La dirección del PNV reconsidera su tendencia al 'hegemonismo' político en el País Vasco
El anuncio por parte de Garaikoetxea de la retirada del primitivo proyecto de ley de territorios históricos y su oferta de consensuar un nuevo texto podría interpretarse como un giro respecto al hegemonismo que había presidido, hasta las elecciones del 28 de octubre, la actitud del PNV en las instituciones autonómicas. Otra posible explicacion de tal actitud sería que, independientemente del ascenso electoral de los socialistas, el Gobierno de Garaikoetxea prefiere tratar con la oposición parlamentaria antes que con la oposición Interna, representada por un sector del propio PNV.
El espectacular avance socialista del 28-0 fue acogido en las altas esferas del PNV con un sentimiento a medio camino entre la perplejidad y la irritación. La expresión "les esperamos en las autonómicas" escuchada en la misma noche electoral, venía a resumir gráficamente ese sentimiento. Por su parte, los socialistas se apresuraron a recordar al PNV que su Gobierno -monocolor merced a la ausencia voluntaria de Herri Batasuna del Parlamento autónomo- tenía los pies de barro. Más concretamente: que tras el 28-O, el PNV -cuyos votos representaban el 22% del censo- no podía seguir gobernando como antes.El primer síntoma de que (más allá de los análisis de ciertos socíólogos más papistas que el papa empeñados en demostrar que nada había realmente cambiado) Garaikoetxea y los suyos sí habían comprendido el significado del 28-O, fue la disposición del grupo parlamentario nacionalista a consensuar la "ley básica del euskera", que fue aprobada por el pleno del Parlamento autónomo el pasado 26 de noviembre.
La Cámara vasca aprobó el 9 de diciembre una importante proposición no de ley sobre la pacificación de Euskadi, tras aceptar el PNV la enmienda a la totalidad presentada por el grupo socialista. Y una semana después, los nacionalistas aceptaban, en el pleno de las juntas generales de Vizcaya, en las que cuentan también con una cómoda mayoría, aplazar la votación sobre su propuesta de modificación de las instituciones forales a la espera de un posible acuerdo con la oposición.
Actitudes insólitas
En su conjunto, estas actitudes nacionalistas, insólitas hasta el momento, describen un importante giro del PNV y vienen a dar retrospectivamente la razón al PSOE y a EE, que hace más de un año habían presentado, sin éxito, una propuesta en virtud de la cual la aprobación de la legislación básica de la comunidad Autónoma exigía una mayoría cualificada, lo que implicaría, a su vez, la necesidad de consensuar con la oposición.La verdadera prueba de fuego de la sinceridad del nuevo rumbo residía, sin embargo, en la receptividad que los nacionalistas mostrasen ante la propuesta del PSOE y EE de retirar el proyecto de ley de Territorios Históricos (LTH) -especie de constitución interna de la comunidad autónoma- y negociar un nuevo texto.
Prevista su aprobación en el programa oficial del Gobierno para el cuarto trimestre de 1980, la LTH, que debe regular las relaciones políticas y hacendísticas entre las instituciones comunes y las propias de cada provincia, se ha convertido en la pieza estelar de la actual legislatura. El diputado general de Alava, Emilio Guevara, a la sazón portavoz del grupo nacionalista en la cámara vasca, expresó públicamente su oposición al proyecto presentado por el Ejecutivo. Aun a riesgo de desautorizar abiertamente al Gobierno de Garaikoetxea -de hecho el consejero de Hacienda presentó su dimisión, que no fue aceptada- el PNV se plegó a las exigencias de Guevara e impuso un texto alternativo. El Gobierno no tuvo más remedio que asumir el nuevo texto, aun a sabiendas de que resultaba inaceptable para la oposición.
Así estaban las cosas cuando, en su tradicional encuentro de fin de año con los medios informativos, Garaikoetxea anunciaba el martes pasado su intención de retirar el primitivo proyecto y de constituir una comisión parlamentaria que transforme el texto actual en uno que resulte aceptable para al menos dos tercios del pleno.
La nueva actitud de Garaikotxea parece determinada no sólo por el convencimiento de que ya no se puede gobernar como antes del 28-O, sino también por la necesidad de desplazar el debate del terreno interno nacionalista a un campo más abierto, en el que la oposición tenga ocasión de participar. La experiencia ha debido demostrar al lendakari que, por paradógico que parezca, las resistencias internas pueden resultar más desestabilizadoraas para sus proyectos a medio o largo plazo que las representadas por EE y los socialistas.
Se había dicho que la hegemonía del PNV era tal que hasta la oposición más intensa y eficaz -Guevara y los provincialistas por una parte, los sabinianos por otra- le pertenecía. Ha resultado tan cierto como peligroso para Garaikoetxea y su Gobierno. De ahí su sutil cambio de rumbo. Como mínimo, conseguirá ganar tiempo, porque Guevara ya ha anunciado que no volverá a presentarse en las elecciones locales. Y solo faltan tres meses para la renovación de las diputaciones.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.