_
_
_
_
Reportaje:Dos millones de españoles sin trabajo

La cola de los parados, desesperación de lo inútil

Ante las oficinas de empleo se forman diariamente largas colas. La Policía Nacional vigila para evitar que se produzcan alteraciones, que alguien intente saltarse el turno, que de las palabras de queja, de los insultos a los funcionarios se pase a los ataques físicos. Hace unos días -cuenta alguien-, a uno de la oficina le cogieron por las solapas. "Quisieron partirle la cara. Demasiado tenemos con no tener curro para que encima haya que aguantar a éstos. Nos tratan mal, nos hacen ir y venir cuarenta veces. Dicen que, al fin y al cabo, no tenemos otra cosa que hacer, pero no es eso".Lo que ocurre es que las oficinas están saturadas de trabajo.'El déficit de personal comienza a ser crónico, y el mismo Ministerio de Trabajo reconoce que esta situación se agravará durante 1982. El personal que, desde 1979, se ha ido transfiriendo proveniente de la Administración Institucional de Servicios Socioprofesionales (AISS) "no se ha adscrito -según reza la memoria del Instituto Nacional de Empleo correspondiente al pasado año- a las oficinas de empleo que más lo precisan por criterios técnicos o cargas de tra bajo, sino por razones sociales o de otra índole".

Más información
Lo que debe saber sobre el seguro de paro

Déficit crónico de personal

En el citado documento, y con una autocrítica que contrasta con lo que es habitual en informes de este tipo, se recalca, además, que la "falta de movilidad determina la existencia de oficinas de empleo excedentarias de personal, ante otras claramente deficitarias", y que el déficit de funcionarios, en constante aumento por el crecimiento de desempleados y la asunción de nuevas tareas, va a seguir creciendo al haberse restringido la previsiones de nuevos ingresos, en un principo estimados en 3.406 y que finalmente quedaron reducidos a 210 (90 técnicos de colocación y 210 administrativos).

Así que se madruga para saber cuándo y dónde se cobra, única función que aparentemente. parecen llevar a cabo las oficinas de empleo. Aunque una de sus misiones sea atender la demanda de empleo, las oficinas, se han convertido en una especie de agencia bancaria sin dinero, de sucursal de Cáritas, con ordenadores y papeles, impresos por duplicado, por triplicado, papel autocopiativo y casiHas en bicolor. Pero empleo, lo que se dice empleo, no hay.

Son muy pocos los que han enpóntrado trabajo a través de las oficinas. Las ofertas, siempre por debajo de la demanda, no se suelen corresponder ni con las aspiraciones ni con las necesidades de los solicitantes. En demasiados casos, el sueldo que se ofrece en los nuevos trabajos está por debajo incluso de las prestaciones del seguro de desempleo. A pesar de todo, muchos aceptan estas ofertas. Es la única manera de salir del pozo del paro.

Los datos de la memoria del INEM correspondiente a 1981 señalan no obstante, que se ha gestionado la adscripción de 14.256 trabajadores desempleados, perceptores dé desempleo, a obras, trabajos y servicios ejecutados por las entidades colaboradoras del Instituto. Y se indica que, además, se recibieron solicitudes para programas de empleo en regiones por un total de 2.289 millones de pesetas y se habían concedido subvenciones por importe de más de 1.300 millones de pesetas (lo que supone la creación de 4.371 puestos de trabajo). A ello habría que sumar los puestos creados con la aplicación de los programas de fomento de empleo, sobre trabajo en prácticas y formación, contratación temporal, a tiempo parcial y contratos bonificados. En 1981, este tipo de contratos supuso la creación de cerca de 90.000 puestos de trabajo.

Mínima oferta de empleo

Pero son pocos para tanta demanda. De vez en cuando, alguien clava un papel ofreciendo algo en las paredes de las oficinas. De tarde en tarde, un personaje suele pasar por las colas ofreciendo cualquier chapuza, "sin papeles, claro". Es una forma de salir adelante, de conseguir unas pesetas, mientras llegan las primeras percepciones del seguro de paro, que tardan tiempo. Tres, cuatro meses, y mientras hay que vivir, "mire usted".

