_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Y Núñez creó un caníbal

Aunque el Barcelona figure en estos momentos en la primera posición de la tabla, la sensación de que la institución vive atenazada en una aureola borrascosa y lamentable empieza a calar entre todos aquellos que siendo seguidores del club no adoptan respecto a él una actitud fanática. La exhibición antideportiva en la Supercopa y las sanciones que ha merecido a escala europea dan testimonio de la mala imagen exterior que tiene en estos momentos la entidad. La declaración de persona non grata contra José María García, por mucho que a la mayoría de los catalanes les parezca en muchos momentos improcedente el tono de este informador, revela la incapacidad que tiene la directiva de Núñez de asumir la crítica y de ir, en todo caso, alos tribunales, lo que constituiría la única salida democrática al problema. El conflicto por la retransmisión del último partido de baloncesto confirma la teoría de que a la hora de de limitar la política de fondo del club sólo parecen pesar los factores económicos del lucro inmediato y directo. Por eso y por cosas parecidas, al Barcelona se le considera rico, no bueno; sus directivos son negociantes, no ejemplares; y lo que es más grave: su imagen es, por todo lo anterior, tan mala, que parece dar la razón a los chistes más lamentables que se hacen por ahí sobre la personalidad y los tics de los catalanes. Muchos barcelonistas se solidarizan ahora con las tesis del escritor Josep María Espinás sobre el Barga actual. Aunque Espinás siempre ha querido el triunfo sistemático del equipo, a la vista de la manera de actuar de la directiva de Núñez, ya no se siente "tan comprometido". "Este Barça comienza a avergonzarme demasiado" dice, y lo expresa desde su condición de persona muy poco sospechosa de tibieza en lo catalán o en lo culé. Sus razones, las razones de los catalanes que piensan así, son naturalmente muy diferentes de las de los antinuñistas/ antibarcelonistas del resto de España. Muchos de esos antibarcelonistas de siempre -que lo eran ya en etapas en que el club estaba dirigido con corrección y buena educación- se apuntan ahora, con oportunismo, al "Barça si, Núñez no", disfrazando de esta manera su rechazo a lo que ha existido siempre detrás de la adhesión de la grada barcelonista a sus futbolistas, la catalanidad del club.

Ahora, la vergüenza creciente, excesiva" en palabras de Espinás se abre paso entre los barcelonistas de toda la vida. En general, a esos barcelonistas no les hizo demasiada ilusión que en su momento ganara las elecciones Núñez. Les parecía un advenedizo, poco catalán, sin pedigrí demócrata y con más aspecto de hincha que de directivo inteligente. De todas maneras les iba bien por dos de las ideas del Núñez-electorero: "administraremos el Barça con crite rios de empresa" y "abriremos el club a la fiscalización por parte de los socios". Las directivas anteriores habían estado formadas por caballeros muy correctos, demócratas y catalanes de toda la vida que, sin embargo, administraron la entidad con criterio de peña de amigos, logrando una buena imagen pero escasas victorias.

Luego, con el tiempo, a los bar celonistas de siempre también les iba bien el catalanismo advenedizo y gritón, victimista -respecto a Madrid- y primario que empezó a exhibir Núñez, ya presidente por mala conciencia respecto a sus posturas anteriores, por necesida des dialécticas al no conseguir ninguna Liga y por consejo de sus asesores de imagen. Simultáneamente, iba bien su eficacia administrativa, la agradable sensación de que con este presidente se acababan las ambiguedades y se reconocía que la pequeña y trabajadora Cataluña sabía crear el club más rico del mundo. A través del menudo presidente vasco, debidamente integrado en la sociedad catalana hasta el punto de ceder el Estadi para un acto convocado por la Crida en defensa de la lengua catalana, se exportaba la imagen de la rentabilidad económica de los esfuerzos hechos en Cataluña.

El pecado de la grada de siempre fue, sin embargo, aceptar lo anterior sin mostrarse exigente con lo demás, con las formas y los procedimientos, y cerrar los ojos ante síntomas dramáticos. Al principio no quiso ver lo que significaba la circulación impone de los morenos, una auténtica banda armada mañosa de los nuñistas; luego se desentendió de la campaña de la directiva contra los periodistas que resultaban incómodos; mas adelante calló ante las salidas de tono presidenciales, la exhibición vanidosa de dinero, las presiones a TVE -y el final de muchas retransmisiones- hechas con mal estilo, el coqueteo público con ese enemigo secular de lo que siempre ha encarnado el Barcelona que se llama Pablo Porta; y culminó al tragarse una reelección formalmente impresentable. Con todo ello ha ido configurándose un club antipático y con escasas esencias, de modo que en estos momentos el Barcelona es -y lo sabemos los propios catalanes- la versión futbolística del capitalismo más salvaje, de quienes contratan a mercenarios eficaces aunque sean maleducados, de quienes se han descastado respecto a sus propias raíces, y que a pesar de pagar todos esos precios resulta incapaz de conseguir los objetivos propuestos. El Barça no sólo tiene la peor imagen de su historia, sino que en vez de fomentar adhesiones racionales desata furias como la que el pasado fin de semana se tradujo, paradójicamente, en una agresión al portero de su equipo de fútbol por parte de uno de los seguidores de su equipo de baloncesto. Es, quizá, sólo un síntoma, pero tal vez el síntoma de que el enorme monstruo sin alma que ha construido el nuñismo puede ser canibal y acabar devorándose a sí mismo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_