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El 28 de octubre, elecciones legislativas

El populismo del ex presidente llena locales a pesar de la escasez de medios del CD S

Un caso insólito. Así califican los propios militantes del Centro Democrático y Social al fenómeno Adolfo Suárez, que constituye, sin duda, el gran enigma de las elecciones del 28 de octubre. En el viaje que ayer realizó a Asturias, Suárez reconoció, una vez más, las dificultades que se presentan a su campaña. Y, sin embargo, el líder del CDS sigue llenando locales, pese a que, aún evita los contactos callejeros.

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Ayer, en Gijón, la Feria de Muestras se llenó de ese público heterogéneo, entre el que no es dificil advertir una mayoría de gente humilde, que sigue a Suárez con una mezcla de curiosidad, simpatía y fidelidad a su carisma. Todo ello pese a los pocos carteles, una deficiente infraestructura partidaria -escasez de locales y, donde los hay, resultan extremadamente modestos- y falta de cuadros -los fallos de organización en los recorridos son evidentes-.Quiéralo o no Adolfo Suárez, es el carácter populista que imprime a sus actos el que llena los locales. Es su discurso antigolpista, de tono sincero y directo, el que parece despertar unos entusiasmos que ni los propios dirigentes del CDS esperaban. Con un partido montado a base de amigos e incondicionales, con serias limitaciones económicas, Suárez y sus correligionarios, saben que sólo pueden contar con la personalidad del ex presidente para arrebatar algunos escaños el 28 de octubre. El CDS apenas tiene dinero, pese a las declaraciones de sus responsables, para pagar la impresión de sus carteles.

La figura del presidente

En el CDS, al margen de algunos esfuerzos realizados por el voluntarismo de los militantes de base y del equipo de imagen que dirige Nicolás de Laurentis, todo parece descansar en la figura del presidente. Adolfo Suárez apenas duerme, como poco, bebe solamente lo que le imponen los actos electorales- y se mantiene en pie, con una extraña vitalidad, gracias a más de veinte cafés y no menos de una docena de puros Cohibas diarios. Rodeado de un staff mínimo -su mujer Amparo Illana jamás le acompaña en sus desplazamientos-, continúa rehuyendo los grandes mítines y le cuesta despegarse del confortable cobijo de sus militantes.

En lo que puede considerarse una mala planificación de sus viajes, recorre cientos de kilómetros para asistir a un simple almuerzo con susfieles, mientras su Citroen blindado pasa a toda velocidad, sin detenerse, por pueblos que las restantes formaciones consideran electoralmente importantes.

Sin cometer un solo error en sus discursos, sin permitirse un ataque de más a sus rivales, -aunque tal vez mostrando un cierto resentímiento contra quienes le atacaron cuando dejó el poder-, jugando a hombre de Estado, Suárez repite constantemente el mismo mensaje. En primer lugar la necesidad de un pacto de Estado y, en todo caso, facilitar la gobernabilidad del PSOE para fortalecer el sistema democrático. En segundo lugar, la necesidad de una profunda reconversión industrial, orientando las inversiones hacia la electrónica, bioquímica, informática y otros sectores de futuro, dejando de subvencionar en cambio, sectores en quiebra, copio el textil, el automovilístico o la siderurgia. En tercer lugar, repite constantemente que la construcción del CDS comenzará de veras el 29 de octubre, sea cual fuere el resultado electoral, "que puede oscilar entre cero y 350 escaños", repite, medio.en se-, río medio en broma.

Sin embargo la clave principal del discurso de Suárez es su cam paña antigolpista. Allí donde va denuncia duramente a los civiles y militares involucionistas, lo que provoca el entusiasmo de sus seguidores y parece estar despertando una patente irritación en sectores de la ultraderecha.

Hoy, Suárez recorre las provin cias de León, Zamora y Salamanca, donde según los estudios, existe aún un importante sector que le vincula con el partido en el poder. Nada más lejos, sin embargo, que vincularle con algún tipo de poder. Acaso por primera vez en su vida, Adolfo Suárez tiene que lu char en inferioridad de condicio nes, lo que resulta evidente al comprobar la pobreza, casi extrema, de la campaña que está realizando.

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