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Reportaje:

'Quico' Mañero no quiere ser el 'delfín' de Felipe González

A sus veintiséis años recién cumplidos, es ya casi un carroza dentro de las Juventudes Socialistas (donde la edad media no llega a los veintidós), y él lo sabe. Sin embargo, en la tarde del domingo, los casi mil jóvenes que clausuraban el Congreso de las JJ SS reelegían a Federico Mañero como su secretario general. Lleva seis años ocupando cargos dentro de las Juventudes Socialistas, primero como secretario de Relaciones Internacionales; después, como secretario general, cargo para el que fue elegido precisamente la víspera del 28 de febrero de 1981.

Esta ya larga carrera dentro de las JJ SS y del PSOE -al que lleva ocho años afiliado- no le ha convertido, dice, en un aparatchik, en un burócrata del partido, incondicional a sus dirigentes. "Siempre he tenido fama de ir por libre, de no haberme vinculado a nadie, aunque también se haya dicho que yo era un pequeño Benegas por mi amistad con Chiqui". No es un hombre del aparato, dice no aspirar a ser delfín de Felipe González ni de nadie; ni siquiera quiere hacer carrera política -"esto no es un trampolín"-. Lo que a él le gustaría, dentro de dos años, sería terminar las cuatro asignaturas pendientes de Derecho, hacer la tesina y dar clases en la Universidad de su San Sebastián natal. Eso es, al menos, lo que declaró a los periodistas, en un encuentro a caballo entre una entrevista para España a las ocho, de RNE, y un viaje a Viena, para tratar cualquier asunto relacionado con el movimiento juvenil europeo.Otra cosa es que consiga sus propósitos. No es un burócrata del partido, pero tampoco es un crítico. Además, tiene una notable facilidad de palabra -que, en ocasiones, le hace caer en un cierto verbalismo- e indudables condiciones para la política: conoce a los responsables de las juventudes socialistas de Europa y América y todos le auguran un buen porvenir dentro del PSOE. Puede que todo ello sea compatible con la docencia pero no parece lo más probable.

Disfrutar del presente

En todo caso, Federico Quico Mañero se limita a disfrutar del presente, de una ocasión que él sabe que es única: con veintiséis años, controla una organización de 21.000 afiliados, forma parte de la ejecutiva federal del PSOE y es vicepresidente de la Organización Internacional de Jóvenes Socialistas. Todo ello le permite conocer a fondo la maquinaria de los partidos y a quienes, tal vez como él mismo, serán los dirigentes de la socialdemocracia del siglo XXI.Todo eso, ahora, tiene tanta o acaso menos importancia que su compañera, sus libros de poesía -"la poesía me sustituye al mar. Cuando yo vivía en San Sebastián, me iba todos los días a leer los periódicos frente a la Concha"- o los amigos de siempre, casi ninguno de ellos, por cierto, ligado a la organización socialista. Pero Quico sabe que no en vano dejó los estudios en 1977, no en vano dejó la Concha y la relativa comodidad de una familia burguesa en San Sebastián para venir a vivir en Madrid, en un viejo piso compartido con otras tres personas, con un sueldo de 60.000 pesetas.

Pero, por el momento, Mañero sabe aguardar con calma, y con buena dosis de inteligencia, este futuro. Es un joven como otros muchos, con cierto aire de estudiante acomodado, serio sin ser antipático, algo grueso -"ya no tengo tiempo de hacer deporte"-, fuma un canuto de cuando en cuando y es consciente de sus responsabilidades, aunque trate de no aparentarlo. Sus años de militancia en el PSOE, la mayor parte en cargos de responsabilidad en las Juventudes, le han marcado con un sello indeleble de ortodoxia, aunque también trate de no aparentarlo. Habla de "cerrar filas con el Gobierno en la aplicación de su programa, aunque creemos que la mejor contribución que podemos prestarle es decir las cosas que no nos gustan". Es laico y se dice marxista, pero marxista heterodoxo. Definitivamente, aparenta más edad de la que tiene, es de esos que parecen catapultados hacia los titulares de Prensa.

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