Michael Howlett,
un detective de la policía británica, tenía una afición contradictoria con su profesión: en sus ratos libres se dedicaba a robar. Cuando algún residente de Newhaven, ciudad al sur de Inglaterra donde ejercía, avisaba a la comisaría indicando que se ausentaba para disfrutar de sus vacaciones estivales en otro lugar y pedía que se vigilase su vivienda en ese fiempo, Howlett acudía al domicilio momentáneamente vacío para robar. Después solía vender los objetos así adquiridos a sus colegas del departamento de policía, que no sospechaban nada de su procedencia. Pero fue descubierto y acaba de ser condenado a cuatro años de misión.
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