Un número para toda la vida
Hace pocas semanas, en las páginas de este periódico, apareció un artículo en el que se trataba de diversos aspectos de la nueva ley sobre protección al honor y a la intimidad personal, ley que se ajusta. rigurosamente a lo que dispone el artículo 18 de la Constitución. Y manifestábamos al final del mismo nuestro temor de que la intimidad personal sea muchas más veces .violada por las máquinas electrónicas que por las personas. En efecto, las computadoras pueden convertirnos a todos en fichas perforadas donde conste desde nuestras creencias políticas a nuestro credo religioso, pasando por nuestros ingresos, nuestras aficiones deportivas, nuestras debilidades sentimentales y hasta nuestro peso. Claro que para ello hace falta un punto de partida, un elemento indubitable de control personal..., un número, por ejemplo, que nos acompañe desde la adolescencia hasta la muerte y que permita a la máquina localizarnos en un parpadeo electrónico.Pues bien: ya está. Ya lo tenemos. Nuestros temores se van confirmando, y a primera vista con una disposición oficial razonable y seria, pero que de ningún modo desearíamos fuese más allá, Nos referimos al número de nuestro Documento Nacional de Identidad, que es también -no lo olvidemos- nuestro número de control fiscal, el de nuestro permiso de conducir y de ahora en adelante el de nuestro pasaporte (...)
¿Quién nos garantiza que no vamos a ser espiados, controlados, fichados y encima "envasados" dentro de ese número que nos acompañará hasta la muerte, evitando, como los famosos números carcelaríos, toda fuga hacia la intimidad personal?
Hay una respuesta, desde luego: nos lo garantiza la Constitución, en el mismo artículo 18, al expresar que se evitarán los excesos de la electrónica. Por eso decimos que no nos gustaría que esa simplificación administrativa del número fijo llegara más lejos. Las computadoras no tienen por qué saber más que nuestros banqueros, puesto que no nos pagan; más que nuestros médicos, puesto que no nos curan, y, por supuesto, más que nuestros confesores, puesto que nonos perdonan.
, 14 de agosto.
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