El cine en la pequeña pantalla
Hoy sábado TVE ofrece en primera cadena dos películas que, sin ser obras maestras, tienen cierto interés. La última noche del Titanic, cinta inglesa de 1958, cuenta el hundimiento del "invencible" trasatlántico en 1912; de las muchas versiones cinematográficas de aquel trágico hecho se tiene a ésta como la mejor. El diablo sobre ruedas, de más reciente factura ( 1972), cuenta, en términos que pretenden ser míticos, una persecución por un paisaje desértico del oeste estadounidense: un gigantesco y anónimo camión hace la vida imposible a un pacífico automovilista. La película es la primera del luego famoso Steven Spielberg.
El primer Spielberg
. Gracias al premio obtenido en el Festival de Cine Fantástico de Avoriaz (Francia) de 1973, pudo estrenarse comercialmente El diablo sobre ruedas (Duel), la primera película profesional del entonces desconocido joven de veinticuatro años Steven Spielberg. Años después fue el director, entre otras, de Tiburón, Encuentros en la tercera fase, En busca del arca perdida y E. T.; se convirtió, por tanto, en el más comercial de los autores norteamericanos del momento.
Vino a España para promocionar su película. Con una timidez que ahora sorprende, nos contó que hasta entonces había trabajado en la televisión al servicio de series como Marcus WeIby y Audacia es el juego, y que El diablo sobre ruedas se había rodado con poco dinero (450.000 dólares, algo más de 45 millones de pesetas) y en sólo 16 días.
"Necesitaba, al menos, cuarenta jornadas", manifestó Spielberg. "De haberlas tenido, hubiese eliminado todos los diálogos. Me parecía mejor limitar la historia de ese camión que persigue inexplicablemente al pobre automovilista, a una película de sonidos, sin palabras. Pero no fue posible".
El diablo sobre ruedas nos sorprendió a todos. Fuera de tópicos, se limitaba a narrar la absurda persecución a muerte de que es objeto un triste viajante por parte de un camionero al que nunca se le ve el rostro.
"El protagonista" contaba Spielberg, "era el camión. Lo elegimos como si se tratara de un actor. Cuando encontramos uno que podía tener una cierta cara humana, lo pintamos de oxidado, le echamos aceite, pusimos saltamontes muertos en su parabrisas, le añadimos dos trozos de raíl como parachoques y a los lados pusimos una especie de orejas. Lo que más trabajo nos costó es que echara humo constantemente. Yo quería que no dejara de hacerlo en ningún plano de la película. Tenía que tener vida propia".
En las intenciones de Spielberg (y de su guionista Ralph Matheson, autor, entre otras obras, de Soy leyenda), tan compleja persecución tenía un objetivo muy claro: "Quise mostrar cómo el americano de clase media alta se halla tan alejado de la violencia que carece de medios para afrontar cualquier tipo de agresión; en este caso, son sus propias pesadillas las que le atormentan".
Pesadillas que no son las que la película cuenta. Decía Spielberg que los productores le obligaron, una vez acabado el primer montaje, a filmar la secuencia en la que el perseguido llama por teléfono a su esposa: "Querían explicar que este hombre estaba oprimido por su mujer y que por eso era un cobarde. Odio esa secuencia".
En su primer trabajo, Spielberg mostró sus excelentes cualidades para la narración cinematográfica. Para numerosos críticos sigue siendo Duel la mejor de sus películas.
El diablo sobre ruedas se emite hoy, a las 22.30 por la primera cadena.
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