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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
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Socialdemocracia clásica y socialdemocracia rococó

Los socialdemócratas que han abandonado UCD, con Fernández Ordóñez al frente, se encuentran ahora en la gestación de un nuevo partido, de cuyo nombre han excluido el término de socialdemócrata. El autor de este trabajo recuerda los orígenes de la socialdemocracia alemana y distingue entre lo que puede considerarse su programa sustantivo y las otras versiones aparecidas tras la segunda guerra mundial que, amparándose en el mismo rótulo, han desvirtuado su contenido socialista.

Acertaron Francisco Fernández Ordóñez y quienes se han ido con él de la UCD al desechar el calificativo de socialdemócrata para la organización política que están constituyendo. Han preferido llamarla Acción Democrática, título que, significando tanto al pie de la letra, nada define ni compromete en el campo político español; donde existen una Coalición Democrática, una Convergencia Democrática -aunque catalana únicamente- y algún partido más de semejante apelativo. Pero hicieron bien los ex socialdemócratas de UCD en no continuar vistiéndose con galas ajenas; en prescindir de ese coyuntural adjetivo de socialdemócrata que ni histórica ni ideológicamente les corresponde.La calificación de socialdemócrata hizo fortuna tras la segunda guerra mundial por la determinación de algunos grupos -escindidos o no de los partidos socialistas- de denominarse así, para mostrar de ese modo equívoco su distanciamiento de las doctrinas marxistas y la acuosamoderación de sus programas. Alguno de ellos, como el Partido Socialdemócrata italiano, permaneció todavía en las filas de la Internacional Socialista, pero otros, tal el Partido Socialdemócrata portugués, se orientaron hacia un centrismo tan acentuado que es difícil distinguirlo en -su acción de lo que se viene entendiendo por política de derechas.

Acaso resida el ideal de estos conspicuos socialdemócratas en conseguir la instauración del welfare State, Estado de bienestar, bautizado, en 1953, por Boulding (en The Organizational Revolution) también con el nombre de Estado socialdemócrata. Sin que esto significara ningún vínculo especifico con la socialdemocracia clásica, que venía existiendo como partido desde hacía cerca de un siglo, sino un tipo de Estado interesado en el bienestar y doblemente opuesto al comunista y al fascista» Evidentemente, a este modelo de Estado se habían ido acercando las naciones nórdicas y centroeuropeas, gobernadas por los partidos socialdemócratas que cabría apellidar de clásicos, para diferenciarlos de las organizaciones más modernas, y más centristas, que aparecieron preferentemente en el sur de Europa después de la segunda guerra mundial.

Puesto que la socialdemocracia en sus orígenes, y hasta ese momento, vino siendo ni más ni menos que la titulación del socialismo como partido en el norte, e centro y aun en el oriente de Europa. Por ello ha de distinguirse aquella socialdemocracia clásica de esta socialdemocracia rococó -por utilizar un término contra puesto al de clásico- o falaz, que ahora está de moda. Tanto que hay quien pretende utilizarla como banderín ideológico de esa tercera vía, o bisagrismo, que históricamente puede hallar antecedentes y títulos más legítimos para lo que en realidad representa, tales como el de demócrata sin más señas, el de radical, progresista" reformista o, simplemente, liberal.

La aparición de la sodaldemocracia

Nadie puede negar que la socialdemocracia, como nombre e ideología, está indisolublemente ligada a la irrupción del proletariado como fuerza política en la historia de Europa; singularmente enlazada al desarrollo del marxismo dentro de ella, aunque quepan en la amplitud de su espectro político las más variadas interpretaciones de las doctrinas del genio de Tréveris. Sin embargo, como si la anécdota justificase originalmente a los socialdemócratas rococó, donde por vez primera encontrarnos la conjunción de los dos vocablos es en el título de un periódico dirigido por el sucesor de Lassalle, cuyo socialismo patriótico tanto repugnaba a Carlos Marx.

