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Reportaje:

Amparo Baró se considera premiada al poder representar la Nora de lbsen

Después de veintisiete años de trabajo diario en el teatro, Amparo Baró, nacida en Barcelona en 1938, está totalmente feliz porque ha conseguido para ella la interpretación de Nora, la heroína de Casa de muñecas, de Ibsen, en una representación por la que también ha sufrido una de las mayores rabietas de su vida, cuando al día siguiente del estreno la obra estuvo a punto de ser retirada de la cartelera por las reclamaciones de Ana Diosdado, autora de la versión estrenada en el teatro Bellas Artes de Madrid.

Es una mujer de maneras suaves y tiernas, incluso cuando habla de sus disgustos y contrariedades. Hija de un trabajador metalúrgico, desde los diecinueve años, vive exclusivamente dedicada al mundo escénico, y aquí es donde ha encontrado las mayores satisfacciones, "porque pude empezar en teatro con Adolfo Marsillach, y en televisión, con Jaime de Armiñán, y eso fue una gran suerte. Importa mucho lo que hagas en los primeros momentos, y yo empecé ya en Barcelona haciendo cosas importantes, y desde entonces no he parado".Mientras fuma incansablemente cigarrillos negros y toma despacio una copa de anís dulce, recuerda que desde que empezó, sin antecedentes familiares que la animaran ni ayudas especiales, no ha conocido la desocupación más que durante unos pocos meses, hace ahora cuatro años. "Pero rápidamente seguí trabajando en todo tipo de cosas y en todos los medios, especialmente en teatro."

Cuando no está en un escenario, se va a su casa madrileña, en la que vive con su madre, de 78 años, una mujer con la que se entiende y es feliz, "pese a la diferencia de edad, conectamos y vivimos bien juntas. Aunque nunca lo ha dicho, creo que a ella le hubiera gustado ser actriz. Y cuando quiero despejarme y descansar, lo que más me gusta es irme al campo, a la finca que unos amigos tienen en Talavera de la Reina, donde me dedico a pasear".

Pero salvo esos pequeños ratos, su dedicación exclusiva sigue siendo el teatro. Ahora está fascinada con su personaje de Nora y habla y gesticula con la misma candidez que su interpretada utiliza sobre el escenario. "Me gusta Nora y me gustan sus reacciones. Yo quisiera reaccionar como ella a la hora de enfrentarme a mis problemas. Con esa misma serenidad y tranquilidad".

Está satisfecha de su trabajo en la obra que ahora representa, y las críticas negativas que haya podido recibir no han influido ni en su ánimo ni en su trabajo. "Porque en esta ocasión se han equivocado. Yo soy receptiva a las críticas y ha habido ocasiones en las que se han variado cosas. Pero algunas de las pegas que se han puesto ahora a mi trabajo han sido que no doy el infantilismo que Nora requiere a veces, y yo sé que eso es incierto."

Sus maneras suaves varían cuando se lanza en esa autodefensa, aunque no por eso exteriorice la menor agresividad y llegue a perder la imagen de niña grande que le da el chándal amarillo en un rostro desmaquillado y pálido. "Tengo una profesionalidad que me respalda a la hora de dar determinados personajes y, en este caso concreto es un personaje que entiendo. Y eso lo sé".

Al hablar de las cosas que le gustaría hacer cuando se haya despedido de Nora, asegura encontrarse en un momento en el que cree haber encontrado la fórmula profesional que más le satisface: el grupo de producción teatral Alcava. "No aspiro a grandes cosas, ni a representar grandes personajes. Ahora me interesa más esta otra forma de funcionar, en la que un grupo de gente que amamos este trabajo estamos compenetrados y buscamos cosas que nos sirvan, primero a nosostros, única condición para hacer un producto que le interese al público. Es algo como lo que ocurría con las compañías de repertorio, y es la fórmula que más me puede satisfacer".

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