_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El petróleo sintético

El pasado 8 de octubre publicaba EL PAIS un artículo sobre la crisis del petróleo, cuyo título era El laberinto energético. Es muy posible que su contenido fuera un poco pesimista, aunque sigo creyendo que no hay muchos motivos de regocijo al contemplar la crisis económica en la que hace años se debate el mundo y que no puede separarse de los aumentos desatinados y crecientes del precio de los crudos. Desde esos días hacia acá se han producido algunos nuevos datos que pueden dulcificar tan catastrófica visión de nuestro porvenir. En primer lugar, un detallado estudio del contenido del PEN, Plan Energético Nacional (1), tal como se ha realizado en los dos últimos años, hace concebir la esperanza de que en nuestro país se empieza a tomar en serio la crisis del petróleo. Lentamente, se va sustituyendo el fuel por el carbón en la producción de energía eléctrica por centrales térmicas, se hace un consumo más racional de los combustibles y se investiga en nuevos campos energéticos. Poco más o menos la posición socialista en relación con este problema que, según palabras de Javier Solana, es: "Más carbón, menos petróleo, y respecto a energía nuclear, la imprescindible".Los ahorros en el consumo del petróleo, en los dos años de vigencia del PEN, son modestos. No más de un 4% anual. Esto ofrece el peligro, como decía yo en el artículo citado al principio, que los productores efectúan una subida de precios paralela a la contracción del consumo. Pero aquí interviene un hecho muy importante y significativo. Por primera vez desde 1973, la OPEP ofrece congelar los precios de los crudos durante todo el año 1982. ¿Sería muy aventurado suponer que la causa de esta insólita benevolencia se debe a que el precio del petróleo se aproxima a la peligrosa frontera de la rentabilidad de otros medios energéticos? Por ejemplo, a la obtención de petróleo sintético por hidrogenación catalítica de hullas y lignitos.

Extraño silencio

En aquel artículo citado ya anteriormente me refería al extraño silencio que se hace alrededor de dicha técnica. Personas consultadas, técnicas en los problemas energéticos actuales, me manifestaban que el coste de obtención de este petróleo sintético es, por ahora, superior al ofertado por los miembros de la OPEP. Puede que sea así, aunque referencias leídas en Prensa extranjera daban como rentable tal procedimiento industrial ya en 1979, cuando el precio del petróleo era de veinte dólares el barril. Pero lo que me acaba de llenar de confusión es que hojeando libros de química industrial, y no precisamente de estos últimos tiempos (2), aparezca dicha técnica como usual en la Alemania de la preguerra. Siempre se había creído que la obtención de carburantes a partir del carbón, técnica que se había desarrollado plenamente en la Alemania nazi hasta cubrir con ella la mayor parte de las necesidades alemanas de combustibles para la guerra, era un procedimiento industrial dominado, pero muy caro, apto solamente para ser aplicado en situaciones que, como la de los conflictos bélicos, admite cualquier sacrificio económico. La novedad que surge ahora tras el estudio de estas técnicas industriales es que se empezaron a utilizar muy tempranamente en Alemania y que el procedimiento Bergius -fue el descubridor del mismo- permitió muy pronto, a partir de hullas y lignitos la obtención de gasolina para vehículos y para aviación, aceites pesados para Diesel, fenoles, lubricantes y parafinas, en tal forma que en 1938 la producción de combustibles sintéticos cubría más de la mitad del consumo alemán, o sea, unos cinco millones de toneladas anuales.

Excede de los límites del presente artículo entrar en detalles técnicos del proceso. Digamos muy someramente que la hidrogenación catalítica de la hulla, llamada también "berginización", se centra en la reducción del carbón a polvo y en su disolución en aceite mineral sometiéndolo a continuación a la hidrogenación en fase líquida, a 200 atmósferas de presión y a una temperatura de 450 grados, fraccionando luego el producto por destilación. Se usan como catalizadores compuestos ferrosos que deben ser resistentes a la acción de los residuos de azufre, que siempre. contienen las materias primas empleadas, lo que durante algún tiempo constituyó uno de los problemas del proceso más difíciles de resolver.

Las materias primas, cerca

Las plantas de producción se ubicaron en las cercanías de las materias primas disponibles. Así, la fábrica de Leuna, que fue la pionera de esta técnica -el proceso industrial de hidrogenación del carbón se denonimó en principio el ciclo de Leuna- utilizó los lignitos de Alemania Central, mientras la de Welheim empleaba la hulla del Ruhr. En la Alemania de antes de la segunda guerra mundial funcionaban con pleno éxito las plantas de obtención de petróleo sintético de Böhlen, Magdeburgo, Zeitz, Wesseling, Brüx, Scholven, Gelsenberg, Blechhammer, Pölitz y Ludwigshafen-Oppau, además de las dos anteriormente citadas. Pero siguen las sorpresas. Ya antes de 1958, la Standard Oil Co., de New Jersey, montaba una planta de hidrogenación con licencia de la I. G. Farbenindustrie AG., y en Inglaterra la ICI instalaba, en Billingham, una planta para hidrogenar hulla con capacidad de producción de 100.000 toneladas anuales, y durante la guerra pasaba a obtener 150.000 de gasolina para aviación.

Por más que durante el boom económico de los años sesenta hubiera quedado rezagado el precio del petróleo, y por muchas ventajas que representara la técnica del cracking, permitiendo el máximo aprovechamiento del petróleo, no puede dejar de extrañar que la obtención del sintético fuera rentable en 1938 y no lo sea ahora.

Posiblemente, la actuación en estos últimos años de las multinacionales y los males de los monopolios, declarados o encubiertos; nos han creado suspicacias excesivas, pero aún así no puede uno dejar de pensar en la posibilidad de que este proceso no ortodoxo para la obtención de petróleo tropiece con un infranqueable muro de intereses creados, y los que se mueven alrededor de las grandes compañías petrolíferas están muy por encima de los que nuestro Benavente inmortalizó. Los problemas energéticos tienen un tan formidable impacto sobre la felicidad y el destino de nuestra humanidad que, parodiando lo que Clemenceau decía de la guerra y los militares, no pueden dejarse en manos de las multinacionales de] petróleo. Ya sabemos que pedir su nacionalización es pedir peras al olmo, sobre todo en un país como el nuestro, en que sólo se socializan las pérdidas, pero al menos debería exigirse una especie de concertación entre ellas y el Estado que condujera a la búsqueda de técnicas que nos independizaran. totalmente de oligopolios tan despiadados como es el del petróleo.

(1) En el número 511 de Cambio 16 se incluye un análisis bastante completo de nuestra situación energética. (2) Sobre el tema, ver Tecnología química, de Ediciones Gustavo Gili, SA, Barcelona, 1958, páginas 349 a 408.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_