Texto íntegro de la declaración de la Conferencia Episcopal Española
La comisión permanente de la Conferencia Episcopal Española hizo ayer público un documento en el que se pronuncia sobre la convocatoria electoral, titulado "La conciencia cristiana ante las próximas eleccio1nes". El texto íntegro del documento es el siguiente:1. La convocatoria de elecciones generales para el próximo 28 de octubre reclama de nuestro deber pastoral una iluminación religiosa y moral de tan importante acontecimiento, en servicio de los miembros de la Iglesia y de cuantos quieran conocer o tener en cuenta las actitudes cristianas ante el hecho electoral.
Los obispos españoles hemos dicho ya nuestra palabra en diversos momentos de la transición democrática, pero no es ocioso- actualizan esas enseñanzas en una coyuntura de singular trascendencia para el futuro de nuestra sociedad.
2. Se aprecia en el ambiente un cierto estado de cansancio y de desánimo. A la ilusionada esperanza de muchos en la democracia, como solución rápida de nuestros problemas sociales, ha seguido la dura experiencia de que la crisis económica perdura con un alarmante número de parados; subsisten las injustas diferencias entre personas, grupos y regiones; seguimos padeciendo el azote del terrorismo, junto al deterioro de la seguridad ciudadana y de la moralidad pública. Factores todos ellos que propician la desconfianza hacia el mundo de la política.Datos de esperanza3. Junto a estas sombras del cuadro, son innegables también los datos favorables que registra nuestro momento histórico. Una Constitución que, aunque deficiente y ambigua en algunas cláusulas importantes, se ha demostrado válida como instrumento de convivencia entre los españoles; unas instituciones públicas que han acreditado su eficacia mediante la superación de pruebas muy difíciles. Mientras tanto, va progresando notablemente el espíritu de convivencia y el afán de moderación en los partidos y en las personas. Líderes y partidos han sabido anteponer no pocas veces los intereses del Estado a los del propio grupo, en tanto que las asociaciones patronales y los sindicatos obreros fueron artífices, con el Gobierno de la nación, de programas concertados en aras del bien común.
4. Existen, pues, en España bases más que suficientes para un trabajo solidario en la esperanza, que nos sentimos obligados a alentar. En el empeño colectivo por consolidar la vida democrática de nuestra patria, la comunidad católica puede y debe aportar, desde su propia' identidad, fundamentos morales y energías espirituales capaces de enriquecerla.Clarificar el papel de la Iglesia
5. Afirma el Concilio Vaticano II "que la Iglesia, por razón de su misión y de su competencia, no se confunde en modo alguno con la comunidad política ni con ningún sistema político" (GS. 76).
En este mundo nuestro, la comunidad cristiana da testimonio de la trascendencia y de los valores absolutos del hombre. Tanto la Iglesia en cuanto a tal, como los hombres y mujeres que consagran su vida en el sacerdocio o en el estado religioso, por su significación eclesial y su ministerio de unidad, deben mantener públicamente sus distancias de cara a las opciones políticas concretas.
De aquí no hay que deducir que todos los puntos programáticos de los diferentes partidos se encuentren equidistantes o sean igualmente compatibles con la doctrina y el espíritu del mismo Evangelio. Lo que subraya es que la Iglesia no debe identificarse con ninguna postura política ni imponerla autoritariamente a sus fieles.
Fe cristiana y compromiso político
6. Ahora bien, la política no es algo neutro o indiferente para la fe cristiana y la conducta moral. En ella van implicadas las personas -con su dignidad, derechos y deberes- y el bien común de la sociedad entera. Por tanto, la emisión del voto es un acto moral que presupone la formación de la conciencia cristiana sobre los puntos fundamentales de la vida personal y colectiva:
- Los derechos humanos, comenzando por el de la vida incluso para los no nacidos.
- La primacía de la persona del trabajador en las relaciones laborales y económicas (Laborem Exercens).
- La protección eficaz del matrimonio y de la familia.
- El acceso a la educación y a la cultura en libertad e igualdad de oportunidades, respetando el derecho de los padres a elegir el tipo de educación que reciban sus hijos.
- La recta distribución de los recursos materiales, culturales y cívicos.
- La lucha por la justicia en todos los órdenes de la vida.
- La promoción de la solidaridad -entre personas y pueblos y de la convivencia en la paz.
- El reconocimiento del factor religioso como integrante del bien común.
- La aproximación, en suma, a un tipo de sociedad lo más cercano posible al ideal del Evangelio.
7. Las elecciones ofrecen a todos los ciudadanos una ocasión privilegiada para ejercer su corresponsabilidad en la vida política. Nadie puede dispensarse de votar por pereza, hastío o desinterés. Por vía normal, todo ciudadano debe tomar parte activa en los comicios emitiendo su voto y contribuyendo con ello a orientar solidariamente el rumbo de la sociedad.
El voto responsable
8. Un voto libre y responsable ha de tener como punto de arranque el conocimiento suficiente de los, partidos en concurrencia, de su inspiración ideológica, de los programas que la interpretan y de las personas que han de traducirlas a medidas de gobierno. El votante tiene derecho también a ponderar los intereses legítimos de su persona y de su grupo social dentro de las exigencias del bien común.
Se requiere, pues, un cuidadoso discernimiento de las ofertas electorales, aun sabiendo que, no pocas veces, no habrá otra salida que la del bien posible, la del mal menor o la opción menos oscura, actitud siempre preferible a la de la indiferencia abstencionista.
Por su parte, un elector cristiano no puede prescindir de la iluminación de la fe, de las enseñanzas de la Iglesia ni de los imperativos morales que de ellas dimanan. Sin ignorar que ningún programa político agota las exigencias del Evangelio, procurará inclinarse por aquel que, a su juicio, conduzca con mayor eficacia hacia el bien común de la sociedad, del cual son componentes la vida religiosa y los comportamientos morales.
9. Las formaciones políticas y sus cuadros rectores, cuando ofrecen a la sociedad un proyecto concreto para la gestión de sus intereses, vienen obligados por imperativos éticos de servicio a la comunidad a clarificar sus inspiraciones ideológicas, sus líneas programáticas, sus objetivos sociales y el modo de conseguirlos.
Justo es pedirles también a los actores de la campaña electoral el respeto a la verdad y la consideración con las personas, aun dentro de la legítima crítica de las posiciones de los contrarios. Los procedimientos engañosos y la agresividad inmoderada engendran confusionismo, dañan seriamente la convivencia y conducen, en definitiva, a la frustración de los ciudadanos más indefensos.
Después de las elecciones
10. Las obligaciones cívicas de los ciudadanos no se extinguen con el ejercicio del voto en unas elecciones. Tras ellas, es obligado acatar el resultado de la voluntad popular, respetar las instituciones y el Gobierno resultante de las urnas y seguir cola borando, aunque sea desde una oposición constructiva, al bien del cuerpo social.
Debe también valorarse en su justa dimensión la actividad política, sin menospreciarla ni caer tampoco en la tentación de otorgarle un valor absoluto. Conviene siempre mantener un sentido crítico, aun dentro del propio partido.
Procuren los católicos, desde sus diferentes situaciones políticas, ser instrumentos de acercamiento, diálogo y colaboración entre todos los ciudadanos por encima de las legítimas diferencias, y cuiden especialmente de conservar la comunión espiritual y eclesial que nos une a todos en una misma familia y en un mismo cuerpo. Este esfuerzo por conservar la unidad será también un importante servicio al bien de la sociedad y una garantía para mantenernos en el camino de la paz y del auténtico progreso
Madrid, 23 septiembre 1982.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.