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Sólo el resultado salvó el crédito de España

ENVIADO ESPECIALEl resultado salvó el crédito de España; entre los austriacos quedó devaluado. A los espectadores les disgustó, más que el empate de su selección, el juego de ambos conjuntos. La media hora final se disputó entre las protestas del público, que no halló un momento de diversión que compensara el precio de la localidad y la molestia del desplazamiento hasta el cincuentenario Prater. España obtuvo en Viena un resultado que no supo conquistar en Argentina hace tres años, pero no encontró ante Austria el juego incisivo y práctico que necesita para el Mundial.

Jesús María Zamora no estuvo; Víctor corrió, pero pasó mal, y Alonso peleó como siempre, mas tuvo dos hombres encima: el suyo y el que dejaba libre Zamora. Con esta irregular actuación, el equipo español se quebró por la mitad en el primer período y hubo más despropósitos que aciertos.

Veintieinco mil espectadores y noche más fresca de la prevista

Durante todo el encuentro sopló una ligera brisa. Antes del encuentro hubo varios actos en conmemoración del cincuentenario del estadio. Una banda militar interpretó los himnos de ambos países. La Federación Austriaca entregó a Pezzey un ramo de flores antes del inicio, por su cincuenta partido internacional. Arconada y Krankl capitanearon ambas selecciones. España vistió con su uniforme habitual y Austria lo hizo con el suyo blanco, con rayas negras en hombros y brazos y el calzón. Escasísima luz, que incluso impidió la buena visibilidad en los córners. Presidieron el encuentro los máximos dirigentes de las federaciones Española y Austriaca, el embajador de España en Viena, Pan de Soraluce, y el director general de Deportes, Jaime López Amor.

Habrá que descargar los múltiples defectos en el escaso rodaje que tienen hasta el momento los hombres de la selección. De no aplicar este atenuante, los calificativos podrían ser, en algunos casos, hasta descalificadores. A la imprecisión en la entrega, esta vez se sumaron la lentitud y el juego infantil del pase corto al compañero más próximo.

La falta de chispa en las acciones proporcionó a los austriacos la posibilidad de acumular efectivos en la retaguardia siempre que los españoles intentaron ir al ataque. Cambios de juego en todo el partido no hubo más que dos y se produjeron dos ocasiones de gol para Satrústegui en el primer tiempo; fueron casi producto de la casualidad.

El comienzo fue hasta esperanzador; Alonso puso en apuros a Koncilia con un tiro desde fuera del área, porque Juanito se quedó delante para no dejar solo a Satrústegui e intentar la jugada decisiva. Juanito fue más delantero que en los últimos partidos y peleó con ardor, siempre que la ocasión se le presentaba. Fue hasta espectacular la función de Esteban, que se quedó en una media punta que sorprendió a su teórico par más de una vez. Esteban apoyó a la gente de atrás y puso vibración en algunos contrataques, pero su labor resultó baldía de cara al marcador español, aunque sí fue efectiva en los momentos en que tapó los huecos que dejó por detrás de él Zamora.

Los jugadores españoles en los cinco primeros minutos realizaron con cierta armonía el relevo de posiciones, pero después todo quedó en agua de borrajas. Los austriacos, con Hintermayer casi siempre solo y Hattemberger incrustado en su defensa, pero suelto a la hora del contrataque, llegaron con facilidad al área española. Los agobios se sucedieron y los defensas tuvieron que recurrir a los despejes al estilo de los viejos tiempos. A los cuatro de atrás sólo les faltó el pañuelito en la cabeza. Y más de uno corrió el riesgo de que se le encendieran las bombillas del ring de tanto meter la cabeza.

Los austriacos perdieron por medio de Hagmayr dos ocasiones de gol clarísimas y Víctor tuvo que sacar bajo los palos un balón que entraba. Satrústegui no consiguió elevar suficientemente el balón por encima de Koncilia y ahí se acabó todo el poderío de la artillería hispana.

Santamaría cambió el equipo en la segunda parte en busca de un mayor poder en el centro del campo, con Saura por el cansino Zamora, y delante dio su oportunidad a Dani y Santillana. El centro delantero madridista tuvo la ocasión de marcar a los ocho minutos de estancia en el terreno de juego, pero tampoco anduvo fino.

La inhibición de Zamora dejó sin dirección al equipo en el primer tiempo. En el segundo, aunque hubo más fuerza, continuó acusándose la falta del hombre que maneje la bola y la conduzca con tino. Con sentido del fútbol profundo y vertical durante todo el encuentro, España no tuvo más que a Esteban, cuyo debú fue notable.

Los austriacos tuvieron casi siempre la batuta del juego en sus manos. Gesselich jugó constantemente sin presión y condujo a los suyos con cierta facilidad. Los defensas se impusieron siempre a los delanteros, pero a los españoles les tocó bailar con la más fea. Entre otras razones, porque España avanzó por el centro en apelotonamiento general y causó menos problemas a los Pezzey y Weber, que estuvieren firmes siempre. El fútbol practicado por los españoles fue mucho más rudo. A ratos se empeñaron en luchar contra los imposibles.

Al público le defraudó el juego de unos y otros. Y protestó con razón. A medida que fue pasando el tiempo, aumentó el hastío. La fórmula del pase atrás y, el toquecito horizontal, de estar prohibida reglamentariamente, imposibilitaría el juego en ocasiones como ésta.

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