Melodrama sobre la reina Cristina de Suecia
Comienza el fin de semana televisivo con otra película de perros, a las que últimamente son tan adictos los sábados por la tarde. La selva blanca es la segunda versión de la novela de Jack London. Tras aquella primera, dirigida por el excelente William Wellman en 1935, la que hoy nos ofrece Televisión, rodada en 1972, perdió su encanto mágico. Lo que de épico tenía la historia de un perro abandonado en las altas montañas se transforma aquí en melodrama.La complicada coproducción hispano-germano-itali-francesa no queda disimulada por la intervención de Charlton Heston en el papel principal. Ken Annakin, el director, cayó víctima de las limitaciones de cualquier falso gran producto como éste, aunque no sea tampoco Annakin un director ejemplar cuando rueda con los medios adecuados. De cualquier forma, La selva blanca divertirá probablemente a quienes sólo se plantean las sesiones cinematográficas de la sobremesa de los sábados como una posible tentación de suprimir la siesta. La aparición de algunos actores españoles, como Sancho Gracia, Alfredo Mayo o Juan Luis Gallardo aportan un cierto exotismo en los presuntos paisajes de California.
También la película de esta noche, Abdicación, hace referencia a un título anterior (La reina Cristina de Suecia, de Rouben Mamoulian, que Greta Garbo interpretara en 1933), aunque no exactamente se trate de una nueva versión. Sí, al menos, del mismo personaje, que interpreta aquí la también sueca Liv Ullman. La película, de nacionalidad inglesa, tiene todo el oropel y el supuesto rigor de las películas históricas de ese país; en esta ocasión, sin embargo, la guionista Ruth Wolff y el director Anthony Harvey no eludieron la tentación del melodrama fácil y de cierto efectismo, a los que no fue insensible el público cuando dejó de tributar a la película la cálida acogida que suele dispensarse a los productos ingleses de esta naturaleza. Un cierto trabajo de investigación psicológica humanizó, sin embargo, el personaje de la reina Cristina, al margen ya de los rocambolescos avatares sentimentales protagonizados por la Garbo; y quizá en él resida lo mejor del trabajo de guionista y director, sin contar, claro está, con la eficacia siempre segura de Liv Ullman, que en esta ocasión se ve reforzada por la del desaparecido Peter Finch. Rodada en 1974, Abdicación no provocó delirios, pero, que se recuerde, tampoco indignó a nadie.
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