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Un cuarto de hora le duró el Dukla al Barcelona

, ENVIADO ESPECIALUn cuarto de hora le duró el Dukla al Barça. Quince minutos fueron suficientes para que los seguidores azulgranas llegaran a la feliz conclusión de que su entidad, encima de ser más que un club tiene un equipo. Con las melenas al viento, cual velo exultante de valquiria, el nibelungo Schuster llevó al triunfo al Barça. Luego, cuando ya sobraron los goles, hubo exceso de nervios e incluso de malos modos.

Los primeros compases del partido fueron un molto vivace con trompetería wagneriana. Un coro de 90.000 gargantas se acumuló sobre el metálico sonido del fútbol barcelonista. El estadio era una explosión de euforia en las gradas, y de excelente fútbol en el césped. Aunque el portero checo colaboró con los rematadores barcelonistas, lo realmente importante fue el modo en que el equipo creó el juego. Durante un cuarto de hora volvió al estadio el llamado fútbol total, que últimamente había quedado en pura entelequia.

Quince minutos merecieron el sobresaliente. Ese cuarto de hora inicial con el Barça empujando con firmeza, con rapidez, entregando el balón al primer toque y con largos desplazamientos, fue realmente primoroso. El Barcelona de ese tiempo fue un equipo a la europea.

Los checos no vinieron a encerrarse en busca del enipate. El Dukla buscó el gol que le pusiera las cosas más difíciles al Barça, y ese fue swdrama. Dejó tres hombres en punta y apoyó incluso con el lateral derecho Kapko, que anduvo suelto y fácil en la penetración, pero, por contra, dejó excesiva libertad a los barcelonistas, que se movieron a sus anchas. Schuster, con Stambacher vigilándole en la lejanía, puso en movimiento a sus compañeros. El alemán, cuando aprieta el acelerador, es imparable. Defiende y ataca sin darle importancía al esfuerzo. Cuando él se para para tomar un respiro, el Barça se sume en el reposo y hasta en la simpleza. Verle correr sorteando contrarios produce la sensación de un panzer.

De ese Barça que impresiona a ratos, la línea que menos sensación de poder comunica es precisamente la delantera. Quini no está en un buen momento físico, y Morán no acaba de ser el hombre brillante que un equipo de esta magnitud necesita.

Incomprensiblemente, el partido se tornó hosco desde el momento en que el Barça se puso con clara ventaja en el marcador. Y hasta un hombre como Quini se mostró excitadísimo. Los primeros conatos de dureza los sufrió Kapko, y el partido, después del 3-0, se puso en contra de todo lo presumible. Un cresto del meta checo, con el balón en las manos hacia la cara de Quini, lo contestó éste con un conato de agresión. La respuesta posterior fue dejarle a él tendido en el suelo en un intento de remate a gol. En el minuto 42 estuvo a punto de armarse el gran escándalo. Una falta de Simonssen a Kapko dio con éste en el suelo, y Estella empujó el balón para que el caído hiciera de frontón. Hubo intentos de agresiones por ambos bandos, y el linier tuvo que intervenir para que no se produjeran. Hasta Udo Lattek tuvo que saltar al césped para apaciguar a los suyos.

El enrarecido ambiente en una noche de fiesta y de victoria indiscutible no proporcionó el colofón deseado. El Barça tuvo demasiados nervios con una eliminatoria resuelta, y salvo la tarjeta a Alexanco del primer minuto, que fue forzada para que Kapko no entrara en solitario en el área, no hay justificación para otras actitudes.

El Barça fue muy superior al Dukla siempre, que se limitó a jugar el balón con el único objetivo puesto en el gol. Un encuentro que se resolvió sin agobio, tuvo unas complicaciones que nada bueno añadieron.

El Barça del segundo período no fue ni mucho menos el del primero, pero a ello habría que aplicarle el eximente de la tranquilidad que proporcionó el marcador. Con un Dukla vencido y sin el temor al gol adversario, porque nada podía resolver, el Barcelona se dedicó a contragolpear con cierta parsimonia. El público siempre afeó el gesto de retrasar el balón hacia Artola, pero tengo para mí que a los azulgranas estas propuestas no les hicieron mella, porque para ellos lo importante, salvar la eliminatoria, ya se había conseguido.

Los checos intentaron en los últimos minutos aminorar la ventaja barcelonista, y hasta pusieron a prueba a Artola, que resolvió la gran ocasión de gol de manera admirable. Ya en las postrimerías, Schuster puso el colofón. El cuarto tanto produjo una nueva explosión de euforia y borró el tedio de los minutos precedentes. Un gran Barça camina por Europa con paso firme.

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