Un estreno de Nicholas Ray
"Había el teatro (Griffith), la poesía (Murnau), la pintura (Rossellini), la danza (Eisenstein), la música (Renoir). Pero desde ahora hay el cine. Y el cine es Nicholas Ray". Este fue el principio del apasionado texto que escribió Jean Luc Godard al ver por vez primera Victoria amarga (Bitter Victory), la película que Nicholas Ray rodó en 1957 y que hoy estrena televisión. La censura no había tolerado su exhibición en nuestro país.La historia se sitúa durante la segunda guerra mundial. Un comandante (Curd Jurgens, cuya interpretación entusiasmó a los críticos de la época, aunque Nicholas Ray confesaba que hubiese preferido a Montgomery Clift para ese papel) es encargado de una misión contra las fuerzas de Rommel; su esposa, Ruth Roman, había tenido anteriormente relaciones sentimentales con el oficial que interpreta Richard Burton. El conflicto personal entre los dos hombres acompaña su aventura militar.
Decía el vehemente Jean Luc Godard que Victoria amarga "es una película anormal. El interés no se centra ya en los objetos, sino en lo que hay entre los objetos, y que a su vez se convierte en otro objeto. Nicholas Ray nos obliga a mirar como real lo que no se miraba siquiera como irreal, lo que no se miraba. Victoria amarga se parece a esos dibujos en los que se pide a los niños que busquen al cazador en un entresijo de líneas a primera vista sin ningún significado".
Adjetivos de la poesía
Nicholas Ray, al hablar de su cine, quizá concretó mejor los adjetivos de su poética: "Siento que uno de los temas constantes de mis películas es la soledad del hombre. Pienso que en ella hay una lucha y una búsqueda que pueden conducir tanto a la desesperación como a una forma de vida productiva y eficiente y a una existencia feliz dentro de las limitaciones de cada día. Entonces el individualismo se hace más importante que la soledad, que procede de un sentimiento de rechazo".
El sueño de las estrellas
¿De qué trata realmente Victoria amarga? Según Godard, que citan con credibilidad José Luis Guarner y Jos Oliver en el libro que publicaron sobre Nicholas Ray con motivo del homenaje que le tributó en 1974 el festival de San Sebastián, la película trata "de las estrellas, tal vez, y de los hombres a quienes les gusta contemplarlas y soñar"."Esta película no es el reflejo de la vida", sigue diciendo el director francés, uno de los promotores de la mitología del autor en el cine norteamericano: "Es la v¡da misma hecha película, vista desde detrás del espejo en el que la capta el cine. Es, a la vez, la más directa y la más secreta de las películas, la más preciosa y la más tosca. No es cine, es mejor que cirie".
En la filmografia de Ray, Victoria amarga se sitúa poco antes de Chicago año treinta, Los dientes del diablo y Rey de Reyes, que inició su actividad en España a las órdenes de Samuel Bronston, bien distinta, a pesar del entusiasmo de sus exegetas, de Johnny Guitar, Rebelde sin causa o Busca tu refugio, películas anteriores en su trayectoria y causantes de la gloria que Ray disfrutó entre los críticos cinematográficos europeos. Uno de ellos, Wim Wenders, convertido luego en director, filmó sin escrúpulos la agonía de Ray en su oportunista Relámpago sobre el agua. Quizá quede como síntesis de una película tan aberrada la idea positiva de que Ray, aun sabiéndose ya condenado a muerte, seguía soñando con la posibilidad de dirigir películas. No fue fácil su trayectoria en Hollywood, al que no importó el buen nombre del director entre los especialistas europeos que, como se ve, encontraron en Victoria amarga una razón para admirarle.
Victoria amarga se emite hoy, a las 16.05, por la primera cadena.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.