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El hundimiento del mercado de petróleo amenaza la estabilidad política y financiera de los países productores

Los países productores de petróleo, cuya manipulación de los precios durante la última década les ha permitido construir un singular imperio financiero en muy pocos años, corren el riesgo de ser víctimas de su propia política. Una explosiva combinación de bajos precios en un mercado de crudos, deprimido por culpa de la crisis económica en Occidente, ha roto esa cadena de ingresos fáciles y seguros y ha dado lugar en algunos países a situaciones preocupantes, tanto en el plano político como en el económico. Desde un previsible golpe de estado en Nigeria o Irán, hasta el temor a fuertes convulsiones políticas y económicas en Venezuela, México, Ecuador, Iraq o Argelia, todo es posible en la nueva relación de fuerzas que ha surgido en el mercado de petróleo, en la que los países consumidores llevan ahora las de ganar.

Aunque existen importantes excepciones a esta regla -especialmente la de aquellos países árabes del Golfo cuyas necesidades diarias de recursos financieros son mínimas, dados sus bajos niveles de consumo-, el desplazamiento del centro de decisiones en el mercado de crudo de los países productores a los consumidores ha creado toda una nueva situación, a la que no es ajena la de su propia falta de previsión. Solo cuando el problema parece irreversible a corto plazo, su principal agente desencadenante -la Organización de Países-Exportadores de Petróleo (OPEP)- se prepara tardíamente para tratar de darle la vuelta, en un esfuerzo quizá vano por recuperar el poder perdido.La OPEP ha convocado para el próximo día 19, en Viena, una reunión de urgencia de sus ministros de Petróleo, en un intento de restablecer un equilibrio en el deprimido mercado de petróleo. Su objetivo aparente es materializar un acuerdo de reducciones coordinadas de la producción de petróleo que permita, a cada uno de sus trece miembros, obtener una cuota del mercado mundial que sea suficiente para satisfacer sus necesidades financieras básicas.

En estos momentos, sin embargo, es poco probable que el consorcio, que ha actuado como cartel de oferta durante la pasada década, disponga del poder necesario para alcanzar su objetivo. La producción diaria total de la OPEP apenas fue, en la primera semana de marzo, de 18,5 millones diarios de barriles de los 31 millones diarios que llegó a vender a finales de 1979. Esta fuerte caída en sus ventas es resultado, en principio, de la recesión económica que atraviesan los países consumidores y de los esfuerzos realizados en ellos para sustituir su dependencia del crudo por otras fuentes energéticas.

Pero, además, la OPEP se enfrenta a la fuerte competencia de otros productores, como México, Noruega, Gran Bretaña, la URSS, etcétera, que han copado la cuota de mercado que ha perdido el consorcio. Más realistas, estos nuevos productores han preferido bajar sus precios antes que perder sus clientes y mantener así unos ingresos financieros que se han convertido en pieza fundainental para su planificación económica.

Los nuevos precios

La OPEP se ha encontrado con el problema de que su participación en el mercado mundial de pctróleo apenas llega al 40%. Si a este hecho se le añade que el grupo no tiene los intereses políticos y que sus reuniones se convierten en una batalla campal entre objetivos contrapuestos, puede resultar hasta lógica su incapacidad para alcanzar acuerdos. En este sentido, la OPEP parece haber llegado a un punto muerto en cada reunión que celebra y, hasta cierto punto, se ha visto incapaz para controlar unas fuerzas que el mismo cartel ha desatado.En estos momentos, el precio oficial del crudo, para la calidad de referencia o arábigo ligero, es de 34 dólares por barril. Esto significa que todos los países del consorcio deberían vender sus crudos en base a este precio de referencia. Sin embargo, el hecho de que la demanda sea inferior a la oferta ha provocado que muchos productos tengan que acudir al mercado spot, o de entrega inmediata, a vender su petróleo por debajo de los precios oficiales, llegando incluso a los 228 dólares para el crudo de similar calidad al de referencia.