En 1864, poco antes de que muriese en duelo Fernando Lassalle, funda Juan Bautista Schweitzer el Social Demokrat, periódico en el que comenzaron a colaborar, desde Londres, Marx y Engels, porque para ellos era «una garantía que G. Liebknecht fuese miembro de su redacción». Mas «el lisonjero culto a Lassalle, el coqueteo ocasional con Bismark, etcétera», indujeron a los creadores del marxismo a abandonar su colaboración en el Social Demokrat en febrero de 1865. Por entonces se reunió Liebknecht en Sajonia con Bebel, acordando, los dos más fieles marxistas que vivían entonces en Alemania crear el partido que, por vez primera, había de usar el par de palabras que juntas ya dieran título al periódico repudiado por Marx.

Al Partido Obrero Socialdemócrata de Alemania, fundado por Bebel y Liebknecht, se fueron incorporando algunos lassallianos, pero Marx y Engels inspiraron el Programa de Eisenach, aprobado en el congreso en que se constituyó definitivamente ese partido, el cual se celebró en 1869 en la referida ciudad. Si bien el grueso de los lassallianos se acogieron a la Unión General de Obreros Alemanes, fundada por su maestro y que pronto fue presidida por Schweitzer.

Tras un breve proceso de acercamiento de ambas organizaciones socialistas, las dos se unen en el congreso verificado del 22 al 27 de mayo de 1875, en Ghota, redactándose el histórico programa que provocó la despiadada crítica de Carlos Marx por suponerun claro retroceso en cuanto al aprobado en Eisenach. Principia, pues, la curiosa serie de marchas y contramarchas en la programación ideológica de la socialdemocracia,por antonomasia, la alemana. Ya que no habían de tardar muchós años en que el Programa de Gotha, redactado «sin jugo y sin brío», según Marx, fuese sustituido en el Congreso de Erfurt (1891) por otro plenamente marxista, obra de Engels y de Kautsky, ocho años después de la muerte del autor de El capital

Aunque Eduardo Berstein comenzó, a finales del siglo XIX, a someter el programa de Erfurt y los conceptos teóricos básicos del marxismo a una severa crítica, ese programa no sufrió ninguna modificación importante durante la primera mitad, tan sangrienta, de este siglo. Sólo en el Congreso de Francfort, efectuado en 1951, se adoptó en lo esencial la línea revisionista de Berstein, cuando hacía ya diecinueve años que falleciera este pensador. Culminó la desviación del Partido Socialdemócrata alemán de la doctrina marxista, como todo el mundo sabe, en el Congreso de Bad-Godesberg, que se reunió en 1959.

Lleva veintidós años, por tanto, la socialdemocracia alemana guiándose por el Programa de Bad-Godesberg, reformista, moderado, muy propio para poder regir el «Estado federal, democrático y social» que constitucionalmente es, desde 1949, la República de Bonn. La cual ha venido a ser la plasmación casi perfecta de aquel welfare State, de aquel Estado de bienestar, o socialdemócrata, que decía Boulding. ¿Pero quién Puede asegurar que el sistema económico y social establecido en Alemania Occidental se mantenga indefinidamente?

Hay síntomas de que pueda ocurrir en la socialdemoctacia alemana una inclinación más acusada hacia la nueva izquierda. Prueba de ello es la participación de muchísimos de sus miembros en las manifestaciones pacifistas y ecologistas. Y de ahí podría brotar, fácilmente, una revolución, un giro hacia atrás como suele ser. Hacia los programas de Erfurt, de Eisenach... En suma, una reconversión matizada al marxismo. Y el partido seguiría siendo socialdemócrata, sin desviarse de su denominación y de su línea clásica, para inri de los socialdemócratas rococós, falaces, de la Europa meridional, quienes no acaban de comprender que, históricamente, socialdemocracia y socialismo, en cuanto a partido, son la misma cosa, idéntico hecho, bien sea de tipo lassalliano o de raíz marxista.

Evidencia a la que acaso llegó últimamente Fernández Ordóñez, cuando ha preferido titular Acción Democrática a su partido en embrión, en vez de enmascararlo con el calificativo de socialdemócrata.

Borobó es periodista

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