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Reportaje:

7.000 incendios forestales desvastan anualmente España

Fue a partir de 1978 cuando los incendios pudieron considerarse como una auténtica plaga en España. De un máximo de 4.000 anuales hasta entonces se duplicó la cifra, coincidiendo con el aumento de incendios provocados, que suponen la mitad de los que se producen. El origen del resto hay que buscarlo en negligencias -quema de pastos o cultivos y fumadores-, tormentas o causas desconocidas.Es en Galicia donde se registra un mayor número de incendios, con un índice de intencionalidad aplastante. Fue, sin embargo, en Huesca donde el año pasado se produjo el incendio más pavoroso; tardó trece días en ser dominado y provocó la destrucción de más de 4.000 hectáreas de pino silvestre. Las pérdidas ascendieron a 388 millones de pesetas. Otros, sin tanta espectacularidad, resultaron fantasmagóricos, dejando calcinados los cadáveres de veintiún excursionistas, en Tarragona.

Se han tomado acciones de carácter preventivo, consistentes en trabajos de ordenación de áreas de cortafuegos en los montes que, unidas al refuerzo de los medios de extinción, han permitido mejorar los índices de incendios de años pasados. Sin embargo, continúa aumentando el número de incendios que se inician en las márgenes de las carreteras donde se acumulan malezas y caen colillas y cerillas arrojadas, generalmente, por los automovilistas.

La intervención aérea empezó en 1971

En 1971, cuando los incendios Oscilaban entre 1.500 y 3.000 anuales, llegaron a España dos aviones CL-215, modelo Canadair, para combatir el fuego en el monte. pudiendo alternar sus servicios con el de salvamento. Eran pequeños -no llegaban a los veinte metros de longitud, con dos motores de hélice, velocidad máxima de 188 kilómetros por hora, pero los únicos capaces de posarse en el agua, cargar en marcha 6.000 litros de agua y a los doce segundos levantar el vuelo para descargar el líquido sobre las llamas.

En la actualidad se sigue operando con el mismo tipo de avión, pero ya son doce las unidades y cada una cuesta más de trescientos millones de pesetas. Se ha demostrado que son los melores en la lucha contra incendios y ya han totalizado las 25.000 horas de vuelo, habiendo soltado 340 millones de litros de agua. Sus bases están en Santiago de Compostela, Reus, Palma de Mallorca, Valencia, Jerez de la Frontera y Torrejón de Ardoz. Sus enormes alas -casi treinta metros- y su colorido -amarillo con algunos tintes rojos- les hacen inconfundibles desde lejos.

Cada avión tiene dos tripulaciones, con un día de trabajo y otro de descanso. Si hay que salir, se trabaja de sol a sol, descargando agua sin más interrupciones que las forzosas del repostar, hecho que se produce cada cuatro horas y media. Cada tripulación la forman dos pilotos y un mecánico. Hay que recordar la anécdota de Teodoslo Pombo cuando, allá por los años veinte, se dedicaba a dar vueltas por Santander en su avioneta a la gente que quería, un cartel recordaba: «Si quiere volar seguro, dele al mecánico un duro».

Las condiciones de vuelo en este tipo de aviones son muy seguras, no así las acciones específicas que tienen que realizar los Canadair. pues operan siempre bajo mínimos. Las únicas condiciones bajo las que no trabajan son cuando hay la llamada agua-espejo. que, por resultar tan transparente, no permite al piloto tener referencias sobre la superficie a la hora de amerizar, o cuando en el mar hay olas de más de sesenta centímetros. Cuando se produce la entrada en el agua nunca se tiene en cuenta si hav 1.600 metros de longitud despejada; con bastantes menos sobra, si se apura al máximo la maniobra de entrada, dejando tan sólo un espacio de un metro entre el avión y la orilla. Lo importante es no dejar agua tras de sí, porque luego siempre falta para realizar el despegue, con las seis toneladas de peso que ha adquirido el avión en solamente doce segundos.

A sólo doce metros sobre las llamas

El avión parece no poder con el peso. Los motores, al máximo, acaban aceptando el desafio, y a una velocidad de 115 kilómetros por hora el aparato llega hasta el incendio. Viene entonces la maníobra más arriesgada. Hay que soltar el agua a no más de doce metros de altura, pues, de lo con trarío, el agua se evaporaría por efectos del calor producido por las llamas que también originan una falta de oxígeno, repercutiendo ne gativamente en el rendimiento de los motores. Esta carencia, junto con la nula visibilidad a causa del humo las turbulencias y el empuje que recibe el avión al soltar de aol pe las seis toneladas de carga, ha cen que el momento sea crítico sólo aliviado, parcialmente, cuan do la descarga hay que efectuarla en terreno seco con el fin de que, cuando lleguen las llamas, no prendan al estar la tierra mojada por el agua.

En todas las maniobras la tripulación tiene que guiarse de sus conocimientos e intuición. No hay nadie para ayudar. No hay torre de control, no hay pistas, no hay velocidad ni dirección del viento. Los pilotos están en todo momento solos. Unicamente los tres años de preparación les permiten adquirir una pericia tal, capaz de llevarles a superar situaciones límites.

En caso de incendio en el monte hay que bordear el fuego hasta encontrar un punto donde tenga menos fuerza, por donde pasar a lo ya quemado, a un claro o a una carretera. En caso extremo, hay que tirarse al suelo y cubrirse con tierra. Nunca hay que huir ladera arriba salvo que esté muy despejado, o por una vaguada.

Si circulando en un coche sorprende un incendio, hay que cerrar las ventanillas, encender los faros y buscar una pradera o una zona sin vegetación o ya quemada. Si las llamas se acercan a una casa, cerrar puertas, ventanas y persianas, abrir las mangueras y dirl.prias al tejado; haciendo esto, sienipre resultará más seguro que una huida por el campo.

Normas de seguridad son no tirar colillas encendidas, ni siquiera desde el coche. No tirar basuras. No encender hogueras debajo de árboles o entre matorrales y no apagarlas. Mantener los tejados de las casas limpios de hojas. Mantener alrededor de las casas una faja de diez metros sin ve-etación o con vegetación verde. Elirninar la hierba agostada y el matorral seco. Mantener limpias las lindes de los campos. Y podar las rarrías que pasen por encima de los tejados de las casas, eliminando siempre las que se acerquen a menos de tres metros de una chimenea, aunque ésta tenga matachispas.

En caso de asfixia causada por el humo. hay que aflojar todas las ropas que opriman la garanta y el pecho del accidentado para procederse después a la aplicación de la respiración boca a boca. Si el accidente sobreviene a causa de las llamas, hay que sofocar el fuego de la ropa con una manta o revolcándose por el suelo; una vez apagado, no se debe quitar la ropa si ésta ha quedado pegada al cuerpo; hay que aplicar agua fría a las heridas, bien por inmersión o por toallas mojadas, hasta que desaparezca el dolor; sólo se cubrirán las heridas si se dispone de gasa esterilizada, Y nuncase romperán las ampollas. Si existe conmoción, hay que envolver al accidentado en una sábaría limpia. sin quitarle las ropas, y trasladarle hasta un médico.

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