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El Teatro Real se 'vino abajo' una vez más, con la 'Novena sinfonía' de Beethoven

Una vez más el Teatro Real se vino abajo con la Novena sinfonía de Beethoven. Al carácter de acontecimiento que la obra conserva a través del tiempo y las muchas audiciones, se une ahora la presencia de un director tan en alza en la estimación del público como Jesús López Cobos. Desde hace muchos días, los más fieles aficionados y menos fieles luchan por conseguir una entrada para una de las cuatro novenas con las que la Orquesta y Coro Nacionales ponen fin a la temporada.

No hay maestro sin palabras propias para la Novena sinfonía, de tan directo impacto como compleja estructura. Todos los autores parecen estar de acuerdo en que quizá no se trate de la mejor sinfonía beethoveniana; pero resulta indiscutible que es la más original de las nueve y aquella en la que el compositor de Bonn llega a realizar más efectivamente su idea humanística de la música a través de la juntura de orquesta y voces para cantar la Oda a la alegría. Los versos de Schiller ya gozaron en su momento de un carácter emblemático capaz de mover a las multitudes en torno a los temas del amor fraterno y la libertad.Unos directores entienden la obra a modo de profunda meditación; otros, en todo su ímpetu vital, "como una ola de fuerza y de luz", movida por el principio del ritmo. Así Jesús López Cobos cuya versión de la Novena escuchamos en el último festival de Granada y escuchan estos días (desde ayer hasta el domingo) 10.000 personas. Un público que espera la incorporación definitiva del hoy titular de la Opera de Berlín a la cabecera de la Orquesta Nacional, de la que ya es director asociado, envolvió a López Cobos en una pura aclamación. Percibió el concepto ideológico que tanto importa en la Novena sinfonía sin detenerse en la morosidad del detalle. En estas reacciones, el llamado gran público no suele equivocarse.

No se equivocó con Argenta, ni antes con Pérez Casas. Tiene reciente la impresión de la Novena de Baremboin con la orquesta de París. Y se sabe de memoria las novenas de Von Karajan, Bohm o Furtwangler, gracias al disco, la radio y la televisión. Con ser distintas entre sí, suponen unos precedentes que otorgan mayor mérito al éxito de López Cobos, a la buena labor de la Nacional, a la excelente del Coro y la extraordinaria de Pilar Lorengar, cabeza del cuarteto solista, junto a Anna Ricci, el tenor Laubenthal y el bajo Alexander Malta.

La música cobra su verdadera dimensión cuando el comentario obliga a romper los límites de la crítica especializada para penetrar en los de la noticia; cuando, como ahora, el hecho cultural, desde sus más altas exigencias, se torna suceso popular: autenticidad mucho más interesante y deseable que la de la tan traída, llevada y demagógica cultura popular.

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