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Un testigo niega que hubiese provocación en la muerte del comunista Andrés García

La tesis de provocación previa que mantienen los defensores de los procesados por la muerte del joven militante del PCE Andrés García, ocurrida en la tarde del día 29 de mayo de 1979 en la calle de Goya, de Madrid, sufrió un rudo golpe con la declaración prestada ayer por el testigo José María Vega Dosal, amigo de los agresores y menor de edad en la época de los hechos, ante la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Madrid, que enjuicia el caso.

Según este testigo, los procesados persiguieron a Andrés García y a sus amigos, sin que mediara insulto alguno, y sólo porque creyeron que eran los acompañantes de dos chicas que llevaban en el bolso una pegatina del che Guevara, a las que atacó el grupo de jóvenes ultraderechistas del que formaban parte los procesados.La expectación que la celebración de este juicio había despertado entre los compañeros de partido de la víctima y entre los grupos políticos a los que pertenecen los procesados se reflejó ayer en el número de asistentes que abarrotaba completamente la sala de audiencia de la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Madrid.

En el banquillo de los acusados comparecieron José Luis Martínez Merino, presunto autor material de la muerte de Andrés García; Federico Baudín y Claudio Alonso Becerro de Bengoa, el primero de ellos militante del Frente de la Juventud, y el segundo, de Fuerza Joven.

El fiscal califica los hechos de homicidio y pide para Martínez Merino y Baudín la pena de ocho años de prisión para cada uno de ellos, con la atenuante de minoría de edad, mientras que para Alonso Becerro de Bengoa pide la absolución. El fiscal califica los hechos de homicidio, porque estima que antes de ser apuñalado dos veces por Martínez Merino con un puñal de dieciocho centímetros de hoja, Andrés García logró alcanzar a aquél con un puñetazo que le hizo caer al suelo.

La acusación particular, a cargo del letrado José María Mohedano, mantiene que los hechos constituyen asesinato, ya que el apuñalamiento de Andrés García se produjo en una situación de total y absoluta indefensión de éste. Pide para cada uno de los procesados, incluido Alonso Becerro de Bengoa, la pena de trece años de reclusión menor. Por su parte, el defensor de Martínez Merino admite que los hechos son constitutivos de un delito de homicidio, si bien con la concurrencia de las atenuantes de trastorno mental transitorio, provocación por parte de la víctima (insultos) y arrebato u obcecación, por el que pide dos años de prisión menor. Los defensores de otros dos procesados piden la libre absolución de sus defendidos.

Las declaraciones de los procesados ante el tribunal, contradictorias con las prestadas en su día ante la policía y ante el juez instructor, se centraron en negar que el apuñalamiento de Andrés García estuviese relacionado con la agresión a las dos chicas que llevaban la pegatina del che Guevara, sino con el insulto de uno de los acompañantes de la víctima.

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Martínez Merino relató así los hechos: «Me sentí muy excitado y fui hacia él. Saqué un cuchillo y él se abalanzó sobre mí y ya no sé qué pasó. No puedo precisar dónde le di con el machete. Al ver la sangre me quedé asustado y eché a correr. Me dirigí a la cafetería California 47, donde me lavé las manos y luego lavé el cuchillo en el bar Marjoa y me fui a casa».

El momento de mayor expectación se produjo cuando declaró ante el tribunal el testigo José María Vega Dosal, componente del grupo que persiguió a la víctima y a sus amigos, quien admitió haber prestado declaración ante la policía sin coacción y que Andrés García y sus amigos fueron perseguidos por suponerlos acompañantes de las dos chicas y no por insultos.

La declaración de este testigo, acogida con rumores de indignación entre el público, fue la siguiente: «Me encontraba en la puerta de California 47 cuando se formó un revuelo por unas chicas que pasaron, una de las cuales llevaba una pegatina del che Guevara en el bolso. Poco después pasaron unos jóvenes, a quienes decidimos seguir, por considerar que eran los acompañantes de las chicas. No escuché ningún insulto proferido hacia nosotros, aunque había mucho ruido debido a la gran cantidad de gente que había en la zona. Seguimos a los jóvenes sólo y exclusivamente porque pensábamos que eran los acompañantes de las chicas de la pegatina».

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