Amparo Rivelles: "He sido, naturalmente, actriz"
Amparo Rivelles estrena hoy, en el teatro Alcázar, de Madrid, El caso de la mujer asesinadita, de Miguel Mihura, a las órdenes de Gustavo Pérez Puig. Una comedia que ella califica de "muy divertida. Si el público se divierte como nosotros, irá perfectamente". Asegura que se hizo actriz de una manera natural, casi obligatorio, dada su ascendencia, y que "si al principio me gustaba más la vida del teatro que el trabajo de actriz, ahora me pasa lo contrario".
Amparo Rivelles, que ha hecho la mayor parte de su carrera de actriz en México, ha visto crecer su popularidad en España tras la interpretación de Doña Mariana, en Los gozos y las sombras, la novela de Gonzalo Torrente Ballester que fue vista en televisión el año pasado. Ahora hace otro tipo de papel, "que siempre había sido visto como de dama joven. Y en realidad, leyendo la obra notas que da igual la edad"."Hacer una obra de Mihura me gusta siempre", dice. "Iba a hacer otra cosa con Gustavo Pérez Puig, pero hubo dificultades y me propuso ésta". "Yo estrené Una mujer cualquiera, que don Miguel escribió para mí. Y he hecho Melocotón en almíbar, y El caso de la señora estupenda, y, bueno, muchas". "Esta, El caso de la mujer asesinadita, se diría ahora que va de parapsicología, ese tema que se lleva tanto. Creo que Mihura se adelantó a su tiempo tocándolo y que la obra es plenamente actual, aparte que tiene una fantástica comicidad y los diálogos son estupendos, como siempre en el caso de Mihura y de Alvaro de Laiglesia, que escribió esta obra con él".
Vuelve el humor
A Amparo Rivelles le parece que este es un buen momento para hacer humor. "Este mundo nos ofrece demasiados motivos de preocupación: las monedas que se devalúan, las guerras que amenazan, en fin, que a mí no me apetece nada hacer un drama. Yo quiero reír y divertirme. Yo, y creo que el público también". Y eso parece que piensan los empresarios, porque, después de largas temporadas, están volviendo a estrenar teatro de humor de calidad. Para Amparo Rivelles, "Jardiel Poncela y Miguel Mihura están volviendo a ser apreciados, a estar de moda".Miguel Mihura es un recuerdo muy cercano. "Era como un chiste continuo. Tenía un humor constante y muy cáustico: no es que acostumbrara a meterse con las personas, aunque siempre nos hace gracia la mala idea, pero Mihura se metía con la generalidad de las cosas. Había un grupo fascinante, divertidísimo, que formaban él y su hermano Genaro, Tono de Lara, Edgar Neville, Conchita Montes, Rubio... Yo iba mucho, aunque solía limitarme a reír las gracias de todos ellos".
Para Amparo Rivelles, la nostalgia se alarga al tiempo mismo y a una manera de hacer teatro que quizá debería volver. "Había muchísima diferencia. Entonces", y se refiere a un pasado algo incierto, sin fechas, "iba más gente al teatro, el teatro era más barato, y hacerlo, también: los decorados, los trajes... Las compañías se formaban para hacer ocho, diez, doce obras, de manera que una trabajaba con la misma gente muchos años. Ahora se forman las compañías para hacer sólo una obra, y luego pueden pasar los años sin volver a coincidir con un compañero en el escenario. El conocerse de tanto tiempo hacía que esas compañías estables, titulares de los teatros, fueran como una familia, y la amistad y la camaradería entre los actores eran naturalmente más fuertes".
En el caso de Amparo Rivelles el teatro es realmente una familia. Ella es hija de una actriz casi legendaria, María Fernanda Ladrón de Guevara, y un actor no menos célebre, Rafael Rivelles. "Una de mis mejores satisfacciones es haber notado el entusiasmo que hay siempre que se habla de mi madre. A mí me lo enseñó todo, desde calzarme unos zapatos para salir a escena a todo lo demás". En cuanto a su padre, dice, "era un actor de los que hay y habrá muy poquitos". Y por fin, respecto al peso que supone una familia así, Amparo Rivelles dice: "Ser su hija ha sido sobre todo una ayuda. Nunca he sentido celos ni envidias: al contrario, han sido una lección para mí".
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