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La muerte del aventurero y multimillonario Achille Lauro cierra una época de la vida italiana

Juan Arias

A los 95 años ha expirado, sin pena ni gloria, el que se había autodesignado virrey de Nápoles, Achille Lauro, que un día fue considerado uno de los personajes más ricos del mundo, poseedor de una flota con más de cien naves. Pero, en realidad, con el comandante Lauro ha muerto una época italiana y una página de la historia de Nápoles aún no completamente escrita. Y es que el famosísimo personaje fue de todo: el gran exponente del paleocapitalismo, dueño de un imponente imperio económico construido de la nada y amasado y conservado con todos los ingredientes de política, camorra, y protagonista de genialidades e intrigas.

Fue uno de los personajes má amados, temidos y odiados. Y él hizo la corte a todos para mantener en pie su imperio: fue monárquico, democristiano, independiente, fascista y hasta pidió el carné de comunista, que nunca consiguió. Consiguió, eso sí, con su populismo y su fibra meridionalista tocar el corazón de los napolitanos más del pueblo, y comprarles con dulces y botes de tomate.Quiso estar siempre en pie, con una dignidad muy suya hasta los últimos momentos de su vida, de una vida que es irrepetible. Ya a los trece años era tan rebelde que su padre lo mandó como mozo en una de sus naves. Y fue para él una experiencia dramática, porque el capitán murió y el segundo oficial se volvió loco.

Nudista frente a los ingleses

Como lo fue cuando los ingleses lo desembarcaron en Nápoles. Estos le tuvieron veintidós meses en un campo de concentración y su venganza fue escandalizarles practicando el nudismo. Supo crearse un personaje que todos los observadores consideran hoy irrepetible. Fue el alcalde más popular de Nápoles y de Sortento. Consiguió que hasta De Gasperi interviniera para que fuera resarcido después de la guerra. Le hicieron la corte todos los partidos y consiguió medrar apoyado por el partido que siempre combatió: la Democracia Cristiana.Se compró la mitad de los periódicos de Nápoles y cuando ahora ha muerto estaba sin periódicos, pero la noticia de su muerte la dio lo único que le había quedado: su cadena privada de televisión. Fue también el presidente del equipo de fútbol de Nápoles hasta que murió. En todo fue sorprendente, hasta en su vida sentimental. Se recasó a los 84 años con la bellísima actriz Eliana Merolla, de 35 años, y adoptó una niña vietnamita a los noventa años. Decía que era lo que más amaba "porque era inteligentísima".

Llegó a llamársele el dueño de Nápoles, y empezó a quebrar cuando sus sueños de grandeza lo llevaron a querer extender su imperio en todo el sur del país, desembarcando hasta en Cerdeña donde se presentó a las elecciones pero sin éxito. Por lo menos, en apariencia, el viejo lobo capitalista ha muerto, como dicen los napolitanos sin escapar, como hacen hoy cobardemente los nuevos ricos en quiebra real o aparente. Sobre su cadáver siguen en pie todas las acusaciones de crak fraudulento. No se excluye que el imperio verdadero de Lauro esté bien conservado en el extranjero, en bancos y propiedades camufladas bajo nombres falsos. Pero él ha querido morir en Nápoles después de haber puesto a subasta los 2.000 objetos de su propiedad y quedándose sólo con un coche Fiat 127 y la habitación donde murió. Porque dijo antes de morir, "quiero pagar a todos mis acreedores". Y su amargura era el pensar como su hijo Ercole, a quien hace culpable de toda su quiebra, "haya podido despilfarrar tanto en tan poco tiempo". Lo peor de la caída del imperio de Achille Lauro es que mientras no ha resistido el millonario privado de las mil caras y de las infinitas paradojas y contradicciones, no le suceden hoy otras firmas privadas de un capitalismo más modemo y más limpio. El imperio bancario de Calvi acaba de caer miserablemente y toda la empresa privada, sobre todo la gran empresa, está profundamente en crisis. Y esto es lo que preocupa a los economistas, la falta de relevo de una burguesía nueva y eficiente.

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