El industrial Vila Carbonell fue asesinado por su hija de 14 años, inducida por su madre
La policía ha esclarecido el asesinato del industrial catalán Juan Vila Carbonell, que fue inducido por su esposa y cometido por una hija de catorce años. Este hecho ocurrió el pasado 28 de junio, en su finca de Esplús (Huesca). Los datos han sido comunicados en una conferencia de Prensa celebrada anoche en la Jefatura Superior de Policía de Zaragoza. La familia atribuyó entonces la acción a dos miembros encapuchados de los GRAPO pero, según la policía, la versión, a grandes rasgos, de los hechos, es la siguiente:
Juan Vila, de 47 años, constructor, según la policía, «era una bestia», que tenía atemorizada a toda la familia, compuesta por su esposa, Nieves Soldevila Martrina, de 38 años; una hija llamada Nieves, de dieciocho años; dos hijos gemelos, de diecisiete años; una hija de catorce años, presunta autora material del disparo, y dos hijas, de siete y ocho años. También residía con la familia la sirvienta Inés Carazo.Vila era de carácter violento, había tenido varios problemas con el Ayuntamiento de Granollers, recibía frecuentes amenazas, era militante de Fuerza Nueva y tenía guardaespaldas. Entregaba a su mujer 10.000 pesetas semanales para todos los gastos del hogar, y a los hijos les hacía trabajar desde los ocho años de peones de albañil en jornadas de catorce horas diarias. No quería que estudiaran, porque «él se había hecho» empezando como peón de albañil.
El matrimonio vivía muy mal y, así las cosas, los hijos se apoyaban en la madre, con la que formaban un todo, inculcándole la separación del padre. Para subvenir a los gastos de la familia, Nieves Soldevila, al margen de la vida amorosa particular que llevaba, creó una financiera ofreciendo grandes intereses y, a la sazón, debía ya diecisiete millones de pesetas. Pidió también un préstamo de 1.600.000 pesetas a la criada, que fue el único que devolvió.
Viéndose acorralada por las deudas, amenazaba con suicidarse, y durante su estancia en la finca de Esplús toda la familia decidió como solución deshacerse del padre, siendo la madre la presunta inductora del crimen. La hija menor, de catorce años, una muchacha con mucho desparpajo, se ofreció voluntariamente para apretar el gatillo de la pistola.
Una vez perpetrado el crimen, emprendieron viaje de regreso hacia Monmelo, y dos de los hijos enterraron la pistola y los casquillos a la altura del kilómetro 184 de la autopista de Zaragoza a Barcelona, no sin antes la autora del disparo limpiar las huellas dactilares.
La criada, que posee casas y fincas en Castellón, ha manifestado que parecía una familia embrujada. La policía ha afirmado que los hijos tienen un trato muy agradable. Toda la familia y la criada se encuentran ahora a disposición judicial en la cárcel de Huesca.
El difunto tenía un seguro de veinticinco millones de pesetas que todavía no había sido cobrado y que ahora cobrarán las hijas.
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