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El Madrid ganó, pero apenas jugó para empatar

El Real Madrid, en un partido malísimo, ante un Hércules mediocre, que dio muy. poco de sí -ni siquiera garra- tuvo la fortuna de llevarse los dos puntos cuando jugó, desde, el principio, para empatar. Un gol en propia meta del rival tras haber fallado un penalti previamente, premió su clara superioridad técnica, pero dejó en evidencia su falta de ideas para profundizar. Pese a su dominio en el medio campo, disparó sólo cinco veces a puerta, dos de ellas a balón parado. Sus excesivas precauciones defensivas, con Stielike sacrificado de defensa libre, aunque garantizando así la igualada como bien menor, le impidieron golear y demostrar su supuesta calidad de líder.El ejemplo del mejor fútbol español -según la clasificación, al menos- dio otra vez auténtica pena y movió a pensar en lo incomprensible del balón redondo. El Madrid es el líder y, por el momento, superior al Barcelona y a la Real Sociedad. Pero ante un equipo muy malo, penúltimo de la tabla, que debe recurrir a medianías oriundas como Adorno y Cabral, jugadores rebotados de muchos sitios, tiró dos veces a puerta en la primera parte y tres en la segunda, sin contar el penalti y el gol, naturalmente. Por ello no es extraño que Cartagena tuviese que dar el triunfo al cuadro blanco.

El Hércules no jugó con dureza y sus marcajes fueron comodísimos para el contrario, salvo en defensa, favorecido por la penuria atacante blanca. Su 3-4-3 fue tan inútil como el 4-4-2 rival. Serrat siguió muy bien a Juanito, Albaladejo a Ito -que bastante hizo con forzar el penalti, tras intentar sus diez regates de cada partido y no salirle ni uno- y Ernesto, a Pineda e Isidro. El medio campo, equilibrada la pareja Angel-Aracil, fue un remanso de paz para el Madrid, pues Santi dejó moverse a gusto a Del Bosque, sin estar nunca encima. El húngaro Muller, todo un tratado de frialdad futbolística, sólo dio señales de vida en la segunda parte con un tiro que rozó el poste. Fue en un descuido de Camacho, que había pasado al medio campo con él, en lugar de San José, para empujar lo que Gallego, demasiado ocupado de un Cabral muy defensivo e inoperante, era incapaz de hacer.

El Madrid, si coloca a Stielike de defensa libre, se queda desinflado en la media. Si en la delantera ni siquiera está Santillana para aprovechar algún centro -a Pineda lo pisó y lesionó involuntariamente Tomaszewski, que no es precisamente un portero apropiado para superarle por alto- las posibilidades atacantes son casi nulas. Y es que no juega con extremos, aunque parezca que lo son todos. Y García Hernández, cuan do salió por el volátil Ito, no tuvo ni una sola ocasión de practicar el tiro. Dos habituales de Cortés en sendas faltas y otros tantos de Juanito, que salvó siempre muy seguro el guardameta polaco -en el primero salió espléndidamente a cubrir puerta- fueron el pobre balance blanco, pese a su dominio territorial y a los diez córners, por ninguno del Hércules, que botó únicamente para lucimiento de Tomaszewski. Camacho, que intentó el disparo desde lejos dos veces, pero le salió muy mal, tampoco acertó al cabecear inocentemente un balón que pudo parar y fusilar con el pie.

El Hércules, aunque se limitó a ser un comparsa a la espera de algún fallo, algo casi imposible, porque puso solamente a dos hombres inútiles en punta, Adorno y Segundo -al que se le ha mojado la pólvora inicial de la liga- pudo, no obstante, marcar en los comienzos de cada tiempo. Agustín, que empezó con un fallo al no interceptar un centro peligrosísimo de Aracil, estuvo magnífico más tarde en sus salidas a los pies de Ernesto y Segundo, y al detener, muy bien colocado, un cabezazo a placer de Adorno.

Encajar un gol ante un rival tan endeble hubiese sido el colmo para el Madrid y justo castigo a su miedo. No se puede ser tan superior y desaprovecharlo. Su lucha está claro que es su mejor baza. En cuanto se sale de unas piezas o esquemas fundamentales, y se añaden lesiones o bajas formas, la consecuencia es que juega de forma vulgar, de patio de colegio, sin recursos siquiera. No puede pasar otra temporada sin refuerzos contrastados.

Mientras tanto, y ya es bastante, ahí sigue con los mismos positivos que la Real, que le frenó en el Bernabéu, y sólo uno menos que el Barcelona, que le paró en el Camp Nou. El optimismo de su entrenador es exagerado, pero ya se sabe que el tuerto es siempre el rey en el país de los ciegos y el Madrid ha demostrado muchas veces ser el perfecto tuerto. La visita del Zaragoza el próximo domingo, con el aperitivo del Málaga en la Copa mañana, y el viaje a Valencia la semana siguiente serán dos auténticas pruebas de fuego. La norma de que el Madrid juegue mal, pero gane, es nuevamente lo esperado. No en vano sigue teniendo a Isidros salvadores, por ejemplo.

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