Los pequeños empresarios y su intervención en los asuntos públicos
Hace pocos días, en un periódico de ámbito nacional, leí algo sobre la disputa de los votos de un espacio de seis millones de electores.Aunque no se puede decir que los espacios políticos se correspondan exactamente con los sociales, si parece evidente que existe dicha superposición parcial, ya que no total, con un nivel de coincidencia de porcentaje elevado.
Así, podríamos decir que los perceptores de mayores rentas suelen votar a la derecha, y los de menores, a la izquierda.
En una mayor aproximación, que quizá es la que pueda interesar más en el actual momento político, y que se refiere a mi primer párrafo, podríamos añadir que existe un espacio social formado por la clase media y cuyas raíces económicas dependen, en cierto modo, de su situación geográfica, dando lugar a distintos grupos sociales.
Funcionariado empresarial
Así, en las grandes ciudades industriales existe un funcionariado empresarial, al que habría que añadir el administrativo del Estado, que configura parte de la clase media de una ciudad como Madrid.
Pero también en estas ciudades y en todas las demás, y tanto más cuanto más pequeñas, existe un tipo humano doblemente importante, que es columna vertebral de la clase media y del país entero.
Ese tipo humano es el de los hombres y mujeres de espíritu emprendedor, por cuya iniciativa el país es un ser vivo merced al trabajo que realizan y el que generan para los demás.
Me refiero a esos 600.000 comerciantes, 400.000 pequeños empresarios industriales, más de un millón de agricultores, varios cientos de miles de autónomos y artesanos, etcétera, todos los cuales totalizan unos tres millones de personas.
Aparte de la clase media que podríamos considerar procedente de la burocracia industrial y del Estado, o del mundo de los ejecutivos y profesionales libres, a estos tres millones de personas, a quienes en términos generales podemos considerar cabezas de familia, les correspondería por parentesco próximo una fracción de población española en todo caso superior a los nueve o diez millones de personas.
Estos tres millones de personas decía que eran doblemente importantes.
Una de las razones ya la he dicho: son el único motor del país, y con la característica de tener un valor común que las distingue de las demás: su espíritu emprendedor.
El ámbito de influencia
La otra razón tiene que ver con el primer párrafo.
Estos tres millones de personas no parece exagerado afirmar que pueden tener un ámbito de influencia sobre más de seis millones de votantes.
El voto de estas personas es importante no sólo para los partidos políticos por su número, sino también porque proceden de ese mundo llamado de la PYME, que está formada por hombres y mujeres que consideran que no se atiende debidamente a quienes con su asunción de riesgos, creatividad y fe en el futuro más debería mimar nuestra sociedad y sus gobernantes, aunque sólo fuera por instinto de supervivencia.
El momento presente
Y llegados a esta consideración, no hay más remedio que referirse al momento presente.
En nuestro mundo siempre ha habido una sensibilidad ante los problemas de determinadas capas de nuestra sociedad por parte de los políticos, y no hay duda de que uno de los incentivos para éstos ha sido su capacidad de generación de votos y de organizarse en grupos, formando lo que se ha dado en llamar fuerzas sociales.
Hasta épocas recientes, la clase media se ha limitado a ser llamada con un nombre que es negación más que afirmación de su propia identidad: la mayoría silenciosa.
La clase media, sin embargo, aun sin constituir globalmente una fuerza social, está siendo capaz de generar en su seno fórmulas asociativas que, al resaltar la identidad de los estamentos diversos que la componen, constituyen auténticas fuerzas sociales que atraen sobre sí la atención de una clase política que hasta hace poco las ignoraba.
La PYME, compuesta por pequeños industriales, comerciantes, empresarios del sector servicios, artesanos y agricultores, está tomando conciencia de que una nueva época comienza.
Son ya más de mil las organizaciones que en CEPYME (Confederación Española de la Pequeña y Mediana empresa) se preguntan cuál debe ser su papel en la intervención de los asuntos públicos. Que se preguntan por qué las fuerzas sindicales han generado una clase política con parlamentarios que defienden en el Congreso sus intereses.
Y no vale decir que se trata, en el caso de los trabajadores por cuenta ajena, de una clase desvalida.
No es éste el lugar ni el momento para explicar todos los problemas de estos millones de personas de la pequeña y mediana empresa, pero no olvidemos que en su gran mayoría proceden de la misma clase obrera.
Ellos crearon su propio puesto de trabajo, y cuando lo pierden, por las mismas razones de crisis económica que cualquier trabajador, se convierten en parados con un nivel de desasistencia prácticamente total. Ellos también tienen derecho a ser defendidos por representantes bien elegidos, e incluso por ellos mismos, suscitando vocaciones políticas entre sus miembros.
Me parece más que evidente que la participación en la política de estos empresarios nada tiene que ver con esa gratuita acusación de intromisión del gran capital en el proceso electoral y sí se parece más a la intervención de los trabajadores en la política.
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