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Gran triunfo de España sobre Estados Unidos

Lo bordó la selección española. Difícilmente volverá a cuajar una actuación como ésta. En líneas generales no se equivocó en nada, y unos pequeños errores no sirven para empañar el juego del equipo de Díaz-Miguel, que fue un auténtico maestro de orquesta. Estados Unidos quiso, pero no pudo. Después de su partido ante Panamá nadie podía pensar en este triunfo del equipo español, que hay que calificar de histórico. Todos los elogios son pocos y cualquier calificativo se queda corto. No es una exageración después de ver a la selección española hace más de veinte años.La defensa fue extraordinaria, pero a la hora de atacar se tuvieron ideas, se jugó con soltura y con imaginación y, además de llevar a cabo los sistemas, todo salió bien. Tan sólo en un par de ocasiones se lanzó a canasta sin tener que hacerlo. En el resto se supo esperar. Por si fuera poco, el contraataque salió perfecto y sirvió una vez más para que en el segundo tiempo la selección se despegara en el marcador en medio de una increíble apoteosis. Parecía increíble, pero era verdad.

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Estados Unidos empezó con un 6-0 y en plan arrollador. Alternando continuamente la defensa individual con la de zonas, y ambas buenas, pero esta vez tuvieron en frente a un equipo iluminado que pocas estrategias le podían parar. España volvió a tener la virtud de no arrugarse ni darse por vencida.

Se olvidó de la categoría del rival y siguió su plan de juego, y aquí hay que apuntar matrícula de honor a Antonio Díaz-Miguel, que, además de hacer un planteamiento perfecto, supo dirigir magistralmente desde el banquillo. Acertó estratégicamente y en los cambios. Después, los jugadores respondieron todos sin excepción de forma sobresaliente bajo la batuta de Corbalán, que se erigió en el maestro dentro de la cancha.

Los norteamericanos fueron desconcertándose poco a poco. No acertaron a romper la defensa de zonas 2-3 de la selección y esto les obligó a tirar sin posición y, a veces, hasta sin equilibrio. No obstante hay que apresurarse a decir, que el marcador da idea de la calidad que tuvo el encuentro. Un tremendo codo a codo a lo largo de los cuarenta minutos, porque, pese a la diferencia final, Estados Unidos no se dio nunca por vencido y ensayó un pressing del que también supo zagarse España.

Hasta el segundo tiempo no se produjeron diferencias importantes en el marcador, ya siempre a favor de España. La primera en el minuto veinticuatro, con un 61-52. Se acercó en varias ocasiones el conjunto norteamericano, pero el equipo español no estaba dispuesto a encogerse. No se amilanó, y cada vez le salían mejor las cosas. Llegó a cuajar jugadas de primerísima calidad, tanto en equipo como individuales. Hicieron contraataques de los que levantan al público de los asientos, dirigidos generalmente por Corbalán, que previamente había quitado de las manos el balón a un rival en una labor defensiva sensacional y tremendamente efectiva.

No se puede pedir más a un equipo ni como tal ni a los jugadores uno a uno. A su ya probada clase añadieron una total entrega y, por supuesto, se hicieron merecedores de protagonizar esa jomada histórica para el baloncesto y para el deporte español en un Campeonato del Mundo. Epi, que ya jugó bien frente a China, se encontró a sí mismo y fue el de siempre. Sibilio rayó a muy buena altura, y Femando Martín estuvo inconmesurable en todos los aspectos, pero, sobre todo, bajo los aros, sin achicarse ante los gigantes rivales y poprfec:to en las ejecuciones, sin bajar iina sola vez, el balón en los rebotes y, en fin, haciendo una soberbjiá labor. Romay cumplió su misión cuando estuvo en la cancha, y Jirnénez no acusó para nada el que fiaera la primera vez que acudía a tin torneo con la selección. Brabender e Iturriaga cumplieron bien y Solozábal no cometió un solo fallo, que quizá sea el mejor elogio que se puede hacer de un jugador. En el último minuto llevó el ballón ante el pressing norteamericano, lo subió al cambio de ataque perfectamente, le hicieron faltas y Díaz-Miguel, que podía haberse inclinado por poner el balón en juego desde la banda, prefirió con buen criterio que el jugador los lanzase. Solozábal transformó los cuatro tiros libres que lanzó. Ya todo salía no bien, sino perfecto a la selección. No se perdieron los nervios, la culminación fue feliz y, al final, la alegría de todos fue incontable.

Se cumplieron las premisas que Díaz-Miguel qiiiere que se cumplan, es decir buena defensa, no perder balones, coger los rebotes defensivos y hacer pocas faltas personales. Se ganó. A estas alturas y después de diecisiete áfios al frente de la,selección con un historial incomparable, el seleccionador español no podía cumplir con más fortuna y éxito su partido número 250 al frente del que ya se ha convertido en su equipo. Es un éxito que se merece. Esto le habrá dado fuerza para apagar las doscientas velas al celebrarlo y seguir adelante, porque, como él mismo ha dicho, quiere seguir en el cargo hasta que cumpla 65 años.

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