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El 28 de octubre, elecciones legislativas

Suárez, el duque-candidato que pide perdón en los mítines

El Centro Democrático y Social se ha enfrentado a la presente campaña electoral con el gravé inconveniente de ser un partido recién fundado cuyas siglas son prácticamente desconocidas para un alto porcentaje del electorado que, sin embargo, ha acudido en número sorprendentemente alto a los más de veinte mítines protagonizados por el líder del partido, Adolfo Súarez.

Un Citroüen gris, blindado, propiedad de la Dirección de la Seguridad del Estado, avanza a velocidad considerable, entre la lluvia y la niebla, por la bajada de Pajares. Detrás, un Seat discreto, ocupado por la escolta habitual, bien conocida desde hace más de cinco años. Detrás, nadie. Era la caravana electoral con la que Adolfo Suárez se dirigía a tierras de Zamora y Salamanca, procedente de Oviedo. Con su nueva imagen, en una campaña planificada de manera casi demencial, casi en solitario en muchas ocasiones, Adolfo Suárez ha completado los primeros 30.000 kilómetros de campaña electoral.El hombre que hace menos de cuatro años, desde el poder, congregaba multitudes y planificaba sus campañas en gran escala, dice ahora sentirse liberado empezando desde abajo. La batalla electoral comenzó con escasos recursos, en medio de la mayor improvisación: apenas hace una semana que logró, al fin, un sustancioso crédito para desbloquear varias decenas de miles de carteles almacenados en una imprenta. El hombre a quien , con el título nobiliario, se consideró retirado de la vida pública, aspira hoy a lograr el tercer puesto en la carrera electoral. El hombre que había fundado dos partidos desde el poder, se ha lanzado a una nueva aventura, ahora desde la peor oposición posible: la que se hace desde el conocimiento de lo que ocurre dentro.

"Yo ya he agotado mi cupo de ambición política. Ahora sólo me consideraría un fracasado si no pudiese sacar adelante la idea de un centro progresista y reformista". Todos obtienen la impresión de que Adolfo Suárez, que acaba de cumplir los cincuenta años, cree en lo que dice. El hombre que, no sin algunas trampas, hizo la transición y que sin duda conoce más secretos del Estado, intenta transmitir ahora una imagen de total sinceridad y credibilidad. Ha renunciado en esta campaña a cualquier recurso escénico en sus mítines y sin contemplaciones endosa, implacable, a sus oyentes un discurso siempre igual, que él sabe aburrido. No busca el aplauso, y lo dice; no busca formar parte de ningún "Gobierno de coalición, concentración o ninguna de esas gaitas"; para él, afirma, lo más importante es consolidar su Centro Democrático y Social, su última creación partidaria tras la Unión del Pueblo Español (UDPE) azul y la UCD multicolor. Trasmite la impresión de que a él le hubiera gustado más que nada, realizar una campaña institucional; pero está teniendo que ceder a las miserias de una campaña de partido.

Cincuenta localidades y un mismo mitin

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Ha recorrido medio centenar de localidades; ya ha dado, a mitad de campaña, una veintena de mítines -que son siempre sensiblemente parecidos-, y siempre ha evitado caer en excesos populistas. Pero no ha podido evitar que le paseen en Santander por un mercado de ganados, ni guiñar un ojo al público tras besar en Zaragoza a Marisa Medina, ni pudo dejar de cantar Clavelitos cuando la tuna acudió a su cena en Salamanca. Ni, a pesar de susbuenos y pacíficos propósitos, ha podido evitar responder adecuadamente cuando Fraga le ataca: "No me ha perdonado que yo fuese presidente". Presumiblemente, son varias las cosas que Fraga no le habrá perdonado desde los tiempos en que discrepaban en la mesa del Consejo de Ministros del último Gabinete franquista.

Hace apenas tres días, el Volvo de Fraga llegaba a toda velocidad al aeropuerto de Zaragoza. El líder de AP se marchaba a adoctrinar a otros posibles votantes tras haber recorrido Aragón. Justo lo contrario de lo que en esos momentos hacía Suárez. No llegaron a encontrarse en el aeropuerto, que Suárez abandonó momentos antes de llegar Manuel Fraga. Este, al bajar de su automóvil, encontró gentes plegando unas pancartas y hacia ellos fue, dispuesto a repartir autógrafos a su comité de despedida. Sorpresa: las pancartas se despliegan, nadie quiere los autógrafos de Fraga. Era el comité de bienvenida a Suárez, compuesto por militantes del CDS.

