinyà, donde acostumbraban a reunirse los militantes de Comisiones Obreras y del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC). Como siempre, dispararon sobre la fachada y después con spray pintaron sobre la pared un ultimátum firmado por Comando número tres triple A A A.

"Te damos veinte días para gue cierres el bar. Comunistas no. Arriba España", dejaron escrito. Durante el mes de octubre de 1979, el grupo capitaneado por Manuel Reinero Banda y formado por una docena de amigos y compañeros captados en los mitines y reuniones de Fuerza Nueva, se dedicó a asaltar, disparar y asustar a las fuerzas de izquierda de la comarca del Vallés. Nunca fueron acciones gratuitas. Detrás de cada operación existía una motivación largamente discutida. Cuando, en el mes de octubre de 1979, decidieron quemar el coche del presidente de la Asociación de Vecinos de los Marinales de Sabadell, fue porque días atrás Joaquín López Vicente, guarda jurado de profesión, les explicó que le habían expulsado de la Asociación después de someterlo a un juicio público. Cuatro días antes habían incendiado el coche del alcalde de Ripollet, porque "le hacía la vida imposible" al municipal Francisco Reina Lleonart. Aquella misma noche habían tiroteado la fachada del Ayuntamiento de Santa Perpètua de Mogoda porque en el balcón no ondeaba la bandera española.

Los primeros atracos

Fue poco antes de que finalizara el mes de octubre de 1979. Exactamente un domingo por la mañana. Manuel Reinero Banda, el Comandante, Vel guardia civil Julio González Palomares habían quedado en ir juntos al auto-cross. Fue en la autopista, mientras González Palomares, conducía. Le dijo que estaba cansado del cuerpo, de las guardias interminables, de los servicios, de la falta de dinero y de las dificultades por conseguir un ascenso. A renglón seguido se lo propuso sin ambigüedades. Se trataba, en definitiva, de dar uno o dos golpes. Conseguir un buen botín y resolver de esta manera sus problemas financieros. Después retirarse y seguir viviendo. Manuel Reinero Banda no contestó o en el mejor de los casos le respondió con un monosílabo.

Volvieron a hablar de ello días más tarde, cuando habían tiroteado ya la fachada del Ayuntamiento de Ripollet y el local del PSUC de la barriada de Pueblo Nuevo de Sabadell. Esta vez la conversación fue mucho más extensa. Hablaron de la necesidad de buscar a una tercera persona, digna de toda confianza, y de mantener al margen a casi todos los demás. Hubo unanimidad. El Comandante se encargó de contactar con un planchista, Juan Centellas Miguel -actualmente detenido con Reinero Banda y González Palomares-, al que no le iban muy bien los negocios.

No hubo ninguna dificultad. Escogieron una sucursal del Banco de Huesca, en Sentmenat. Conocían la oficina a la perfección. Fue un éxito. Una semana más tarde asaltaban el Banco Central de Sant Feliu de Codines. Era fácil. Muy fácil. El 21 de noviembre asaltaron en un solo día dos bancos de Valldoreix. Siempre los tres juntos. En sólo dos ocasiones faltó González Palomares, por estar de servicio en los locales de Televisión en Miramar y en el edificio del Gobierno Civil de Barcelona. Se sentían seguros.

Las desavenencias

Barcelona fue su siguiente objetivo. Hubo un respiro durante las Navidades de 1979. Lo planearon pasado Reyes y lo llevaron a término contra una sucursal del Banco Central. Tampoco había dificultad y el botín era mucho más sustancioso. A Barcelona volvieron dos días después.

Había una cierta euforia; por eso González Palomares se dirigió el 28 de enero a uno de los empleados asaltados y le requirió el carné de identidad. Era una gracia. Sus dos compañeros la aplaudieron con una sonrisa. Mientras el empleado nervioso se deshacía en explicaciones y les ofrecía el carné de conducir. Fue en el transcurso de esa acción cuando González Palomares se quedó solo en el establecimiento, con la pistola en la mano, mientras sus dos compañeros huían. Desde el centro de la sala, cuando les veía desaparecer por las puertas de cristal, González Palomares gritó a los empleados: "Un día volveré" frase que resonó en las paredes.

El incidente fue discutido con dureza en el almacén de Manuel Reinero Banda, en Polinyà, mientras se estaban repartiendo el dinero. González Palomares aseguraba que había sido una mala jugada y que hubiera podido desembocar en su detención. Los otros le restaron importancia al tema y empezaron a planear su última acción. Querían repetir en la Caja de Ahorros de Sabadell de Barcelona. Era una cuestión de honor.

Volvieron catorce días más tarde -11 de febrero de 1980-.Entraron los tres, saludando a voz en grito al empleado al que le habían requerido en la ocasión anterior el carné de identidad: "Hola Julián". Después se dirigieron a la ventanilla y reclamaron el dinero. Fue en ese preciso instante cuando González Palomares recordó el incidente de la vez anterior, se dio media vuelta y abandonó el local.

Aquel día, mientras se repartían el dinero del botín, en el almacén de Polinyà, volvieron a discutir con acritud, y decidieron dejar sin dinero a González Palomares. Los gritos de cobarde, los insultos y las amenazas fueron el epílogo. No volverían a hacer más atracos. Diez bancos y once millones de pesetas cerraron el balance.

El Ejército Español de Liberación

El Ejército Español de Liberación nació días después, en febrero de 1980, cuando decidieron reanudar sus acciones de tipo político y planearon el tiroteo contra el edificio de Amics de les Arts de Terrassa, porque para ellos aquello era "un nido de drogadictos y rojos". Dispararon con las armas, mientras Reinero Banda pintaba de nuevo con spray negro: "La próxima vez tiraremos a matar. Ejército Español de Liberación". Esta fue su resurrección.

Era como retroceder meses atrás. El episodio de los atracos se había ya olvidado y se sentían más que nunca unidos por esa promesa de no delatarse unos a otros y de ayudarse en caso de detención. Había que cerrar filas. Como siempre. Como en los viejos tiempos.

La última acción del EEL se realizó aquel mismo mes de febrero, cuando salieron a la calle para combatir una manifestación convocada por la izquierda. Las Ramblas de Terrassa se llenaron de octavillas firmadas por el EEL amenazando a los partidos marxistas. Esta fue la pista que siguió la Brigada Antiterrorista para desarticular el grupo.

La declaración de Reinero Banda precipitó las otras catorce detenciones y, como en cascada, siguieron las destituciones y depuraciones en la Guardia Civil de Ciutat Badia. Se inició de esta manera la instrucción de la causa 86/80 de la Audiencia Nacional.

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