Porque Juan G., 42 años, casado, cuatro hijos, fresador en paro, cumplió exactamente todos los requisitos exigidos. La empresa en la que trabajaba, por Villaverde, cerró, un buen día, dejando en la calle a una treintena de trabajadores. Y él fue al paro. Se inscribió en las oficinas. Presentó su tarjeta de demanda, el Documento Nacional de Identidad, la cartilla de la Seguridad Social, el Libro de Familia, el certificado de la empresa y las fotocopias de salarios y de impresos que le fueron exigiendo. Todo ello, antes de que se cumplieran los quince días rigurosamente establecidos.

Ahora, se levanta durante tres días al mes a las 2.35 horas. Antes, las oficinas te mandaban una carta. Te decían el banco donde podías pasar a cobrar las percepciones. Y allí hacías cola. Esperabas a recibir elparo. Pero las oficinas están saturadas. Si tuvieran que esperar la carta, no cobrarían nunca. Ahora, tres veces al mes, ni una más ni una menos, hay unas listas en las que se especifica dónde y cuándo se cobra. Donde se explica a quién se le ha concedido el paro. Pero los funcionarios te dicen que no vayas antes de tres meses, que es inútil pretender que antes de ese plazo haya salido ya tu solicitud. A pesar de esas maravillosas pantallas, que zumban y gruñen como un animal y meten tus datos, junto con los de dos millones de españoles en la misma situación.

400.000 millones para el paro

Son más de 400.000 millones de pesetas los que se destinaron a cobertura de desempleo durante el pasado año. Cifra que ha ido destinada a una media de 762.000 beneficiarios del seguro, como Juan G. El otro millón y pico de trabajadores en paro lo tiene, peor. Los que no recurrieron contra el despido. Los que fueron despedidos sin causa justificada alguna, pero -"total, para lo que vale"- no intentaron que el empresario les readmitiese. O el que se fue a la mil¡ -a Ceuta, encima- y no pensó en reservar su plaza. Estos lo tienen peor, porque no tienen derecho a recibir ninguna prestación. Están en el más absoluto de los abandonos. Al principio intentaron arreglar aquello, sin resultados. La ley es inflexible. O el que se retrasó. El que no sabía que a los quince días exactos se perdía el derecho a las prestaciones.

Lo tienen tan mal como los que buscan primer empleo. Como los jóvenes que se han inscrito más que nada por aquello de "a ver qué pasa", aunque estén desesperanzadamente convencidos de que no encontrarán trabajo. Porque es muy raro que las empresas acudan a las oficinas cuando tienen una vacante. Las grandes empresas tienen su propio sistema de selección. Ponen sus anuncios en los principales diarios. Bien es verdad que han de ser visados por la oficina de empleo, pero es un simple requisito. Y las pequeñas empresas acuden al conocido, al recomendado, al vecino que es de confianza. Y luego cumplen el requisito. Le mandan a la oficina correspondiente a que rellene los papeles oportunos. Se cumple el trámite. Y la oficina de empleo se adjudica una nueva colocación a través de sus servicios.

Así que son pocos los jóvenes que presentan su demanda de empleo. Con el DNI es suficiente, y la fotocopia del título profesional, si lo posee. Un día, a lo mejor recibe una carta en la que le dicen que se presente, junto con otros más, a un trabajo. O puede acudir, de vez en cuando, a preguntar si hay algo. Para ello tendrá que aguantar largas colas, aburrirse, desesperarse. Pero se hacen nuevas amistades, se conoce gente, se aprovecha para contar a otros la propia situación, en el fondo tan semejante a la de los demás. Es el día entero lo que tienen por delante. En algunos casos, también la larga madrugada de las colas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_