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Frío y fútbol empañaron el homenaje a Lennon en Liverpool

Andrés Ortega

El frío y el fútbol pudieron más que la memoria de John Lennon en su ciudad natal de Liverpool, donde ayer se celebró el primer aniversario de su asesinato. El concierto público resultó algo patético, con no más de 3.000 personas presentes, en su mayoría quinceañeros con ganas de divertirse. El año pasado, pocas horas después del asesinato, se habían congregado unas 50.000 personas. La tristeza estaba en la cara de los adultos.

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El concierto gratuito, en la majestuosa plaza de San Jorge, comenzó hacia las siete de la tarde, para alcanzar su punto culminante tres horas después con cinco minutos de silencio. Por desgracia, tan sólo un puñado de los asistentes llevaba velas.Esta fue, sin embargo, una ocasión para que grupos locales tocaran las viejas canciones dé los Beatles y de John Lennon. Hubo incluso desmayos, como en los viejos tiempos, pero el ambiente daba una cierta impresión de falsedad. La mayor parte de estos jóvenes, por su edad, no habían nacido cuando los Beatles salieron de Liverpool, convirtiéndose no sólo en un grupo musical, sino en un acontecimiento.

Ayer nevó en la mayor parte de Inglaterra. El manto blanco del país (el color de luto de tiempos antiguos) no cubrió, sin embargo, a Liverpool, donde, no obstante, apretó el frío. Este hecho y, seguramente la celebración de un partido de fútbol en un estadio vecino vinieron a truncar las esperanzas de los organizadores del homenaje a Lennon.

Tras su asesinato, el año pasado, 50.000 personas se reunieron en esta misma plaza de San Jorge, pero han pasado doce meses. La radio local ha organizado para hoy un homenaje en el estadio cubierto de esta ciudad, al que asistirán, se espera, un mayor número de personas.

Algunos de los peregrinos que creían en Lennon habían llegado ya el lunes de lugares remotos, pues había americanos, franceses e incluso españoles, venidos especialmente para la ocasión. Por otra parte, el musical Lennon, estrenado en Liverpool, estaba ayer repleto.

Los Beatles ya no son y, lo que es peor todavía, ya no podrán ser. The Cavern, el histórico y pequeño local de la calle Mathew donde solían tocar en sus principios los Beatles en Liverpool, ya no existe. Ha sido demolido para dar paso a una conexión subterránea del ferrocarril.

Pero en esta ciudad lúgubre, reflejo perfecto de la decadencia industrial británica, The Cavern puede volver a la vida en su lugar original. El arquitecto, David Backhouse, con el apoyo del Paul McCartney y de Georges Harrison, quiere lanzar un proyecto para un complejo arquitectónico que costaría más de mil millones de pesetas.

Ayer, pero sólo temporalmente delante del antiguo solar de The Cavern se erigió una estatua de Lennon, de unos dos metros y medio de alto, obra del escultor Alan Currán, mostrando al músico con los brazos abiertos, como pidiendo paz. Pero este es el Lennon sin barba, sin gafas, el de Liverpool, no el de Nueva York.

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