La derecha total
Uno de los más brillantes filósofos de la escuela de El Pardo, don Gonzalo Fernández de la Mora, le dió cuerda a la tesis, allá por los últimos años sesenta, de que las ideologías habían entrado en crepúsculo.Ni las ideologías ni las ideas son hoy especies a extinguir, claro, aunque tampoco sean especies protegidas. Pasaron los años y a Fernándes de la Mora se le quedó muy rozado el traje de Spengler que se había puesto para escribir su libro. Lo que pasa es que el franquismo era eso, la desideologización como ideología -no sé si ustedes me siguen-, y los deudos remotos, sobrinos inconfesables y nietos políticos naturales de Franco se ven afligidos hoy, en la ucedé, de esa orfandad ideológica. Por el mercadillo de las democracias no se puede andar sin una ideolía que comprar o vender. Martín Villa, Cabanilas, Calvo-Sotelo, el propio Suárez: ¿qué compran, venden, ofrecen, imparten, profetizan, apostolizan, trapichean?. Nada, o sea, puestos, cargos, influencias, votos. Esto, a las analistas y politólogos les parece cinismo. No. Es, sencillamente, precariedad, contingencia, indigencia. Cuarenta años sin ideas ni ideologías, atenidos a unas cuantas creencias -aunque Ortega ya había hecho la distinción entre lo uno y lo otro-, han dejado a nuestra derecha indemne frente a las fuerzas realmente democráticas: la vieja tradición socialista, la vieja tradición revolucionaria, la vieja tradición ilustrada, la vieja tradición azañista, la vieja tradición liberal, usufructuada, como muy bien me dice Lorenzo Díaz en casa de los nietos de Zuloaga, por unos intelectuales levantiscos y peleones, (hoy aplacados por el chasquido multinacional de un látigo de dólares).
El leberalismo orteguiano está en este matutino. El liberalismo de Azaña está en la calle, a merced de quien lo irecoja (Pacordoñez al pasar), de modo que Azaña es hoy cualquiera de esos mendigos que decoran las esquinas de Madrid con sus pies orificados de miseria, con sus muñones estofados de oro y aire libre. El liberalismo salvaje de Keynes está jugando al tenis. La crisis de la ucedé no es una crisis de hombres, sino de ideas. Se miran unos a otros el forro de la chaqueta y ninguno tiene nada que vender. La herencia de Franco se ve en que no les dejó herencia (ideológica). Manejan hombres, estrategias, dossieres. Ninguno tiene una idea del Estado, de la sociedad, de la democracia, de España. Esto es malo para la ucedé, claro, pero sobre todo es malo para España, porque una derecha sin ideas resulta mucho más peligrosa y agresiva que una derecha ideologizada, siquiera sea mediante tópicos o inmanencias. Es la derecha de las cosas, de los hechos y, en este sentido, la derecha fáctica de Fraga, que ha tenido la decisión (no le creo capaz de cinismo) de asumir la desideologización como ideología, la herencia más límpidamente franquista. Y la derecha de las cosas -dinero, tierras, fuerzas, lugares y hasta lagares- es la derecha que siempre gana en España, no sólo a la izquierda, sino también a otras derechas menos fácticas. Eso quiso ser la ucedé, aunque no lo diga: una derecha de las ideas, no descalabrante, pero así como es evidente que tenemos un Suárez, no está nada claro que tengamos un suarólogo capaz de trasponer al hombre en doctrina. Meliá, Onega, Gaby Cisneros y otros fracasaron en el intento, o ni siquiera lo intentaron.
Pero Súárez parece que quiere hacer camino al andar. Calvo-Sotelo, Lavilla y Alzaga tienen el camino andado. Son la derecha de las cosas recordándonos que las cosas siempre han sido de la derecha. Son la derecha total. Ninguno tiene ideología. Suárez, cuando menos, acabará teniendo biografía.
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