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Cadena perpetua contra un amigro del ex fiscal general irlandés

Soledad Gallego-Díaz

Las novelas de Agatha Christie pueden volverse a veces realidad. Al menos en el mundo anglosajón. La historia de Malcolm McArthur, un irlandés de 36 años, guapo, rico, amigo del fiscal general y conocido del jefe de policía, que un buen día asesinó a martillazos a una enfermera y mató a tiros a un granjero, y que fue detenido después de una laboriosa investigación, merecería engrosar la numerosa bibliografía de la escritora británica. Incluso, como en las historias de Agatha Christie, el acusado, en un gesto teatral que sorprendió hasta a sus abogados, confesó todo en el juicio y aceptó, con una profunda reverencia y sonriendo, la pena que le impuso inmediatamente el juez: cadena perpetua.La historia conmovió a la sociedad irlandesa el verano pasado. La policía detuvo, como sospechoso de un doble asesinato, a un hombre que se hospedaba en el lujoso apartamento del fiscal general, Patrick Connolly. El escándalo fue mayúsculo, y el entonces primer ministro, Charles Haughey, no facilitó las cosas: "Esto es grotesco, increíble, extraño y sin precedentes". Una ristra de adjetivos que significaba una sola cosa: el fiscal, que estaba pasando unos días de vacaciones en Nueva York, debía volver inmediatamente y dimitir. Y así ocurrió.

Poco a poco se supo quién era el joven asesino. Hijo de unos granjeros acomodados, se había educado en Estados Unidos, donde obtuvo su graduación como experto en arte. Malcolm era una figura muy respetada en los medios artísticos y bohemios de Dublín, donde conoció a una joven, Brenda Little, de una buena familia irlandesa, con quien tuvo hace siete años un hijo. A través de la familia de su mujer conoció a Connolly, de quien se hizo muy amigo. Tanto, que McArthur utilizaba regularmente el coche oficial del fiscal general, conducido por un policía, incluso después de cometidos los asesinatos y cuando se suponía que toda la policía de Irlanda buscaba al criminal.

Malcolm McArthur vivió en Tenerife durante la primavera de 1982, pero poco después, falto de dinero, volvió a Dublín y le pidió su apartamento al fiscal. El pasado 22 de julio, con una pistola de juguete, obligó a una joven que tomaba el sol en un parque, la enfermera Birdie Gargan, a subir a su coche y, "como se puso nerviosa", la golpeó repetidamente con un martillo. Se cree que más tarde disparó contra un granjero de veintisiete años y le mató, sin que existieran tampoco motivos.

Unos días después de cometidos los asesinatos, y acompañando al fiscal, Malcolm McArthur conoció al jefe superior de policía, con quien comentó los asesinatos.

McArthur fue detenido, se declaró culpable y el jurado tardó diez minutos en dar su veredicto: cadena perpetua, que en Irlanda equivale a quince años.

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