"Soy una princesa sentimental y romántica por naturaleza", decía Grace Kelly
"Creo que soy sentimental y romántica por naturaleza", decía la princesa Gracia de Mónaco, "aunque me parece que cuando las mujeres van envejeciendo se vuelven menos románticas. Creo que las chicas son románticas a una edad joven y se van haciendo más realistas con los hijos, y los hombres se van volviendo más románticos y sentimentales según se van haciendo mayores". En esta entrevista, que se celebró cuando la princesa acababa de conmemorar veintiséis años de matrimonio, veía su futuro así: "Recientemente me han publicado mi libro de flores, y he estado leyendo a Shakespeare y algo de Poesía. Mi futuro, como el pasado, estará totalmente inmerso en el Principado de Mónaco, y con mi marido".
Al amanecer, una mujer atractiva corría por las calles de Taibei. Se abrió camino entre la masa de madrugadores, inadvertida en su chándal blanco y azul; llevaba el pelo echado hacia atrás, la cara cubierta con una visera, limpia de maquillaje."Hago jogging para mantenerme en forma y prepararme para el próximo banquete", dijo, riendo, la princesa de 52 años, dejando entrever un ápice del lado humanísimo y práctico de una mujer a la que normalmente se la consideraba reservada y regiamente alejada. En la intimidad de su suite real, hacía declaraciones a la Prensa en una de sus poco frecuentes entrevistas, dando una imagen íntima de su sereza alteza la princesa Gracia de Mónaco, duquesa Valentina, marquesa de Baux, condesa Carlades, baronesa de Saint Lo y 111 veces dama.
Su viaje a Taiwan tuvo un carácter sentimental. El objetivo de su visita fue el rebautismo de un trasatlántico norteamericano, el SS Constitution, que jugó un papel importante en su vida. Fue el barco que la llevó en abril de 1956 de Nueva York a Mónaco, del papel de estrella de cine al de princesa.
Según descendía las escalerillas del barco, hace veintiséis años, sonaron los cañones de palacio, los barcos tocaron sus sirenas, y en el cielo se oía el rugir de los aviones; fuegos artificiales estallaron por todas partes y los gritos de la multitud resonaban en los oídos.
Este fue el lado que vio el público, el cuento de hadas que apareció en las portadas de periódicos de todo el mundo. Pero para la futura princesa, que apenas conocía a su príncipe -se habían visto únicamente unas pocas veces antes de la boda-, esta época de su vida fue una pesadilla.
"El viaje fue un puro alboroto", recodaba la princesa. "Había tal confusión; aumentaba la histeria por todas partes. La salida de Nueva York fue tremenda. Casi no vi a mi madre el día de mi salida...".
"Cuando acabó la boda no pensé en nada. Me pasé lo menos un año sin leer un solo recorte de Prensa; era verdaderamente una pesadilla. Hubo uno o dos momentos realmente maravillosos: la boda y algunos momentos en privado. Pero fue un período muy difícil, tanto para el príncipe como para mi".
El príncipe Rainiero estaba de acuerdo. "Le voy a confesar un secreto", dijo. "Si hubiera sido por mí, la boda se habría celebrado en la capilla real, que sólo tiene cabida para veintiuna personas".
Pero después, la princesa pudo contemplar la experiencia en perspectiva y reírse. "Sabe, cuando me marchaba de Estados Unidos, había rumores de que mi madre había dicho que me iba a casar con el príncipe de Marruecos. No es cierto, por supuesto, pero era una historia divertida. Aunque cuando estábamos rodando Afta sociedad, alguien me dijo: '¡Oh!,, Grace, no me figuro verte entre tantos camellos'".
Pero lo que dominaba sus recuerdos era su viaje de bodas, con cuatro baúles, 56 piezas de equipaje (incluyendo veinte sombrereras), su caniche francés, Oliver, regalo de Cary Grant. Recordaba las alocadas fiestas de antes de la partida, los sobornos para subir a bordo, el ambiente de fiesta de gala que continuó a lo largo de todo el crucero.
