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Tribuna:
Tribuna
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La actitud crítica.

Cada mañana hay que elegir entre ser señor de sí mismo o el cómodo y agradecido esclavo del poder. El autor de este texto reivindica la actitud crítica pública en la política, en una reflexión sobre las conductas que parte del sentido de la propia estimación para llegar a la exigencia de una sociedad, y un partido, tan abiertos qué permitan y potencien esta actitud ética.

Todos los días recibe uno, como ración dadivosa, su diario consejo: no digas eso que lo puede aprovechar la derecha. Y si uno pregunta sobre la exactitud de lo puesto de manifiesto, con la más que acreditada intención de avanzar y avanzar en su compromiso, por el cambio individual y colectivo, no se le suele responder con lo que sería lógico: porque no es verdad. El interpelante se atrinchera en una de las más desgraciadas fórmulas de cobardía y de confusión, en el consabido tópico de que los trapos sucios se lavan en casa. En política, porque la política es pública, afecta a la población y a la ciudadanía, y se sufraga con los fondos públicos, los trapos sucios, de quien los tenga, se lavan y airean en la calle, aunque sólo sea para acabar con la práctica del ocultismo, y la más grave aún de la complicidad.No puedo recordar cuándo, pero hace mucho tiempo que tengo vivo aquello de que "ceder al conformismo y a la comodidad, evitar con ello el criticar y ser criticado, es una forma más del comercio", pero del mercado negro, se entiende.

Poseer la verdad

La verdad no se posee, pero no se puede cejar ni un día en su busca, y porque miles de hombres y mujeres arrostraron la incomprensión, la persecución y la ignominia, no estamos hoy afortunadamente en la edad de piedra, aunque el leer a veces las noticias cotidianas sobre la barbarie humana parezcan desmentirlo.

Por una ineludible obligación con la sociedad en la que se vive, y a la que se ha de servir, al haber recibido de ella inmerecida y acumuladamente tanta y tanta ocasión de intentar ser útil, y por un inexcusable compromiso de mejora con los que vienen y ha de entregárseles algo más presentable, el silencio ante lo injusto , lo miserable, lo egoísta y lo corrompido es un auténtico delito, que lógicamente no viene en los códigos penales, preocupados sólo de conservar los privilegios de los que legislan para sí y para la permanencia de sus bienes y privilegios.

Por una insufrible sensación de hipocresía para con el propio partido al que se pertenece y para con las ideas y objetivos que lo alimentan, por el recuerdo de quienes, con su sufrimiento y entrega, hicieron real lo que parecía entonces utopía o mesianismo, y porque las organizaciones no pueden confundirse con sus temporales responsables, y menos aún con los irresponsables que a veces se aprovechan de ellas, y sobre las espaldas de los ilusionados y anónimos militantes construyen sus carreritas, hay que hacer realidad esa libertad de la que hablaba, el poeta, de poder decir y decir bien alto, cuando así nos lo impone la propia historia del partido, mierda.

Por su sentido elemental de la propia estimación, que algunos confunden y califican de libertarismo individualista, precisamente porque están bien prestos a ser algo, y no se han planteado como principal problema la autenticidad, el ser alguien siendo uno mismó, no se pude ceder, ni por miedo a la represión, a ser malentendido a no ser aplaudido, a la hábil política de navegar con todas las corrientes y estar siempre predispuesto a justificar o silenciar toda clase de aberraciones, y con ello dimitir del propio compromiso.

No es buena, y es suicida, la sociedad cerrada, acrítica, timorata y callada. Quien la defiende lo suele hacer porque se cree superior, y toma a los demás por no formados o incapaces de ver la lógica tensión de la discrepancia,y se suele erigir en su salvador llamándose führer, caudillo, césar o papa.

Contra la endogamia

No es bueno el partido cerrado, endogámico, secta o camarilla que impone en su seno el total acuerdo, sopretexto de la imagen o la disciplina, y con la misma gallardía eón que exhibe sus aciertos y logros no saca a la calle sus tensiones y sus errores, para ejemplarificación diaria de la sociedad abierta, pluralista, democrática, defensora de la libertad que quiere construir. Esos partidos de nomenclaturas inatacables, de aciertos permanentes, de jerarquización tan disciplinada, en los que la disciplina es una espada y no una conducta de libertad libremente asumida, son los que propician y defienden las sociedades autocráticas y estructuradas basadas en el a callar y obedecer.

No es bueno que el ciudadano individualmente considerado, si ello es posible, reciba como moneda de curso legal, desde la familia, la escuela y la sociedad el consejo de la habilidad silenciosa, de ese viejo refrán de tú calla y aprovéchate, o aquél dé que quien a buen árbol se arrima..., etcétera.

Decir al ciudadano que no se meta en problemas, que no se comprometa, que codillee, engañe, calle, aproveche, ascienda, escale, premie y llegar a hacer motivo de admiración social la más repugnante conducta de fraude, versatilidad, astucia, oportunismo, ha sido el fundamento de esta sociedad agresiva, hipócrita e insolidaria que nos han legado y que, al parecer, no queremos cambiar.

Hay aún gentes con imagen de izquierda que por rió haber penetrado profundamente en la ideología,del fascismo lo practican inconscientemente cada día en su lucha por medrar, en sus calumnias y en sus silencios, en la acomodación y en la recompensada cobardía que sirve de fundamento a la prosperidad de los, acostumbrados al mercado de conciencias. Cuánta gente no tendría ser humano alguno a quien comprar si hubiera al menos seres auténticamente libres que no estuvieran dispuestos a venderse.

Lo dijera quien lo dijera sigue siendo válido: no se puede servir a dos señores, hay que escoger cada mañana entre ser el señor de uno mismo o el cómodo y agradecido esclavo del poder, y hoy por hoy es buscar la cuadratura del círculo tratar de cohonestar la lucha por lajusticia, la democracia y la libertad, callando frente a la injusticia, doblegándose ante la jerarquía o sometiendo nuestra propia libertad y la ajena al capricho y arbitrariedad de otros. Estos son los principios que a muchos nos llevaror al socialismo y bien vivos están los ejemplos en los viejos militantes y en los que fueron sus fundadores.

Este es un año de conmemoraciones y centenarios, pero el mejor homenaje que se puede hacer a la figura de Carlos Marx y de la variada gama de sus continuadores, es recuperar ese sentido crítico y libre que constituye la esencia de la izquierda no estabulada, ni alquilada o vendida.

es diputado del PSOE por Cáceres.

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