Un gol de Del Bosque evitó el primer tropiezo serio del Madrid
Un solo gol marcado por Del Bosque, la cabeza rectora del Madrid, sirvió para que el primer tropiezo serio de la temporada no se produjera. El Madrid, sin Stielike, no tiene hechuras de equipo con aspiraciones. El Madrid, sin el germano, pierde hasta su tradicional garra. Anoche incluso tuvo momentos en los que perdió tiempo para defender el resultado.El Madrid actual no es un vino de reserva. Es corriente cosecha del año. No tiene ya bouquet. Se le puede mezclar tranquilamente con gaseosa sin correr el riesgo de que un buen gourmet le excomulgue a uno. Lo malo es que ayer en la mezcla tuvo más de gaseosa que de vino. Y una gaseosa sin tapón. Por eso se quedó sin gas a los quince minutos.
El Madrid con Stielike tiene otro paladar. Quizá con el alemán no llegue a ser una gran reserva, pero de cualquier modo sabe a roble y se puede masticar. No estuvo ayer Stielike, y el brebaje quedó en una cosa dulzona. Con sabor a sacarina, un refresco para niños. Con estas perspectivas resulta duro admitir que el miércoles, en Jena, vuelva a ser nuestra reserva espiritual europea. Con este Madrid no nos dejarán entrar ni en la OTAN.
El Osasuna tenía la obligación de echarle agua al vino. Que para eso era el visitante y el encargado de hacer lo posible por estropearle el guateque al anfitrión. El Osasuna le dio dos sustos en el primer tiempo al Madrid. Pero sólo produjeron dos respingos, porque probablemente quienes más se asustaron fueron Balín e Iriguíbel, al ver el gol tan fácil. El Osasuna estuvo en su papel, peleón, para embotarle la cabeza al Madrid. Se cerró bien atrás, con marcajes de cerca, y corrió bien en el centro, en donde Dioni hizo lo posible porque no se notara la ausencia de Iriarte. Delante le faltó la picardía suficiente para burlar a una defensa h1lona y pobre en recursos. Benito, que reapareció, llegó incluso a pedirle en una ocasión a Cortés que le echara una mano.
La rapidez del juego, tras el primer cuarto de hora, se tornó en la aburrida fórmula del pasecito, la horizontalidad, la lentitud en la concepción y la realización. Al Madrid le fallaron demasiados hombres para poder satisfacer a los suyos. García Hernández, que fue el único que intentó siempre el remate, estuvo, en cambio, impreciso en el pase. Gallego, que trató de llegar al área contraria, en la suya tuvo dos fallos garrafales, y Angel se perdió en el anonimato de manera incomprensible. Le faltó hasta el coraje de otras veces.
Boskov cambió a Benito para que entrara Sabido, y posteriormente envió a la caseta a Angel para que Navajas quedara de libero y Gallego pasara al centro del campo, lugar en el que debería jugar siempre, aun cuando momentáneamente haya perdido ya el hábito y hasta la colocación.
La delantera del Madrid no fue tampoco ni regular. Santillana luchó, intentó el remate, lo suyo, pero sin brillantez, porque le sujetaron bien. Ito es un caso aparte: el salmantino se ha ganado al público por sus regates en un metro cuadrado, pero las más de las veces le sobra el último; es como un torero dispuesto a divertir a base de manoletinas y desplantes. Tiene ansias de novillero, pero le falta profundidad. Las tandas taurinas hay que ligarlas y en el fútbol el caracoleo del extremo no tiene mejor remate que el centro al compañero mejor situado. A Ito, probablemente, la experiencia le dará más empaque. Mientras tanto, al menos le echa algún salero. Más vale eso que nada.
El Osasuna le plantó cara al Madrid y no se marchó del Bernabéu con el calificativo de equipito sin traza alguna. Probablemente le faltó valor para intentar descomponer totalmente a un Madrid que se defendía muy mal en los contraataques. La defensa madridista fue más vulnerable de lo que los propios delanteros navarros debieron pensar. Martín, que ya en la pasada temporada demostró ser un extremo con calidad y proyección, volvió anoche a lucir sus grandes condiciones, pero no tuvo el apoyo necesario para conseguir la penetración definitiva. El Osasuna, con todo, se movió mejor por las bandas que por el centro del ataque. Incluso Balín, que anduvo bastante desdibujado, llegó a oprimir el corazón de los espectadores con un disparo a puerta en el último minuto que pasó muy cerca de la escuadra izquierda de Miguel Angel.
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