Y, sin embargo, a Adolfo Suárez no se le ha escuchado una sola crítica -pública- a los líderes de Unión de Centro Democrático, el gran competidor. Sabida es su antipatía hacia Leopoldo Calvo Sotelo, el hombre que le sucedió al frente del Gabinete ("Leopoldo, se comprometió a no ejercer, además, la presidencia de UCD, algo que luego no cumplió"). Nadie sabe por qué evita en sus mítines referirse a Landelino Lavilla. Sí es perceptible, en cambio, cierto resentimiento en el tono de Suárez cuando habla de las razones que le obligaron a dejar la jefatura del Gobierno: "No podía actuar contra parte de mi partido y de mi grupo parlamentario". Pero evita dar la impresión de que sea éste el motor de sus actos: "Yo no me comportaré como se comportaron conmigo. El CDS facilitará la gobernabilidad del Estado".

Con esta idea de la necesidad de un pacto de Estado entre las distintas fuerzas políticas, por un lado, y las líneas maestras del programa económico tan apresuradamente elaborado por el CDS, por otro, Adolfo Suárez se desplaza de mitin en mitin. Para desesperación de los periodistas que le acompañan, es invariablemente implacable, sea cual sea su auditorio. Pidiendo perdón por tener que soltar el rollo, y advirtiendo de antemano que "me voy a dirigir no a vuestro corazón, sino a vuestra reflexión", Suárez habla de la necesaria reconversión de sectores industriales, de la dependencia económica del exterior y de lo ruinosas que son nuestras siderurgias (algo que no le importó repetir en zonas eminentemente siderúr gicas, como el País Vasco o Asturias). A continuación habla de la necesidad de un pacto de Estado para estabilizar la democracia -y aquí se introduce una condena a la "actitud deshonrosa de algunos que visten un uniforme honroso"-, para mejorar la economía y para dignificar la política exterior.

No es seguro que el público heterogéneo que llena sus mítines comprenda todo lo que se le dice, pero aplaude cortésmente -sobre todo en los pasajes dedicados a los militares golpistas- y muestra una actitud más cercana al entusiasmo que al rechazo.

Porque parece claro que: la figura de Suárez, en su Avila natal, en su Segovia adoptiva, en Levante o en Cantabria, sigue gozando de una amplia aceptación. Los dirigentes del CDS en Salamanca o en Zaragoza, por ejemplo, se quedaron estupefactos, lo mismo que el propio Suárez, al conternplar la cantidad de gente que acudió al mitin del duque. Nadie lo hubiese pensado al comprobar las deficiencias publicitarias, de carteles y de infraestructura que padece el partido. Los sondeos muestran que alrededor de un 20% de la población desconoce por completo qué es el CDS y otro 30% lo conoce muy relativamente; que el 17% de los posibles votantes cree que Suárez aún lidera la UCD. Y, paralelamente, la figura del ex presidente sube en la estimación del electorado. El resultado final para el CDS es, hoy por hoy, la gran incógnita de la campaña.

En el propio análisis de los hombres del CDS esto tiene un significado claro: el partido se reduce, simplemente, a la figura de Adolfo Suárez, y es en función de esta figura como el partido obtendrá sus escaños, "de cero a trescientos cincuenta", según frase jocosa que circula por el cuartel general del grupo, en la madrileña calle de Sagasta. El CDS es Suárez, y el núcleo central del partido se compone básicamente de amigos, contraparientes -como Agustín Rodríguez Sahagún- y tránsfugas de UCD. Ni un solo miembro del comité nacional ejecutivo se salva de esta regla, y resulta curioso comprobar cómo en algunos casos varios de los miembros de este comité fueron miembros del Opus Dei, aunque hoy ya no lo sean. Esto explicaría algunas tomas de posición (aborto) de un partido que se reclama no confesional.

Al margen de las diferencias sociológicas con UCD, poco es lo que puede encontrarse de original en el programa del CDS, excepto, tal vez, mayores reparos en temas de política exterior (sí a la OTAN, pero no ahora) o autonómicos (la LOAPA debería haber sido consensuada) y una mayor ambigüedad general en los planteamientos de temas conflictivos.

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