'Operación Valium'
En sus agitados sueños, algunos ciudadanos de este país ven a Alfonso Guerra irrumpir en el espectáculo de Christa Lemm, bramando enardecido: "Yo te expropio en nombre del partido...". Expropiación, dicho entre paréntesis, justificable, dado el atractivo de la artista. Con alegría, con serenidad o con pánico, según los casos, la mayoría de los españoles ha comenzado a familiarizarse con la posibilidad de que se instale un Gobierno socialista en la Moncloa a partir del 28 de octubre, inicio de un proceso clave que, a su vez, ha generado, por parte de los máximos líderes del PSOE, algo que se podría denominar operación Valium. Incidentalmente, quiero recordar que sobre este particular existe un precedente muy significativo: el acceso al poder del doctor Salvador Allende, en Chile.Nadie ignoraba en Santiago -en especial el flamante ministro de Economía, Pedro Vuskovic- que la consolidación del Gobierno encabezado por Allende dependía, en gran parte, de la prudencia y sagacidad que iba a utilizar la Unión Popular para calmar los nervios de las fuerzas armadas, tranquilizar a Washington, apaciguar el terror de países vecinos, en manos de Gobiernos fascistas, y, sobre todo, frenar la ola de temor de algunas capas oligárquicas, sobreagitadas por remotos controles de países ajenos,
La utilización de un poderoso sedante al convulsionado cuadro político dé Chile comenzó a advertirse treinta días después de la victoria electoral de la Unidad Popular. El 5 de noviembre de 1970, la sutileza táctica de Salvador Allende detuvo la euforia de 80.000 militantes que le aclamaban, multitud que se redujo a 15.000 tras esperar durante tres largas horas la llegada del presidente. "Nuestro camino es el del socialismo en democracia, pluralismo y libertad. Nuestra vía, nuestro camino, es el de la libertad...", deslizó al comienzo de su arenga, como tranquilizante destinado, fuera de cualquierduda, al despacho oval de la Casa Blanca.
La intención era plausible. No se trataba solamente de que Allende asumiera la presidencia -las urnas así lo habían decretado-, sino de una capacidad de mesura que todo mandatario imaginativo debe manejar para evitar excesos de imprevisibles -o previsibles- consecuencias. De todas maneras, su situación era muy delicada, ya que si, por una parte, debía contemporizar, por otra, no podía defraudar a quienes aguardaban su pronunciamientos revolucionarios. Bajo esos condicionantes, la retórica no descuidó referencias a las gestas de los héroes O'Higgins y Simón Bolívar, algunas citas sobre Abraham Lincoln, un par de elogios hacia el Che Guevara, en donde distinguía claramente su moral en contraposición a las bacanales de la juventud chilena, que escandalizaban al país. También recordó a Fidel Castro, en estrecha referencia a la honestidad administrativa, apropiándose de un eslogan que hizo fortuna: "Yo puedo permitir que un cubano meta la pata, pero no puedo permitir que meta la mano". Hasta Engels cayó en el saco: "Puede concebirse la revolución pacífica de la vieja sociedad hacia la nueva en los países donde la representación popular concentra en ella todo su poder...".
Por supuesto, el párrafo, extraído de su contexto inglés y transferido a la situación chilena, queda, cuando menos, sometido a una interpretación caprichosa.
Estrategia global
Cuando un hombre avanza por un camino desconocido en medio de la noche y, de pronto, llega a una encrucijada, parece razonable que vacile frente a las opciones que se, manifiestan a su alrededor. También es lógico que tema equivocar el rumbo. Pero ndie duda de que nuestro país está clamando por una estrategia global, formulada a partir de los datos concretos que ofrece nuestra realidad, y que, ineludiblemente, debe asumir el partido que prefiera el pueblo. Si aplica una política de contenido popular, la ciudadanía estará con él. Si no, el pueblo estará contra él.
Mesura y convicción. Dos términos que no sólo conciernn a la conciencia de los hombres de Gobiern, sino también a su aptitud para transmitirlos a la ciudadanía, para afirmarlos en la población. Gaetano Mosca, un clásico de la sociología política moderna afirmaba que la personalidad del gobernante nato no se caracteriza tanto por su caudal de conocimientos, su sabiduría o amplitud de criterio como por otras condiciones: rápida intuición para captar la psicología individual y la de las masas, fuerza de voluntad y, sobre todo, confianza en sí mismo.
¿Qué líderes reúnen estas tres condiciones? El electorado tiene la palabra, aunque, ¡ay!, tan sólo el día 28. Y no es difícil predecir que ese día se va a votar cambio, seguridad y honestidad.
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