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El Atlético, tercero en el Ciudad de Marbella

Atlético de Madrid y Málaga pusieron, sobre todo, empeño. Y poco más. El triunfo rojiblanco fue visto porque sus individualidades -en este caso, Rubio- se mostraron más incisivas y resolvieron sin necesidad de hacer ningún alarde. El Atlético no dejó ver un patrón de juego, de otra manera no hubiera perdido con el Puebla ni pasado apuros con un Málaga que fue la revelación del torneo. No hay que olvidar que el conjunto rojiblanco fue el que más tiempo se mantuvo en cabeza en la pasada Liga, que al final, ya desmoralizado, aguantó el tercer puesto en la clasificación.El Atlético tiene, al menos teóricamente -y es problema suyo hacerlo realidad-, una buena delantera, con dos jóvenes que ya están en la elite, Marcos y Rubio. y un Rubén Cano al que no se alimenta suficientemente de balones. La defensa es aceptable, pero le falta orden, y en donde hace aguas es en el centro del campo. La pasada temporada el peso lo llevó Dirceu hasta su lesión. Ahora, las circunstancias han hecho que el centro del campo rojiblanco sea un verdadero desierto, y esto, un equipo lo acusa, hasta el punto de que le costó trabajo vencer el domingo a un rival bisoño.

El Málaga fue la noticia del torneo. Con un equipo que no alcanza los veintitrés años de edad media hizo un buen fútbol y demostró tener una excelente condición física. Además, lucha sin descanso. Tiene claras las ideas, se desplaza muy bien por el campo con continuos cambios de juego merced a unos buenos desplazamientos y goza de tres o cuatro hombres que tienen calidad y pueden llegar lejos. Todos juegan en equipo y también trabajan sin el balón en los pies. Todo ello le llevó a poner en aprietos al Atlético, que vino como favorito y se marchó poco menos que con las orejas gachas.

Como ya es habitual, hay que decir que no es que el torneo fuera de pena, pero no tuvo ninguna gloria. La prueba es que por lo que más se interesó el público fue por la presencia del doctor Cabeza, que, requerido insistentemente por una emisora local, bajó al campo y no paró de hablar por uno y otro micrófonos mientras firmaba innumerables autógrafos. A falta de atractivos en el césped, el aficionado -en muchos casos, apasionado- se apuntó a esto.

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