El problema se ha agravado cuando el mercado spot, tradicionalmente el regulador de los desequilibrios entre oferta y demanda, se ha visto semiparalizado por falta de compradores. Algunos países, que tradicionalmente climinaban en él sus excedentes, no han tenido más remedio que recurrir a otros sistemas para seguir vendiendo y obtener una garantía en los ingresos. Tal es el caso de Irán, cuyo precio está ahora en 31 dólares por barril, es decir tres menos que el oficial.

Dos ejemplos más evidentes son los de México y Gran Bretaña, cuyos precios, teniendo en cuenta las calidades de sus crudos, están aún por debajo del mínimo marcado por Irán. En estos momentos, tanto México como Gran Bretaña ofrecen a sus clientes precios más competitivos que los del cualquier país de la OPEP, incluido Irán.

Las consecuencias de una política de precios

Esta guerra de precios está teniendo un coste muy alto para algunos países, especialmente para aquellos que se alinearon con las posiciones más ultras en la época de vacas gordas. Nigeria, por ejemplo, tiene un precio oficial seis dólares por encima del crudo británico de similar calidad. Aunque se ha visto forzado a ofrecer descuentos, sus ventas e ingresos apenas llegan a ser ahora algo más de la, mitad de lo que fueron tradicion al mente. Incluso sus ingresos financieros están por debajo del rnínimo requerido para garantizar los programas de desarrollo de un población que, acostumbrada a un ritmo creciente de consurrio, es una de las más extensas de Africa.Algunos expertos estiman que Nigeria -un país donde la abundancia financiera lleva pareja la corrupcion- se encuentra al borde de una crisis política permanente, donde la amenaza de un golpe militar se simultánea con el hambre de ciertos sectores de su población. Otro caso de inestabilidad petrolífera es Irán, cuyos problemas derivados de la revolcuión se ven agravados por las necesidades de una guerra en la que no sólo está en juego la integridad territorial sino toda una nueva casta de poder religioso seudorrevolucionario.

Los casos más cercanos de in-stabilidad política son los de Venezuela y México. En el primero, ningún partido que desee permanecer en el poder después de las próximas elecciones se puede permitir el lujo de reducir su nivel de ingresos. Su ministro de Petróleo, el locuaz Calderón Berti, en otro tiempo presidenciable, se encuentra hoy en la cuerda floja. En México, el nuevo presidente de PEMEX, Julio Rodolfo Moctezuma, puede seguir los pasos de su antecesor, Díaz Serrano, que tuvo que dimitir por atreverse a reconocer la evidencia del mercado y rebajar los precios.

Para los países consumidores, esta situación representa una bonanza inesperada. Víctimas durante la pasada década de unos precios del petróleo que se modificaban al alza cada dos meses, ahora pueden entrever la posibilidad de, al menos, unos precios estables en valores absolutos, con tendencia a la baja en sus niveles reales. Para los compradores, esta situación se traducirá en unos precios de la energía más baratos y en la posibilidad de salir de una recesión que por su carácter de permanente, parecía ser un fenómeno inalterable.

Según estimaciones de la OCDE, los países de la OPEP, que en 1981 tuvieron un superávit conjunto por cuenta corriente de 62.000 millones de dólares, pueden registrar este ano una caída a 35.000 millones y convertirlo en déficit de más de 20.000 millones a finales de 1984. Esta enorme transferencia de recursos no significará más que una recuperación para los países industriales y una vuelta a una situación donde la planificación sobre la base de un crecimiento estable puede ser una realidad en los países industrializados.

Todo esto, claro está, dependerá de un conjunto de factores que, básicamente, van en función del mantenimiento de una política de ahorro energético y renovación de usos y costumbres en los países tradicionalmente derrochadores.

Porque, al final, puede ser correcta la tesis de Yamani, el eterno ministro de Petróleo de Arabia Saudí, de que la única verdad del mercado de petróleo es que los precios no pueden subir demasiado ni tampoco bajar demasiado.

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