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La memoria y el "relembro"

En la prístina y a la vez neblinosa lengua gallega se dice relembro para significar la aparición súbita e inesperada ante nuestros ojos mentales de una persona viva o muerta. El relembro es un recuerdo vivo y patente, de una evidencia inmaculada. Por el contrario, la memoria, en castellano, significa un esfuerzo tenso, querido, el desear ver una imagen o una cosa que hemos perdido. Memorizar es representar lo que hemos visto una vez. Un acto de la imaginación, como decía Kant, es una vorstellung, traer a presencia lo que hemos perdido u olvidado. En este sentido, la memoria es una facultad creadora que aviva y estimula los sentidos. Por el contrario, el relembro es una evocación pasiva, sin el menor asomo de querencia voluntaria. Pero la memoria no es simplemente mecánica o reproductiva, sino facundia imaginativa, una: recreación de la experiencia sensible. Sin duda, la fantasía es disparatada, la loca de la casa (santa Teresa) y se caracteriza por su pobreza, como precisó el psicólogo soviético Vygostky, frente a la riqueza de la imaginación. Ahora bien, Bergson, con mucha finura, descubrió que esa memoria voluntaria, ardua y laboriosa no nos daba la realidad de lo vivido, sino una reproducción inerte, un facsímil, una copia. Y descubrió que existe otro tipo de memoria pura y espontánea, esencialmente diferente de la memoria senso-motriz adquirida por el aprendizaje. La memoria no es, pues, una reviviscencia cerebral, sino una continuidad ininterrumpida de recuerdos. "Es un canto continuo", indivisible, una conciencia que dura. Los recuerdos se acumulan en el inconsciente, y sin saber cómo, reaparecen.Proust escribió en apariencia una novela bergsoniana. La magdalena en la taza de té, esa sensación reveladora de un mundo pasado, corresponde a la concepción de Bergson de la memoria pura. "No olvidamos nada; todo lo que hemos percibido, pensado y querido desde el primer despertar de nuestra conciencia persiste indefinidamente", dice Bergson. Proust buscará experimentar esa teoría: la reviviscencia del pasado en el presente. Pero ese pasado debe aparecer con una claridad viva, con la realidad evidente que los gallegos llaman relembro.

¿Lo logra Proust? Sí, en algu-

Pasa a la página 8

La memoria y el "relembro"

Viene de la página -7nos instantes, al beber una taza de té, al escuchar una sonata, al subir unas escaleras. Sin quererlo, la memoria pura o involuntaria nos ofrece la presencia viva y real de las cosas y de los seres.

"Une âme qui revient" (Baudelaire) representa ese relembro del recuerdo involuntario.

Ahora bien, ¿consigue Proust realmente lo que se propone, la reencarnación viva del pasado? Walter Benjamin lo niega, porque esos instantes reveladores son meras reproducciones del. tiempo, no su curso vivo. No configuran una historia, sino que constituyen una desmembración del tiempo. "Son días aislados, de la reminiscencia" y se destacan de los otros monótonos e iguales. El culpable de éste descentramiento es Bergson. Y como dice Max Horkheimer, "el metafísico que es Bergson camufla la muerte". Y por consiguiente, el orden temporal, sucesivo de la vida, es decir, la historia. No podemos escapar a ese fin, que es el nuestro, dividiendo los días en sublimes, extraordinarios y vulgares, llenos de redondeces. Tampoco Proust se deja arrastrar por esa exploración idealista de la memoria pura de los días inéditos y gloriosos. Tiene sensaciones y las examina, es decir, que las siente y razona. Es, en realidad, un psicólogo experimental, un típico materialista francés. Y como dice exactamente Floris Delatre en su estudio sobre Bergson y Proust ,"vuelve a la psicología de los asociacionistas, al atomismo mental de Taine". Pienso que regresa de verdad a Condillac y a su Lengua de los cálculos.

Así, la magdalena es una sensación que al asociarse a un mundo real pasado se convierte en un símbolo del proceso del conocimiento, esa pequeña frase de la sonata de Vinteneil o el pequeño muro amarillo del cuadro de Vermeer son los signos del cálculo del proceso de la sensitividad. Proust racionaliza siempre lo que siente, e intelectualiza las sensaciones olfativas, auditivas, gustativas, visuales y táctiles. De aquí procede su visión del tiempo como espacializado, sujeto a discontinuidades, y la división del corazón en intermitencias. Al atarse o desatarse un zapato experimenta la viva sensación del dolor cordial, como si existiese un punto fijo del tiempo constituido en espacio. Por el contrario, Bergson sentía la vida interior como una arrebatada fuga musical, sin esos contornos definidos que Proust dibujaba, separándolos nítidamente. Hay, pues, un espacio de la memoria, como dice Proust. La memoria sería pues, la inmovilidad del tiempo.. Entonces nos volvemos a quedar con el estereotipo, con la imagen congelada del pasado y no con su vibración cálida y visible. Sin embargo, el relembro existe, la posibilidad de tener ante los ojos un ser ido, con toda su realidad de presencia. ¿A qué obedece este mecanismo de la memoria? Como he explicado en mi Teoría de los sentimientos, la saudade galaico-portuguesa guarda siempre, por una extraña inclinación de la melancolía, la presencia del Ausente. Han creado así los gallegos y los portugueses el hábito o el ejercicio interior de las revivencias, sin el menor esfuerzo. No es raro, pues, que un buen día se les aparezca el ser querido dentro de su interior con una claridad material. Pero este relembro también es instantáneo y nos separa, como la saudade, de nuestra propia realidad histórica. Nos finge una eternidad ilusoria y nos asoma a la ventana del tiempo de la consumación. Sutil y pérfidamente acentúa en nosotros la sensación de nuestra pérdida y nos destruye íntimamente. Sólo por un olvido completo, total, podemos recuperar la memoria histórica. Mientras tanto, imitemos a los galaicoportugueses, relembrándonos para escapar a la temporalidad desgarradora.

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