Volviendo a esa época, Gracia señalaba: "Estoy segura de que, si hubiera conocido al príncipe cuando tenía diecinueve años, probablemente no me hubiera casado". Y, sin embargo, en 1955, cuando se conoció la pareja, se comprometieron al cabo de algunos encuentros. "Era el momento justo", explicaba la princesa, y Rainiero asentía: "Los dos estábamos listos para el matrimonio".
La afabilidad de Raniero
A sus 59 años, el príncipe tiene el pelo algo más blanco y está más gordo que en su juventud. "Es el resultado de demasiado trabajo y poco ejercicio", comentó. Es fácil tratar con Raniero, es afable y poco ceremonioso. Viendo como hacían un busto de su mujer en un taller de cerámica, dijo muy serio: 'Ummm... que Bette Davis más bonita están haciendo...".Durante su matrimonio, la princesa Gracia permaneció muy cerca de muchos de sus amigos de sus días como actriz, y no cortó nunca completamente sus contactos con el mundo del espectáculo. Reconocía quele ofrecieron cualquiera de los papeles principales del gran éxito Paso decisivo. "Jay Kanton, mi antiguo agente, me envió el guión, y me dijo que podía coger cualquiera de los dos papeles principales, que fueron finalmente interpretados por Anne Bancroft y Shirley MacLaine. Esperaba que volviera a la pantalla, pero mi respuesta fue no".
"En Mónaco no se considera la profesión de actriz como en Estados Unidos. En Estados Unidos, los actores pueden tener vicias públicas y privadas y mantenerlas separadas. Pero como esposa del príncipe Rainiero, sólo puedo tener un papel en la vida pública..., el de ser su princesa".
La vida pública fue, en ocasiones, no sólo una bendición, sino también una carga. La princesa Gracia pensaba que la familia, y especialmente sus hijas, Estefanía, de diecisiete años, y Carolina, de veinticinco, han sido acosadas, de una manera casi despiadada, por los medios de comunicación.
"En algunos casos, la Prensa llega a la infamia. No parece importarles si lo que escriben es cierto o no. Nos consideran personajes de ficción que ellos mismos han creado. Creen que pueden hacer lo que quieran con nosotros. Es algo muy molesto y preocupante. Creo que esto de la fama se está desmandando. Creo que ha sido algo muy duro para mis hijos".
Tres personalidades diferentes
Pero la princesa Gracia estaba obviamente complacida con sus hijos. "Son tres personalidades diferentes, tres caracteres diferentes", dice. "Carolina es una chica muy inteligente. Alberto ha aprendido mucho de ella. Está deseando vivir. Tiene todas las antenas puestas y siente curiosidad por todo".De sus hijos menores, la princesa Gracia decía: "La princesa Estefanía está todavía creciendo y madurando y le irá muy bien. Y nuestro hijo se acaba de graduar en Amburst con una licenciatura en Ciencias Politicas y fue siempre muy buen estudiante. Tiene el futuro más o menos trazado, pero todavía le queda lugar para sus propios intereses y para las cosas que le gustaría hacer. Acaba de finalizar los siete meses requeridos en la Marina francesa. Ya ha vuelto a casa y se está instalando de nuevo. Y nuestro hijo Alberto (veinticuatro años) no es tan serio como le pintan. Es bastante profundo, es un filósofo, pero también tiene un buen sentido del humor. Es un buen mimo y es muy divertido estar con él".
Mientras hablaba, se veía claramente que la parte privada de su vida le era importantísima. Al igual que, de cuando en citando, despistaba a los guardias de seguridad para hacer jogging, también le gustaba escaparse de otras maneras. Como presidenta honoraria de las exploradoras de Mónaco, hace poco había aparecido de manera inesperada, con su propia tienda y equipo de acampada, para participar en las actividades del grupo durante tres días. Y durante la visita a Taiwan, una mañana salió sigilosamente para participar en el Tai Chi Chuan, el boxeo de sombra chino. Su anfitriona, Harriet Tung, impresionada, comentó: "Todos se quedaron admirados de los movimientos de la princesa, como si jamás hubiera perdido el ballet que aprendió de jovencita".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.